El fútbol se ha adaptado a las nuevas tecnologías con una prodigiosa efectividad. Las redes sociales producen una comunicación instantánea entre lo que ocurre en el césped, la gradería, el público local y el universal. Ya no se insulta a un entrenador que alinea a un jugador penalizado. Simplemente se corea desde la grada “Benítez, mira el Twitter”.
Y el ingenuo Benitez no sabe de qué va. Sí lo saben Chendo, Butragueño y Florentino, que en pocos días ha dado la cara solemnemente en dos ocasiones para deshacer entuertos provocados por el caos del Real Madrid. La chirigotas ya no son patrimonio de Cádiz sino de la Humanidad.
Llegan en tiempo real a la Patagonia o a Namibia. El Twitter no sirve y nos controla. En la noche valenciana del sábado se coreaba “ponte un bozal, Suárez, ponte un bozal”. Su fuera de juego era claro si lo dibujaban sobre la hierba los poco entusiastas barcelonistas de Canal Plus o si los proyectaban los realizadores de TVE desde otro ángulo.
La popularidad universal de un genio del fútbol se mide también por los seguidores en Twitter. Gerard Piqué supera los once millones. La noche de autos, con el Madrid expulsado automáticamente de la Copa, envió una sonrisa inacabable a todos sus seguidores. Le diría con el Quijote reprochándole a Sancho que “has de tener a raya tus naturales ímpetus”.
Gerard, las bromas humillantes no son propias de jugadores de elite. Ni de nadie. Me parece bien que los silbidos, si son en el Bernabéu, te suenen a sinfonía. Pero cualquier sentido de superioridad o de astucia adolescente muestran inmadurez. ¿Y qué me dicen de las perlas de Manolo Sanchís y Poli Rincón justificando desde la COPE la patada seca y dura que Isco le propició a Neymar porque había hecho una virguería con el balón? Y no rectificaron. Justificar la violencia, que no la dureza en el juego, es primitivo y barbárico. La comunicación y las redes sociales no pueden fomentar la violencia con frivolidades inaceptables.
Publicado en el Mundo Deportivo el 8 de diciembre de 2015
Sr.Foix: las redes sociales lo invaden todo, pocos se pueden resistir a dejar su marca u opinión, aunque sea desatinada o inapropiada…el problema de Twitter es cuando uno se transforma en esclavo de miles de seguidores a quienes no se puede defraudar…las palabras se las lleva el viento, pero lo escrito queda y tiene mucha fuerza…
Creo que alguien dijo: soy libre de mis silencios y preso de mis palabras (o algo así)
Es una agresividad banal