Con el miedo no se puede construir una política duradera que propicie la convivencia de forma estable. En tiempos atribulados como los nuestros el miedo se asoma a la vida ordinaria, a la posibilidad de perder el trabajo o a no encontrarlo, miedo al otro, al extranjero, miedo a un futuro incierto y miedo a la política.
Una de las razones por las que los alemanes han renovado al alza su confianza en Angela Merkel es que la canciller proyecta seguridad a los alemanes aunque las condiciones de vida de muchos de ellos sean tan precarias como las nuestras. Ha sabido vender seguridad y ha ahuyentado los fantasmas de la crisis expulsando las sensaciones de miedo.
El miedo es un terreno apropiado en el que el político puede proponer escenarios ideales o bien un pretexto para combatir las causas de una situación difícil. El general De Gaulle en su discurso en la BBC en junio de 1940 convirtió en esperanza la realidad de una Francia invadida por Hitler y rendida en el Vichy de Pétain, héroe de Verdún pero incapaz de hacer frente a la gran potencia militar alemana.
El presidente Roosevelt decía en su discurso inaugural en marzo de 1933: «Permítanme proclamar mi firme convicción de que la única cosa a la que tenemos que tener miedo es al mismo miedo». Hacía dos meses que Hitler se había hecho con el poder en Alemania y no tenía intención alguna de entrar en guerra.
Cuando Nelson Mandela salió de la cárcel en la que pasó 27 años de su vida no tuvo miedo a ser generoso y protagonizó uno de los episodios de reconciliación y comprensión más ejemplares políticamente del siglo pasado.
Se comprometió con el perdón y con la verdad. Intentó averiguar qué había pasado con el apartheid y miró hacia el futuro como si los blancos hubieran sido sus aliados durante su largo cautiverio. Grandeza de ánimo.
Hay muchos más ejemplos de cómo combatir el miedo de forma inteligente y positiva. Europa es un caso formidable al haber enterrado los viejos odios entre estados y naciones construyendo una nueva realidad que nos permite, cuando menos, convivir pacíficamente en el histórico espacio de nuestra civilización.
Podemos actuar por miedo al rechazar a los recién llegados. El debate sobre los gitanos en Francia indica hasta qué punto el inmigrante es considerado un peligro. El ministro Manuel Valls es partidario de repatriar a unos 20.000 gitanos que acampan fuera de las ciudades y que proceden mayormente de Rumanía y Bulgaria. En el segundo trimestre de este año se han expulsado más de 5.000 de Francia.
Europa tiene el reto de aceptar las minorías de procedencias muy diversas sin caer en la multiculturalidad, pero sabiendo que la integración total es improbable. Minorías de musulmanes, de africanos subsaharianos, de gitanos y otros. Son personas.
Publicado en La Vanguardia el 26 de setiembre de 2013
Ja és costum aplaudir-te, BartoloméC.
Sr.Foix, el miedo, la manipulación de los miedos, es el mayor negocio que existe, se consigue llevar a los ciudadanos hacia donde se desea…y con una inversión mínima…