La guerra fría fue construida sobre el miedo. Cada vez que se reunía un presidente norteamericano con el líder soviético era un acontecimiento que se preparaba durante meses, se escribía mucha literatura y se firmaban acuerdos que servían de bien poco. Desde Nixon y Brézhnev el tema recurrente era cómo reducir los arsenales nucleares que se multiplicaban periódicamente para prevenir el ataque del adversario. Se esgrimía la doctrina de la mutual assured destruction (MAD), que consistía en evitar la completa aniquilación de las dos potencias en caso de que una de ellas disparara el primer misil. Había que evitar el primer golpe, que, de hecho, ninguno de los dos se atrevió a asestar. Había miedo a pesar de los arsenales militares que la seguridad de los dos imperios estaba almacenando en su territorio y en el de sus aliados.
El presidente Lyndon B. Johnson dijo irónicamente que el único poder que le quedaba era el de apretar el botón nuclear, y no lo podía ni quería hacer. En 1963 se estableció una línea directa entre Washington y Moscú, el célebre teléfono rojo, para prevenir de las consecuencias de un acto de locura unilateral. No consta que se utilizara muchas veces.
Se desmoronó la Unión Soviética y el régimen que la sustentaba. Pero el miedo siguió campando en las relaciones internacionales. De hecho, todos los conflictos arrancan del miedo al otro y de la necesidad de dominarlo o destruirlo para obtener una cierta seguridad.
El miedo recorre ahora el mundo porque Teresa Romero, una auxiliar de enfermería de Madrid, ha sido infectada por el ébola. Cuatro días después el pánico se trasladó a Estados Unidos con la infección de una enfermera en un hospital de Dallas. Los gobiernos han tenido que manifestar su preocupación sin saber exactamente qué debían hacer. El pánico tiene una dimensión política, pero son los médicos y especialistas quienes pueden tranquilizar a la asustada población.
Hay miedo a la deflación, al paro, al Estado Islámico, a Rusia, China y las demás potencias emergentes. Miedo a la quiebra del Estado de bienestar. Cada individuo y cada país se construye sus propios miedos. El desaparecido historiador y ensayista Tony Judt afirma que «hemos entrado en una era de temor en la que la inseguridad vuelve a ser un ingrediente activo de la vida política en las democracias occidentales». La inseguridad causada por el terrorismo es evidente. Pero hay una forma más insidiosa que es el temor a la velocidad incontrolable del cambio, el temor a perder terreno frente a otros en una distribución de recursos cada vez más desigual, el temor a perder el control de las circunstancias y rutinas de nuestra vida diaria. Y, quizá sobre todo, «el temor de que no es sólo que nosotros no podamos dirigir nuestras vidas, sino que quienes ejercen el poder también han perdido el control, que ahora está en manos de fuerzas que se encuentran fuera de su alcance».
Tenemos miedo también porque la confianza en los gobernantes ha disminuido de forma alarmante. El miedo nos quita libertad porque nos hace más vulnerables. En los formidables tiempos de la socialización de la información y la opinión en que vivimos es frecuente enterarse de que personas conocidas, famosas y con gran autoridad en el mundo de la comunicación han dejado Twitter porque no resistían los insultos, anónimos o no, que recibían por haber emitido una opinión contraria a los cánones del momento.
El siglo XXI empezó con la inseguridad de Estados Unidos, que, a pesar de su superioridad militar, política y económica, era atacado en los símbolos más emblemáticos de su poderío con el resultado de más de tres mil muertos en Nueva York. Se volvió a plantear en todos los ámbitos el choque entre libertad y seguridad. George W. Bush optó por la seguridad causando un deterioro de las libertades individuales y colectivas en todo el mundo.
No tuvieron en cuenta sus asesores aquello que escribió Karl Popper al respecto diciendo que «no hay libertad si el Estado no la asegura; y, al contrario, sólo un Estado controlado por ciudadanos libres puede ofrecerles una seguridad razonable». En nombre de la seguridad no se dan explicaciones y los gobiernos actúan pensando que protegen el bien de los ciudadanos aunque ellos no lo sepan. Un cierto «despotismo democrático» dibuja lo que Bauman denomina el complot del miedo, que consiste en la posibilidad de quedar excluido o marginado.
Sin la existencia de individuos angustiados, dice Bauman, no nos podríamos imaginar la necesidad de la existencia del Estado, que es un administrador del miedo, una planta de reciclaje del miedo. En estos momentos de una cierta confusión en muchos ambientes es preciso reivindicar la libertad frente al miedo que afecta a muchos, desde los más poderosos hasta los más sencillos, porque sólo desde la libertad podremos avanzar hacia el progreso, la convivencia y la preservación del contrato social. Libertad para reivindicar una sociedad más justa y más respetuosa con los que piensan de otra manera sobre cuestiones opinables.
Hay un tipo de miedo que puede invadir una sociedad democrática. Es el peor de los miedos, el que nos puede impedir a pensar por cuenta propia, tener criterio personal sin necesidad de seguir la corriente general, aunque sea mayoritaria.
Publicado en La Vanguardia el 15 de octubre de 2014
Me viene a la cabeza una frase que leí por ahí: ¿Dónde mueren los sueños? En un lugar llamado MIEDO.
Sr Foix: son malos los miedos, aunque superables….en cambio no lo tengo tan claro con el miedo a las enfermedades contagiosas. Es cuando surgen los pánicos….y los rechazos
No al miedo si a la precaucion.
Y ojo a la maquinaria de propagar miedo, la maquina de la dominacion de cuerpos y mentes.
Ya me disculparan, pero insisto, uno de los grandes desastres del fin de siglo pasado fue la caida de la Union Sovietica, dejando campo libre a la nacion mas agresiva del planeta de la cual el depravado personaje a la derecha de la foto que encabeza este articulo fue uno de sus exponentes maximos y por cierto unos de los peores presidentes de la historia de los USA.
El primer presidente televisivo de USA…
Sr.Foix, el miedo sigue siendo un fabuloso negocio, es uno de los principales medios de control de masas…
Somos animales especulativos por eso tantos miedos. El resto sólo tienen el miedo instintivo. El miedo nos sirvió para sobrevivir y evolucionar también tiene su lado negativo.