No hay día sin encuesta. Vienen de todos los ángulos y de muchos medios. La del CIS, la oficial, es la que más credibilidad tiene. Porque lleva más tiempo haciéndose y porque hay una veintena de personas que, bajo todos los gobiernos, van dando las orientaciones de la voluntad de la opinión pública.
Lo que evidencia el torrente demoscópico que cae sobre todos los ciudadanos es que al final de 2015 el mapa político español, el andaluz y el catalán, van a ser otros, muy distintos.
Hay quien piensa que la política es demoscopia cuando los resultados de las encuestas son consecuencia de las políticas, de los humores de la gente, del desplazamiento de clases dirigentes por otras. No hay vieja ni nueva política. Hay política acertada o errónea. Huyo del hombre nuevo, del nuevo orden, de la nueva sociedad. El siglo XX ya nos dió todos los sobresaltos posibles.
Todo es muy viejo. Una y otra vez. La cultura y el conocimiento no mejoran la calidad democrática ni tampoco la moralidad de los actos públicos. El pueblo mas culto, más melómano, con pensadores más profundos, una gran literatura, fue capaz de protagonizar las mayores barbaridades de la historia contemporánea. Ay de las ilusiones y entusiasmos en política. Me dejo llevar más por el sentido práctico, empírico, de los ingleses que sobre el altar de la política ponen cosas concretas, intereses, opciones racionales.
Las encuestas indican la dirección de los vientos. Y ahora soplan en contra de los partidos clásicos, tradicionales, cansados y golpeados por la corrupción, el desgobierno y la crisis. Podemos y Ciudadanos van creciendo en intención de voto en todas las encuestas. Aportan una retórica que conecta con el cabreo generalizado contra la clase política. Pero es retórica, no lo olvidemos.
Pablo Iglesias pretende injertarse de la izquierda radical de Syriza. Verbo académico, brillante, con aires demagógicos, cala en una sociedad cansada y sin mucha esperanza. Ciudadanos tampoco ha tenido responsabilidad de gobierno. Y utiliza un lenguaje duro, fresco y claro contra la situación. Habrá que esperar si estamos ante una burbuja que descenderá a medida que se vayan abriendo las urnas, cuatro veces hasta las generales, o bien se consolidarán como alternativas o imprescindibles alianzas de gobierno.
De momento se centran en la denuncia. Contra la corrupción y contra la dejadez para resolver los problemas que angustian a tanta gente. Pero faltan programas para que su idealismo se concrete en políticas posibles.
En todo caso, sería saludable que todos los políticos pudieran repetir al terminar este año 2015 lo mismo que están diciendo ahora. No cambien de discurso, por favor, y no nos confundan.
Destaco de su artículo, Sr. Foix, una reflexión capital, desde mi punto de vista: «La cultura y el conocimiento no mejoran la calidad democrática ni tampoco la moralidad de los actos públicos. El pueblo más culto, más melómano, con pensadores más profundos, una gran literatura, fue capaz de protagonizar las mayores barbaridades de la historia contemporánea. Ay de las ilusiones y entusiasmos en política».
Sabemos a lo que se está refiriendo y comparto su toque de atención. Los vientos que soplan ahora en el panorama político español, y también en el catalán, vienen alimentados por un denominador común: la indignación frente a los resultados de las formas perennes de hacer política. Creo oportuno recordar que esta indignación existe porque tenemos la crisis económica que tenemos (profunda y prolongada), no porque de repente la sociedad haya emergido de un sueño lánguido de complacencia o porque haya recibido un curso intensivo de interés por la cosa pública o por el compromiso social. Tengamos claro que sin la dureza de la crisis que estalló en 2008 no estaríamos ahora hablando de lo que estamos hablando, ni el bipartidismo estaría amenazado como parece estarlo ahora, ni cuestionada la forma de hacer negocios en nuestros bancos y cajas, ni denunciadas con tanta contundencia y exposición pública las corruptelas que siempre han existido. Me temo que viviríamos como antes de la crisis, con una actitud ciudadana que, mayoritariamente y con contadas excepciones, consintió o avaló con su voto la forma de hacer las cosas de nuestra clase dirigente, a nivel nacional o a nivel autonómico.
