No nos pondremos de acuerdo en el principio de la verdad absoluta pero sí que podemos acercarnos y encontrar espacios de verdad compartidos. Hay una dimensión de la realidad que ni siquiera la más enérgica comprensión subjetiva puede atreverse a vulnerar.
Este es el espíritu de la famosa respuesta de Georges Clemenceau, según nos cuenta Harry G. Frankfurt, cuando le pidieron que especulase sobre qué dirían los futuros historiadores sobre la Gran Guerra de 1914. Desde luego, no dirán que Bélgica invadió Alemania, contestó el mandatario francés durante el conflicto. En esto no puede haber discrepancias.
Stefan Zweig escribe en su autobiografía que “hay tan poca verdad al cien por cien como alcohol al cien por cien”. Estaríamos de acuerdo. Pero se puede afirmar que en cualquier cosa que emprendamos depende de si nos guiamos por la verdad o de si avanzamos en la ignorancia o basándonos en la falsedad.
Uno de los problemas que tenemos al debatir las cuestiones públicas es el grado de veracidad de los acontecimientos que nos afectan. En definitiva, se trata de si aceptamos la mentira como un factor fiable o si rechazamos las falsedades. Michael de Montaigne sostuvo que al realizarse nuestro entendimiento únicamente por la palabra, aquel que la falsea traiciona la relación pública. “El mentir es un vicio maldito, y si conociésemos el horror y el peso de la mentira, la perseguiríamos hasta la hoguera con más justicia que otros crímenes”.
Los postmodernos insisten en que, simplemente, todo depende de cómo se miren las cosas. Ciertamente. Pero no todas. La noche es noche y el día es día. Lo peor es, apunta Johan Huizinga, esa indiferencia a la verdad que se observa en todas partes y que en el encarecimiento público del engaño político llega a su apogeo.
La verdad está condenada a un exilio permanente dejando paso a la mentira o a las medias verdades que son las peores. El desprestigio de los políticos nace básicamente de la mentira. Así lo pienso.
De fet, és tot tan indignant,que arriba un moment, en que la desafecció potser és el mal menor,o allò que evita un mal major…??
No sé si la política són mitjes veritats o son mentides directament….
Jo penso, Rosamaria, que són tres coses: mentides, mitjes veritats, i MOLTS SILENCIS. Aquests darrers són el pitjor de tot perquè sense informació no tenim cap element de judici per intentar esbrinar què és mentida i què és mitja veritat. Són pur oscurantisme.
Si…..Que lamentable, oi ??…
Perdona el vocabulari, …però fot pena tot plegat!!
Sí. Noia. Podem, a vegades, saber que ens estan enganyant o dient mitges veritats. Però tot el que se’ns oculta… doncs fa que molt sovint no tinguem la manera de prendre decissions correctes o de ser prou objectius…
Avui hi ha una certa coiincidencia entre tu i jo. Ja només ens falta volar entre els voltors del Montsec… No és car, Rosamaria, i com volies dir ahir, és «la hòstia»!
Sr. Foix: Me quedo con la última frase de su artículo…» El desprestigio de los políticos nace de la mentira. »
La corrupción esta generalizada, porque se la tolera y se la tapa.
Tranquilos España va requeté bién.
La clave está en sonreir al entrar y en sonreir al salir.
Beee, beee, beee, beee… … …
La veritat és quelcom força semblant a la realitat que vivim i que sovint –que no pas sempre– s’acaba imposant. La nit és nit i el dia és dia, sempre i quan no es produeixi un eclipsi polític, és clar.
I sí. Hi ha una gran indiferència a la veritat i també a la mentida… La mateixa indiferència que provoca la gran farça en que s’ha convertit la política. Indiferència a la veritat, a la mentida i als polítics… Per què serà?
Sr.Foix: estos días vemos como en Suiza se vota prohibir la entrada a nuevos inmigrantes europeos…mientras permiten la llegada de miles de millones a sus bancos, vengan de donde vengan…todo ello mientras nos ponen a Suiza como ejemplo de democracia y libertades…
precisamente este mismo pensamiento me ha venido a la cabeza hoy! considero tremendamente hipócrita poner muros a las personas y, a la vez, aceptar los capitales sin límite, limpios o sucios, normalmente lo segundo. resulta que aceptan las cuentas secretas de nuestros políticos corruptos; en cambio, a los jóvenes en paro en busca de oportunidades, a esos no. lo dicho: tremendamente hipócrita, eso sí, todo bendecido por un referéndum, para que sea bien democrático.
El problema David es que ya no se molestan ni en disimular…
Fabuloso tu comentario BartoloméC.