No tuvieron la mejor noche los hombres de Vicente del Bosque. La selección brasileña jugaba en el mítico Maracaná y ni siquiera las protestas políticas en las afueras del estadio impidieron que pasara por encima de la selección española que encajó tres goles. Llegar a una final y encontrarte con Brasil ya es de nota alta.
Lo cierto es que la presencia del Barça en Rio de Janeiro acaparó prácticamente todo el espacio mediático. No me imagino la discreción en que se trata esta circunstancia si la presencia masiva fuera del Madrid. El barcelonista Neymar fue declarado el mejor de la Copa de Confederaciones. Provocó la expulsión de Piqué, dio goles cantados y volvió a marcar en la final con un tanto de crack. Los de Del Bosque no practicaron el fútbol habitual. Cansancio y posiblemente miedo escénico. Nadie habría jamás sospechado que Iniesta abriría en África del Sur la etapa más brillante de la selección española.
La magia barcelonista ha sido una inspiración para Don Vicente que ya sabe qué se encontrará en los Mundiales de 2014. Entramos ahora en el periodo más gris pero más interesante para conformar cómo será el Barça a partir de la incorporación efectiva de Neymar. El centro y la delantera están muy elaborados. Si Messi y Neymar llegan a entenderse y coordinarse puede ser una auténtica fábrica de goles artesanos.
Hay que fichar un portero y reforzar la defensa. Las palabras de Tito Vilanova a Thiago Silva en la eliminatoria con el París Saint-Germain no son casuales: «Vente al Barça», le dijo Tito. Es posiblemente el mejor candidato para llenar las fragilidades que pueda ofrecer la defensa. Thiago Silva da seguridad, tiene talento y es combativo. Seguro que la Junta de Rosell está estudiando si las condiciones económicas se suavizan y se entra en los términos de racionalidad que exigen los tiempos que corren.
Yo tampoco vi la final. Por las razones que apunta BartoloméC y
también por la repulsión que me produce la parafernalia de «la roja» de
marras. Pan y circo del siglo XXI a la enésima potencia.
Sr.Foix: Le confieso que es difícil abstraerse de la realidad y ponerse a jugar o a vivir un partido de fútbol, mientras fuera del estadio de Maracaná se viven situaciones de conflictos sociales, como las que se viven en Brasil en estos momentos…no vi la final, no por el horario, más bien por la falsedad que supone ver un espectáculo deportivo al margen de la grave realidad social que sucedía a escasos metros y que puede condicionar cualquier resultado…si el próximo mundial o las Olimpiadas van a ser una repetición de todo esto, entonces apaga y vámonos…