Nos previene el Sr. Foix de la relatividad del valor de disponer de una sociedad culta y formada, de que eso no es garantía de una sociedad mejor. El ejemplo que utiliza es eficaz y devastador. Lo sabemos. Aunque este apunte lo enmarca en un análisis más general sobre la dialéctica entre los nuevos y los viejos partidos, sus discursos y las expectativas que generan, yo lo considero un tema central, quizás el tema más central de todos los temas centrales que pudieran ilustrar la época de dificultades y zozobra en que estamos inmersos desde hace casi seis años. Y afirmo también que no es un tema de corto recorrido sino que se proyectará sin miramientos en el medio y largo plazo que nos espera, sea cual sea la salida que se dé a la presente encrucijada.
Dedico pues mis presentes pensamientos a este tema central. Al respecto, tengo tendencia a pensar tres cosas, que presento en orden creciente de importancia:
1.- Que una cultura elevada no puede limitarse a unos pocos (a una minoría intelectual e ilustrada y a una élite con capacidad de pagarse el acceso a esa cultura) y que el control del poder por estas minorías es tanto más difícil cuanto mayor es el número de personas cultas;
2.- Que una hipotética mayoría social culta y formada (con buenos estudios, buenas competencias técnicas y científicas, etc) tampoco es garantía de una sociedad ‘buena’, ‘comprometida’ o ‘justa’, es decir, dotada de principios y valores acordes con lo que se entiende por ser buenas personas o buenos ciudadanos (perfiles que no creo que tuviéramos problema en ponernos de acuerdo en cuanto a sus principales rasgos definitorios);
3.- Que el camino hacia una sociedad ‘buena’ es un camino de regeneración profunda de valores, no una simple regeneración de la democracia, del sistema electoral, de los mecanismos de funcionamiento o de control de las instituciones, etc, etc. Todos estos enfoques (que son los que hoy escuchamos en boca de los partidos ‘viejos’ pero también de los partidos ‘nuevos’ que han irrumpido en el panorama para ‘romper con lo viejo’) apenas inciden en la superficie del problema, se quedan en lo instrumental. Son otras las competencias en las que hay que incidir. El camino para lograrlo requiere claridad de enfoque…. y mucha paciencia.
¿A qué me refiero? A una regeneración social que utilice como palanca el sistema educativo y que empiece por la base de la pirámide generacional, nuestros niños y jóvenes. Es ahí donde hay que empezar a sembrar las semillas para propiciar un cambio del paradigma social, económico y político que nos ha conducido a la deriva simultánea de nuestro país. Sobre este asunto, enmarcado en la actual crisis institucional nacional y el conflicto Catalunya/España, he reflexionado de manera más amplia en un reciente ensayo.
Creo honestamente que la moralidad de los actos públicos (y con ello la calidad de nuestra democracia) mejorará en la medida en que seamos capaces de formar a nuestros niños y adolescentes, desde sus primeros pasos en la escuela, en la comprensión de unas disciplinas transversales a cualquier otra disciplina, como son la ética y la defensa del bien común, y en el dominio de una serie de habilidades relacionales, como la empatía, la comunicación y la capacidad de escucha, la reflexión y el espíritu crítico, que actúan como soporte general de cualquier otra competencia específica. Y creo que con estas componentes sería algo más difícil que una nación emocionalmente inteligente y éticamente instruida fuera capaz de repetir las barbaridades a las que el Sr. Foix se refería, o de perpetuar la mediocridad social y política que tantas veces la ciudadanía ha revalidado con su voto.
