La idea de que podemos saberlo y contarlo todo acerca de otro ser humano es el peor tipo de pesadilla del mundo moderno. Esta queja sobre la fragilidad personal ante el ojo ajeno que lo devora todo, la expone Leonidas Donskis en un excelente diálogo con Zygmunt Bauman sobre la pérdida de la sensibilidad en la modernidad.
El viejo pensador introduce el concepto de ceguera moral, que implica una actitud de indiferencia a lo que acontece a nuestro alrededor más próximo o más lejano. El papa Francisco habla de la globalización de la indiferencia, ese desinterés por lo que le ocurre al otro y esa obsesión en primar lo propio. Interesantes las reflexiones de Fernando Aramburu en El País de ayer sobre la lección de humildad que ha golpeado la conciencia alemana al no digerir cómo en una sociedad tan organizada y responsable se pudo producir la tragedia del avión estrellado voluntariamente sobre los Alpes. Enojo, rabia e impotencia. La condición humana es un misterio.
Uno de los rasgos de la modernidad es la pérdida de la sensibilidad para respetar la intimidad del otro, sus pequeños huertos reservados, sus ideas personales sobre cualquier realidad. Hay que desnudar al adversario, catalogarlo, enviarlo a las estanterías de los almacenes construidos por los fabricantes de etiquetas. No se admiten matices ni claroscuros. No son tiempos de valorar las complejidades humanas o sociales. Basta con la brocha gorda que sitúa en uno de los dos bandos, a lo máximo tres, a cada personaje o institución. Y se pasa pantalla con una rapidez y ligereza pasmosas.
Es cierto que son muchos los personajes del famoseo que se prestan a exhibir su intimidad. Pero también, lo recuerda George Steiner en su reciente ensayo Fragments, «personas de gran capacidad intelectual danzan como animales de circo cuando los medios revelan sus sueldos estratosféricos». Qué disgusto cuando alguien desciende unos peldaños en la lista de los más ricos que publica la revista Forbes.
En nuestro mundo más cercano, los fabricantes de etiquetas no pierden el tiempo. Etiquetan sobre la marcha personajes públicos o privados, libros, autores, editorialistas o instituciones. No se discute el contenido que aportan sino el envoltorio que se les coloca. Al que estorba se le etiqueta debidamente, se le empaqueta con gruesos rotuladores y queda desenchufado del circuito, neutralizado.
No hay una sola fábrica de etiquetas. Pero las hay más poderosas que otras. Todas trabajan a destajo, según sus posibilidades y su infraestructura. En cualquier caso, es el triunfo de la democracia de opinión sobre la democracia participativa basada en la complejidad de la vida y los hechos que la acompañan.
Estas visiones convierten al adversario en enemigo y dificultan la convivencia política y social. Priman la ficción por encima de la realidad.
Publicado en La Vanguardia el 2 de abril de 2015
Sr Foix: se m’ha passat….el seu aniversari és el dia 5……Per molts anys!!
Me sumo a la felicitación de Àfrica… Sr.Foix,muchas felicidades…
Moltes felicitats Sr. Foix
El Sr Foix podría ser el Edward G Robinson catalán.
http://www.biography.com/people/edward-robinson-9460669
Lo veo de detective en una peli de cine negro.
Sr. Foix: Es verdad. Tenemos la mala costumbre de etiquetar a las personas. A veces de palabra y a veces de pensamiento. Según nuestra
educación recibida, concepto de la vida y costumbres.
Pero hay etiquetas que matan y otras que originan guerras. Vease la 2ª guerra Mundial y la etiqueta » Judio » ó la etiqueta de » Naci «.
Actualmente vemos la etiqueta «Cristiano » ó la etiqueta » Giadista » ó la etiqueta de pertenecer al » EI «.
Tambien observamos la etiqueta » Homosexual «, la etiqueta » Puta «, ect.ect.
También, no olvidemos la etiqueta » Corrupto «, ó la etiqueta » Caverna » … ó de Derechas, Izquierdas, Ladrones, ect. ect.
Ó Tambien se pierde el sentido común y la realidad… etiquetando de » Separatistas ó » Independentistas » a todo aquel que solo reclama un mejor reparto equitativo de la fiscalidad impositiva. Asi como la defensa de la propia dignidad humana y linguistica.
Y asi hasta el infinito.
Al buen entendedor…
El artículo refleja lo cómoda que es la simplificación que facilita catalogar a las personas como si fueran entidades simples y definidas. La persona humana se caracteriza por su contradicción, el aprendizaje continuo y la ignorancia que aumenta cuanto más creemos saber. Es tentador usar la demagogia para desacreditar ideas y actitudes, es también fácil caer en el defecto de creer inferiores a nuestros enemigos o destacar su maldad, que puede llegar a percibirse como intrínseca. Las personas conciliadoras han perdido prestigio, se exige posicionarse a favor o en contra, la simplicidad. Se observa que las personas reclaman seguridad en todos los ámbitos, pero no percibimos que el riesgo de algunas decisiones políticas es muy alto y de resultado incierto. Quizá en Catalunya estamos en un proceso revolucionario y nadie lo percibe como tal, y en España tampoco. Las etiquetas ya se han generado: independentistas, unionistas y tercera vía (para algunos ni fu ni fa). En muchos ámbitos de la vida social ocurre algo similar: productivo o no productivo, el ser humano se etiqueta como un número y según su rendimiento económico.
E
Hay más ruido que otra cosa. La sociedad del ruido. Al final el disco más realista de Lou Reed resultara ser el MMM.
Sr.Foix: estamos en el viejo tema de «Difama que algo queda»…