Para tener una cierta idea de África es imprescindible caminar. Aunque sea recorrer largas distancias. Es lo que hacen la gran mayoría de africanos, un continente que camina sin parar, que va hacia adelante, que tiene un conocimiento exhaustivo de lo cercano y de lo inmediato. Caminar hacia el futuro incierto pero cargado de juventud.
El clima es tropical en el centro de Costa de Marfil. Llevo varios días en la capital oficial, Yamoussoukro, y no ha habido un solo día de sol radiante. Una atmósfera cargada, húmeda, nubes altas pero gruesas, dejan asomar los nítidos rayos de sol unos ratos al mediodía y al atardecer.
La vegetación está desbocada. Invade caminos y carreteras si alguien no le para los pies a una naturaleza que es dueña y señora de todo lo que se ve. Yamoussoukro es una idea desproporcionada del que fue primer presidente de la república independiente a partir de 1960. Félix Houphonet-Boigny, es todavía un hombre respetado y querido. Quiso trasladar a su tierra natal la capital de la ex colonia francesa. Pensaba seguramente en el Distrito Federal de Washington, en Islamabad o en Brasilia. Trasladar la capital a un lugar neutro, amplio, bien trazado y capaz de convertirse en un gran centro administrativo, institucional y político.
No contaba el presidente Boigny que las grandes avenidas y las plazas enormes, la basílica que dicen que supera en dimensiones a San Pedro del Vaticano, el Parlamento y demás edificios oficiales, sólo tienen vida si a su alrededor se aglutina un mínimo de población que sostenga esa idea de una grandiosidad desmesurada.
Avenidas de treinta metros de ancho pero sin casas en sus alrededores. La voracidad de los árboles, hierbas y arbustos del trópico campan por sus respetos. Las casas de adobe o de barro, también muchas de ladrillo, se esconden bajo las frondosas cuadras delimitadas por calles que parecen pistas de aterrizaje.
La fuerza de Costa de Marfil está en la costa, en Abidjan, una gran metrópoli, con un gran puerto, que contiene todos los órganos de la administración, los bancos, las empresas y los puntos clave de decisión que supuestamente tendrían que estar en Yamoussoukro.
Ya contaré en otra ocasión las dificultades políticas que ha vivido Costa de Marfil desde la muerte del primer presidente. Golpes de estado, guerras civiles, divisiones invisibles pero reales en la sociedad, clanes, tribus y memorias turbulentas recientes.
Hace poco más de cien años se reunían en Berlín, en 1886, las tres potencias europeas de primer orden. Se iban a repartir los territorios y las fronteras de lo que después conoceríamos como el Tercer Mundo. Se trataba de precisar las zonas de influencias en las que África quedaría dividida en mapas trazados con compases y punteros. Inglaterra vivía la gloria de su período victoriano y el escritor Rydyard Kipling proclamaba la “responsabilidad del hombre blanco”.
Francia vivía todavía perturbada por la derrota de la guerra contra Alemania y en Berlín se construía la gran Alemania que causaría tantos estragos y tantas muertes en el siglo XX.
Me parece que fue Joseph Conrad quien dejó escrito que África es polvo y polvaredas. Cada vez es menos así porque el asfalto ocupa ya las grandes ciudades. Pero en el interior del país el polvo o el barro tierno o seco dominan el paisaje.
En el centro de la ciudad no hay escaparates o grandes almacenes. Simplemente, puestos de venta de todo tipo de productos. Una camisa te la pueden confeccionar a medida de un día para el otro. Rebaños de vacas y cabras trashuman con una parsimonia incuestionable. No se sabe de dónde vienen ni adonde van. Pero, por el camino, pueden vender piezas sueltas o parte del rebaño.
Lo más remarcable de un país como Costa de Marfil es la juventud que domina todo el paisaje humano. En el censo de 1975 había 6.7 millones de habitantes. En el último de 2009, la población había alcanzado la cifra de 20.6 millones. La juventud invade el entorno. Un guardia oficial me sugirió saltar la cola de una oficina de telecomunicaciones con la amable consideración de que “no se puede molestar a la gente mayor”. Muchas gracias.
Sociedades jóvenes que no caben en las estructuras sin reformar de un país que necesita ser consciente de sus grandes posibilidades. No es normal que siendo uno de los países que más cacao produce tenga que consumir el chocolate de importación. Educación y sanidad. Dos grandes retos.
Mientras tanto, la gente camina sin cesar, hacia un futuro incierto pero observando cómo los cambios que se han producido en otras partes del mundo también pueden llegar a esta sociedad que sabe su gran potencialidad.
Llegint el blog recordo perfectament tots els detalls de la meva estança en aquest país i sobre tot la fantasmòrica Yamoussoukro. ( Una de Tàrrega )
Sr. Foix, bueno e instructivo artículo.
Como también es buena la respuesta de dogbert.
Y también es muy acertada y real la respuesta de BartoloméC. Con la cual estoy muy de acuerdo en la afirmación que hace… » el problema de estos países es el mismo que por nuestros pagos, la falta de trabajo de su juventud, debido a la alta corrupción… » … que también hago mía. Porque es la verdad pura y dura.
Un continente poblado por gente joven que aprecia al blanco que parece mayor y al que no le permiten hacer cola. Todo un detalle… en Costa de Marfil.
Sr.Foix: en estos días asistimos a una nueva oleada de emigrantes africanos que llegan a nuestras costas en simples embarcaciones inflables de plástico, muchos de ellos no llegan a pisar tierra…el problema de estos paises es el mismo que por nuestros pagos, la falta de trabajo de su juventud, debido a la alta corrupción… ya pueden producir marfil, café, o cacao en cantidades industriales, los beneficios no llegan a verlos sus ciudadanos jamás…