La demoscopia nos alimenta de cifras con las que medir las tendencias de cambio en el territorio de los ‘votados’ o destinatarios del voto, pero no nos dice apenas nada de los cambios cualitativos en los ‘votantes’ o emisores del voto, más allá de sus hábitos, perfiles, ubicación social o preferencias. Nada acerca de sus conductas o principios. Los cambios que las encuestas vaticinan tienen la virtud de remover las aguas, movilizar a unos y a otros, obligar a reprogramar o contraprogramar. Pero poco más. Espero expectante un discurso que aborde las claves de nuestra deriva social y proponga acciones y herramientas para su mejora. Sería, es, un discurso incómodo, desagradecido, porque se saldría de la zona de confort de la crítica a la política y a los políticos y se introduciría en el áspero terreno de la autocrítica de nuestros comportamientos como ciudadanos. Lo dicho, un discurso incómodo y de escaso rédito electoral. Pero sigo esperándolo. Si no, correremos ahora, como siempre antes, el riesgo de volver a cambiarlo todo para no cambiar nada. Y es que no es lo mismo cambiar la política que cambiar la sociedad, como no es lo mismo confundir la cirugía estética con la regeneración.
Se nos nota que ya somos un poquito mayores. Porque cuando diez millones de ciudadanos votó a un desconocido Felipe GOnzález, que por cierto Sr. Foix, tampoco tenía experiencia de gobierno, se votó con entusiasmo porque lo que era claro es que la cosa no podía continuar como hasta el momento. Y entonces había el miedo al ejercito, y a otro sectores entonces tan adictos al antiguo régimen. Y la gente se lanzó.
Ahora los instalados ya desde hace demasiado tiempo, cargan todo su arsenal para infundir miedo, y se dedican a preguntarnos sobre un futuro incierto en lugar de darnos explicaciones de por qué lo han hecho tan de espaldas a nosotros, tan abusivamente y tan rematadamente mal.
Nos han llevado a esta situación ellos solitos. Y ahora sus miradas transmiten miedo ante la imagen de la criatura que han parido. Y los veremos hacer malabarismos, contorsiones imposibles, muecas horripilantes que les harán más feos aún, coaliciones imposibles y que en realidad serán el aflorar de un objetivo común: en el cortijo mandamos nosotros y los demás deben limitarse a ser figuración , en el mejor de los casos con frase. Pues hasta ahí podíamos llegar!
Sr Foix: realmente todo es muy viejo, discursos y proclamas que insultan la inteligencia de los ciudadanos normal es y corrientes.
De verdad piensan que nos creemos todas las sandeces que escupen? Ya no se si es asco o indignación lo que me producen….
Ya ni se molestan en disimular Àfrica…
…estic amb tu de totes..totes, Africa
Aplaudeixo el seu article Sr.Foix…i em quedo amb les dues ultimes linies.
La utilitat de Podemos radica unicament, crec, en que d’alguna manera obligarà al canvi d’ aires, no pas perque siguin la panacea de res…´més aviat al contrari….fan prou por !!!
Las televisiones que antes daban cobertura a podemos han empezado a cerrarles el grifo de las audiencias…
Los caminos de los medios son inescrutables
..la mano negra empieza su camino….
Que se lo digan Rosamaria a Estela Reynolds…
El sistema electoral español premia el bipartidismo y para que la cosa quede mas aparente si acaso permite una especie de izquierda de la señorita pepis que es de todo menos unida. Los carcamales de la derecha se etiquetan de centro y los socialistas nominales, se proclaman progresistas. Unos y otros son la misma moneda falsa, van haciendo su teatrillo pero son mas de lo mismo, caverna y anticualla.
LLegado el momento no les temblara ni el pulso ni la voz, ni se les pondra roja la cara de cemento armado que tienen y montaran un gobierno de concentracion y/o salvacion nacional.
No quieren extraños, solo admiten ejercicios malabares y demoscopicos sobre el papel pero nada que les rompa el statu quo. Nos tienen entretenidos y engañados. Nos chulean, ya hace demasiado tiempo.
Creo Dogbert, que los grupos mediáticos, lo que han querido demostrar con Podemos, es que son capaces de crear un nuevo partido al margen de los existentes con cuatro tertulias y una vez demostrado se sentarán a negociar cómo controlarlo o desactivarlo y su coste…
Sr.Foix:me conformo con que los politicos digan mañana lo mismo de lo que dicen hoy…sobre las encuestas decirle, que basta que los medios centren la atención en un tema, para que las encuestas soplen en esa dirección…
Monedero es clavado a Bartomeu y los ven complot contra su impecable gestión.