La Gran Guerra será rememorada el año que empieza con multitud de libros nuevos, enfoques desconocidos y reedición de obras que marcaron las tendencias más tenebrosas y perversas del siglo pasado. Fue la primera guerra de los pueblos en el sentido de que las sociedades europeas se enfrentaron con una cierta ilusión, con valentía y con un sentido del deber. Fue una guerra tan absurda como mortífera.
En la guerra de 1914 se derrumban los imperios de Rusia, Austria-Hungría, el otomano y Alemania. Los sóviets tomaron el poder en Petrogrado en octubre de 1917 y el presidente Woodrow Wilson trajo de América el principio de autodeterminación de los pueblos que condujo a la creación de más de una docena de estados nuevos en Europa que surgieron de las cenizas de los imperios caídos. Sólo la guerra de 1914 ha sido considerada en Inglaterra Grande. Se calcula que unos diez millones de personas perdieron la vida en los campos de batalla. Se utilizaron por primera vez las armas químicas que todavía horrorizan a la sociedad de hoy. Como todas las guerras, empezó con grandes alegrías, con largas colas de voluntarios en los centros de reclutamiento, con la idea de que aquel conflicto incipiente iba a terminar con todas las guerras del futuro del mundo.
Era un comienzo de siglo en el que el progreso y la creatividad humana hacían de Europa un idóneo espacio de nuevas ideas y tendencias culturales, artísticas y literarias que hervían en Munich, París, Viena y Berlín. Parecía como si se quisiera experimentar la guerra porque Europa no se enfrentaba consigo misma desde la contienda franco-prusiana de 1870.
Oswald Spengler estaba escribiendo la Decadencia de Occidente, pero su visión pesimista se transformaba en un inesperado espíritu bélico que, una vez más, quería dilucidar por la fuerza la hegemonía política, militar, económica y colonial en Europa. Fue una guerra tan frívola como estúpida. Los millones de víctimas no supieron por qué morían.
Cualquier paralelismo con aquel año de ahora hace un siglo es inapropiado. Europa está hoy sin ejércitos ni armas para enfrentarse nuevamente. Pero hay una peligrosa semejanza. Entonces y ahora, los populismos, las masas orteguianas, crean movimientos y tendencias que amenazan la libertad de muchos y la dignidad personal de minorías. Hablo sólo de Europa.
ûblicado en La Vanguardia el 31 de diciembre de 2013
Sr Foix:»Fue una guerra tan absurda como mortífera.»me pregunto:qué guerra no lo es? y no aprendemos…seguimos teniendo imágenes de destrucción y muuerte…y no aprendemos.
Sr. Foix: Siempre nos hace meditar.
Pienso que las guerras son frívolas y estupidas, però que es la política codiciosa e inhumana la que acaba provocándola.
Recuerdo que un político de la autonomia valenciana, hace años dijo por televisión y frente a las camaras : » Yo estoy en la política para enriquecerme «.
España vivió 30 años de paz, dialogo y buenas relaciones, mientras los políticos respetaban las normas establecidas en el acuerdo de la Constitución Española.
Pero las siguientes generaciones, más jovenes, de políticos, de las siguientes gobernancias, cambiaron el significado de la Constitución española, y entonces todo cambió.
Y donde dije » digo » dije » Diego «.
Y ya no era necesario el complir lo prometido ó todo aquello acordado y dispuesto en la Constitución.
La nueva generación, al no haber pasado las calamidades y sufrimientos de la guerra incivil española, imponía su criterio y sus intereses, según su mentalidad de ser más joven y por lo tanto menos experimentado en política, necesidades humanas de subsistència y convivencia ciudadana.
Sin olvidar tampoco, el respeto a la dignidad humana y el uso de su lengua, de cada ciudadano.
El problema de España, no es Cataluña, si no, el desequilibrio y el ahogo impositivo fiscal. Tanto para la hora de cotizar, como para la hora de percibir las prestaciones correspondientes por justicia y equidad.
Me pregunto : ¿ Que pinta la autonomia, su parlamento, sus diputados, su gobierno y sus consejeros, si acuerdan todos juntos en su parlamento autonómico y también en el Parlamento Central del Estado y en cambio despues, solo 10 ó 12 persones jueces, del Tribunal Constitucional, puedan desaprovar lo acordado por los legisladores ?.
Lo dicho en su titular, Sr. Foix : » Una guerra frívola y estúpida «
Sr.Foix: es cierto que los paralelismos no siempre son acertados, pero existen ciertas semejanzas historicas que conviene no perder de vista, antes eran los ejercitos y el uso de la fuerza quienes conseguian someter a los paises en conflicto, hoy en día eso se consigue con métodos menos drásticos y dramáticos, pero no por eso menos efectivos y crueles…