Los jueces y abogados dominan la escena política. También la internacional. Una juez argentina ha pedido la identificación y posible extradición de más de veinte cargos del franquismo, Martin Villa entre ellos. Los jueces que se subieron al carro del estrellato fueron el italiano Antonio di Pietro y el español Baltasar Garzón. El Tribunal Penal Internacional de La Haya ha hecho un buen trabajo. Es un organismo pactado por muchos países. Es en ese organismo, en todo caso, donde deberían dirimirse los delitos que van contra la Humanidad, delitos de guerra o de dictaduras.
Son los jueces mediáticos a los que se ha añadido ahora la argentina Maria Servini para entrar en acción contra figuras del tardo franquismo. Cuenta Moisés Naím en su libro El Fin del poder que el creciente poder de los jueces varía enormemente de un país a otro, pero en general representa nuevas limitaciones para el ejercicio del poder por parte de gobiernos y partidos políticos.
Es cierto que muchos sistemas judiciales tienen una independencia dudosa y por consiguiente, el hecho de que sea más frecuente que el poder judicial tome decisiones de alto contenido político no es ninguna garantía de prudencia. “En Pakistán, por ejemplo, muchos sospechan que el ejército ha utilizado el Tribunal Supremo para mantener un fuerte control sobre el gobierno civil. Venezuela, Ecuador y Argentina son ejemplos de países de América Latina donde el poder judicial se ha transformado en un beligerante actor político”.
En todo el mundo es fácil observar un renovado activismo político del poder judicial. El problema es que la justicia tiene que ser ciega y prudente, fiel a las leyes que debe aplicar de forma ponderada.
La justicia debe ser independiente y distante. El espectáculo que han dado el gobierno Rajoy, el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado es impresentable. También que en Catalunya, por ejemplo, hayamos entrado en el sexto año de la apertura del sumario sobre el caso Millet y el Palau y no hay fecha todavía para el comienzo del juicio oral.
Pienso que la mayoría de los jueces son buenos profesionales y administran la justicia con probidad. Pero se pasan los jueces estrella cuando instruyen llevados por obsesiones personales o cuando escuchan los cantos de sirena de la opinión pública y siguen la corriente de lo políticamente correcto.
Los jueces deben hablar a través de sus autos y sentencias. La discreción de la juez Mercedes Alaya que instruye los casos de corrupción en Andalucía se comporta con discreción. Muchos jueces que transitan por la Audiencia Nacional deberían ser más prudentes.
Demasiados jueces impartiendo cursos remunerados.
Demasiados Secretarios judiciales haciendo la vista gorda.
Demasiada sensación de impunidad.
Parece que acaba pero no.
Todavía queda el tercer grado.
Ara mateix, politics i Jutges em mareixen la mateixa desconfiança.
Sr.Foix: la justicia debería ser más rápida…
«Advocats i procuradors, a l’nfern de dos en dos», «Setge jutges d’un jutjat mengen fetges d’un penjat. Si el penjat es despenja, es menja els fetges dels setge jutges que el van jutjà»
Voleu dir que mai han estat independents? Quin jutge va jutjar Robespierre? El Duc de Venècia que jutjà el mercader era jutge i part?
La justícia és cega. I també sorda, oi?
O, com deia Pacheco, l’alcalde, ara empresonat, de Jerez, «è un cashondeo»?