Puede que los índices de lectura hayan disminuido. Los editores hablan de la caída de venta de libros y de diarios. Se ha sustituido, dicen, por los mensajes cortos, los eslóganes, las frases de pensamiento apresurado, frágil, con poca sustancia. La industria vegetal ha adoptado un formato cada vez más digital. Estamos en un periodo de rápida transición que parece muy acelerada pero que tiene sus ritmos imprevistos.
Hay papel para mucho tiempo y habrá nuevos formatos hasta el final de los tiempos. Serán compatibles. El hecho es que se escriben muchos libros, se cultiva la literatura, el ensayo y la historia tanto o más que en épocas pasadas. El conocimiento que viaja sin parar por las redes, en tiempo real, es seguramente una de las revoluciones de más calado de los últimos siglos. Sus efectos son imparables.
Internet ha puesto al alcance de todos el conocimiento que antes estaba reservado a minorías y cenáculos académicos. La historia no se repite pero es imprudente ignorarla. En uno de sus libros sobre el austracismo, Ernest Lluch cita a Benedetto Croce cuando se refería a la historia como el pasado que no pasa. William Faulkner lo expresaba diciendo que el pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado. Todo vuelve de muchas maneras.
El martes presenté en Lleida una novela histórica de Juan Cal, El exilio de Mona Lisa, un relato de dos leridanos que se encuentran en Montauban los años 1939 y 1940. Uno es un joven artista revolucionario y el otro es un sacerdote culto, republicano, que dirige un coro en la catedral y participa en reducidas tertulias conspirativas a las que asisten las fuerzas vivas de la ciudad.
Francia había claudicado ante Hitler, el mariscal Pétain, héroe de Verdún, era un títere del nazismo, los judíos eran perseguidos y enviados en trenes hacia los campos de exterminio de Polonia, los republicanos españoles no eran bien vistos, el presidente Azaña tuvo que ser protegido por la embajada mexicana para que no fuera detenido y entregado a Franco como le ocurrió al president Companys, que murió asesinado en Montjuïc en octubre de 1940.
Es imposible que aquellos dramáticos episodios se repitan. Pero es bueno recrear la atmósfera que se vivía en Europa en aquellos años para no caer en barbaridades semejantes.
El otro libro que presenté ayer junto con Joan Tapia es Matar a Franco, una relación muy minuciosa de
sobre las muchas ocasiones en que falangistas, comunistas, anarquistas y etarras intentaron dar muerte física al dictador. Batista es un periodista que ha escrito mucha historia. Y lo ha hecho bien. Ofrece datos y descubre documentos que muestran las varias veces en que Franco estuvo a punto de ser abatido a tiros, con bombas o explosivos. Murió sedado en el hospital pero no le mataron.
Publicado en La Vanguardia el 12 de marzo de 2015
Sr.Foix; la historia se repite siempre, con otros protagonistas,con otros roles, con otras excusas y filosofías…
El «passat» no mor, sempre que hi hagi quelcom escrit o algú que ho recordi, però és ben cert que, tot i així, la nostra memoria és més aviat curta i escasa, i sovint ens entrebanquem , no una, sino diverses vegades amb la mateixa pedra.