Se da la paradoja de que en plena globalización de mercados, de bienes, de productos financieros y de ideas, la política se presenta cada vez más como una pugna entre numerosos actores para alcanzar una pequeña parte del poder. Ya son improbables las mayorías absolutas. Se impone cada vez más el pacto entre muchos en detrimento de una única autoridad.
Nos movemos entre un frívolo optimismo oficial y un fácil patriotismo callejero. Entre una democracia demoscópica y un cuerpo tribal de tertulianos que proyectamos la realidad presente y futura según criterios no siempre coincidentes con la realidad. En un mundo cada vez más globalizado y transnacional, decía Eric Hobsbawm, los gobiernos nacionales conviven con fuerzas que ejercen cuando menos el mismo impacto que ellos en la vida cotidiana de sus ciudadanos, pero que se encuentran, en distintos grados, fuera de su control.
Es un hecho que la globalización de los mercados ha traído consigo un crecimiento de las desigualdades económicas y sociales, tanto en el seno de los estados como en el ámbito internacional. No hay reglas.
Pero el colosal trasiego planetario de información y conocimientos no ha homogeneizado la organización interna de la política, sino que la ha fragmentado. Puede tratarse de una resistencia a no caer en una pérdida de la singularidad o de la identidad. O también en recuperar la personalidad de los pueblos y las naciones. Otra paradoja es que la globalización ha funcionado si era ideológica o política, borrando las fronteras de los estados, pero no ha podido dar el paso libre a las personas ni a según qué tipo de mercancías.
Las revoluciones con misión universal han intentado expandir sus principios hasta el fin del mundo. Ocurrió en la Francia de 1789 y en la Rusia de 1917. Las ideas que cruzaron Europa como consecuencia de las revoluciones de 1848 condujeron a un socialismo que se definió internacionalista y que fundó la primera, la segunda, la tercera y la cuarta Internacional con discusiones y enfrentamientos dialécticos que han llegado muy amortiguados hasta hoy. La segunda parte del siglo pasado en la Europa atlántica, aliada y protegida de Estados Unidos, fue un intento constante de rehacer los puentes destruidos por las dos grandes guerras que devastaron el continente.
Se dijo basta a las confrontaciones entre Alemania y Francia. Se creó el embrión de lo que hoy es la Unión Europea de la que forman parte 28 estados, también los que durante la guerra fría estaban bajo el control político y militar de Moscú. Cristianodemócratas y socialdemócratas hicieron posible el Estado de bienestar, la más formidable aportación europea al mundo contemporáneo, según señaló en su día el excanciller Helmut Schmidt.
Se cedieron competencias y funciones a la entidad supranacional con sedes en Bruselas y Estrasburgo. La ampliación no era un negocio viable económicamente, pero sí que fue un reencuentro de la vieja civilización europea que se había desgarrado a sí misma muchas veces, prácticamente desde la caída de Roma. Europa es hoy, a pesar de las crisis superpuestas, un punto de atracción y una referencia para cientos de millones de personas de todo el mundo. Es un gran espacio de libertad.
Se ha conseguido una unidad de mercado, pero no hay todavía unidad bancaria, fiscal o política. Han emergido las diferencias entre los estados y han surgido partidos xenófobos, euroescépticos y radicales que no creen en la Europa solidaria. En total ocupan una quinta parte del Parlamento Europeo.
Se han empequeñecido los horizontes y vuelven con cierta fuerza los nacionalismos de Estado y otros nacionalismos sin Estado. Esta fragmentación la comprobaremos en las elecciones del 7 de mayo en Gran Bretaña y a finales de año en España cuando Rajoy convoque las elecciones generales.
A juzgar por las encuestas será difícil gobernar con los criterios del bipartidismo que ha vivido la democracia británica durante varios siglos y el que ha imperado en España desde el comienzo de la transición. La gobernabilidad será complicada en Londres, pero también en Madrid. En Catalunya las encuestas señalan que habrá un nuevo partido en el Parlament y que el independentismo no llega a tener una mayoría clara.
Pueden ocurrir muchas cosas inesperadas en esta larga campaña. Si los votos se reparten más o menos a partes iguales entre PP, PSOE, Podemos y Ciutadans, como señala el último sondeo, el problema no será el de la unidad de España, sino el de su gobernabilidad desde parámetros pactistas y transaccionales.
Es cuestión de aplicar más racionalidad a la gestión de los temas públicos. Pienso que la situación tenderá a empeorar un poco más hasta encontrar un punto de encuentro, por insignificante que sea, que nos permita discrepar desde el respeto y la diferencia para reconstruir el edificio social que está desmembrándose paulatinamente.
Si la política no sirve a los intereses más inmediatos de los ciudadanos cae en el desprestigio. Si la corrupción no es castigada de acuerdo con las leyes, si no se garantiza la sanidad y la educación, si no se cultiva la convivencia y el respeto a la dignidad de todos, las tensiones de fondo se trasladarán a la política. La democracia no consiste en mantener a gobiernos de forma indefinida, sino en echarlos cuando no dan respuestas adecuadas.
Publicado en La Vanguardia el 11 de marzo de 2015
En realitat, què ha aportat de bo la globalització ??…o simplement vivim tots en un globus fictici, anomenat globalització ??
Estamos en una situación de cambio, no podemos apreciar hacia dónde nos llevará. La globalización no es nada nuevo, es típico de cada época creer que hemos inventado todo. En el siglo XV Portugal abrió una nueva ruta bordeando África hasta la India y las especias, esto provocó efectos enormes en Oriente Medio y en Venecia. Luego, hay múltiples ejemplos de este tipo. Ahora es más rápido, eso es cierto pero todo se hace por un interés. Se dice que hay más información y conocimiento, pero opino que sí hay más información pero no, necesariamente, más conocimiento, éste requiere esfuerzo y entender lo que se recibe como información; no es fácil. La sociedad humana tiene una influencia sobre la estabilidad del planeta (como tal) tan grande que está obligada a gobernarse en colaboración y sin polos de poder con intereses contrapuestos. En estos momentos nos enfrentamos a nosotros mismos: somos adultos o aún somos unos niños jugando a crear una verdadera civilización de seres responsables y libres.
El exceso de información se transforma en desinformación…
Sr.Foix: creo que la globalización consiste en el pedazo de globo que nos hemos pillado como consecuencia de la mala praxis y corrupción que nos invade…
Vaya !!…he escrito mi comentario antes de leer el de los demás compañeros y en especial el tuyo…..me alegro de comprobar que pensamos lo mismo….
Estamos en el mismo globo Rosamaria…
Dogbert se va a poner celoso.
Dogbert conduce el globo Francis…
No hay diferencias ideológicas tan grandes para tener siete u ocho partidos en los parlamentos.hay búsqueda personal de cuota de poder.
Francis:veo muchas semejanzas entre la foto de Pablo Iglesias en el New York Times y la del Tio La Vara…
http://www.elperiodico.com/es/noticias/politica/pablo-iglesias-portada-the-new-york-times-4007480
http://desmotivaciones.es/carteles/vara/recientes/15