La victoria de Angela Merkel tiene la singularidad de que no ha respondido a un programa electoral que suele ser el eje central de las campañas en Alemania. Ha sido la victoria personal de una mujer que, con una aparente candidez, ha ido eliminando a cuantos adversarios se le han puesto por delante, tanto dentro como fuera del partido. Ni siquiera mencionó a Helmut Kohl en el discurso del domingo. No es extraño. Fue dos veces ministra con el padre de la unificación y luego participó activamente en su caída política.
Ha pescado en todos los ríos y ha hecho suyas causas que eran feudo de la izquierda como la radical conversión a la causa antinuclear. No la han elegido porque haya hecho una buena o mala política en Europa sino porque ha recuperado la hegemonía política y económica de Alemania en el continente, perdida al término de la guerra y siempre otorgada a Francia por aquello de la culpa histórica.
Su triunfo tiene que concretarse en un gobierno que necesitará el apoyo de alguno de los otros tres partidos que el domingo entraron en el Bundestag. Lo más saludable para Europa sería repetir la gran coalición, una fórmula que ya se utilizó al final de los años sesenta y que se repitió en el primer mandato de Merkel tras su victoria en el 2005.
Si tenemos en cuenta que Europa es, en palabras de Jorge Semprún, la construcción mágica en la que han participado los democristianos y los socialdemócratas, sería lógico y beneficioso para todos que se repitiera la fórmula. Transcurrirán días, semanas o meses para fijar quién le dará apoyo en el Bundestag. Curiosamente esta victoria que la ha situado muy cerca de la mayoría absoluta es difícil de gestionar porque cualquier socio que se acerque a Merkel puede salir chamuscado como suele ocurrir con los partidos pequeños que entran en una gran coalición.
Lo más razonable sería un pacto entre Merkel y quien sea el futuro líder del SPD para asegurar que Alemania lidere Europa dando más protagonismo a las instituciones europeas con nuevas políticas que se alejen de las amargas recetas de austeridad que frenan el crecimiento y la competitividad. Habrá que activar la unión bancaria y también someter a un debate a fondo sobre si todos, también Alemania, podemos pagar la deuda de nuestros respectivos estados. La quita general o parcial tendrá que plantearse con urgencia.
Publicado en La Vanguardia el 24 de setiembre de 2013
Sr.Foix: La foto con la que Vd nos obsequió hace unos días, de la Canciller Merkel con su litrona de cerveza, ya presagiaba una celebración; Merkel ha fagocitado a sus aliados liberales y fagocitará a cualquier otro grupo que se le ponga a tiro tal y como Vd bien nos indica ahora…de todas formas en Alemania no todo es alegría, hay un acuerdo tácito para no tratar las diferencias entre Länders después de la reunificación, es un tema tabú que todos eluden, pero que acabará saliendo a la luz tarde o temprano…el paro encubierto es otro de los problemas, hay sueldos de miseria de 1,50 €/h, contratos de media jornada, personal cualificado emigrante que cobra menos de la mitad del salario que los autóctonos, no es oro todo lo que reluce en Alemania, pero eso sí, hay un contról grande de la información y de todo lo que transciende y les puede dañar, los trapos sucios los lavan en la intimidad…vamos…igualito que por estos pagos…de lo de la quita no sé si se refiere Vd a lo que nos han quitado ya, o a lo que nos queda por quitarnos…pero si se refiere a que nos han de reducir la deuda que tenemos, entonces me temo que nos impondrán unas condiciones que habría que hacer un referéndum para aceptarlas…
Totalment d’ acord BartolomeC