Europa ha entrado en zonas de turbulencias cuando se ha dejado arrastrar por soluciones extremas y cuando ha perdido su conciencia de que es una sociedad abierta, plural y respetuosa con sus vecinos.
No hace falta esperar el veredicto de la historia para poder afirmar que lo que ha ocurrido en Europa en los últimos sesenta años es la historia de un éxito. Sobre todo si tenemos en cuenta que lo natural en Europa, antes y después de la Paz de Westfalia de 1648, había sido la guerra como instrumento frecuente para dirimir los conflictos entre reinos, naciones y estados. Por razones económicas, políticas, religiosas, sociales o dinásticas.
El éxito no ha sido solamente político y económico, sino de civilización. Las dos guerras del siglo pasado dejaron millones de muertos en las trincheras europeas y sembraron la discordia entre los nacionalismos de Estado que se entregaron a luchas absurdas para modificar fronteras. Los tratados derivados de la Conferencia de París de 1919 produjeron un nuevo mapa político europeo que levantó vallas cada vez más altas e infranqueables hasta que al final de la Segunda Guerra Mundial Europa quedó dividida en dos bloques contrapuestos desde el punto de vista económico, cultural, ideológico y militar.
Contra quienes sostienen, una vez más, que el declive de Europa y de Occidente está acelerándose hacia el precipicio de la descomposición, conviene tener presente que las necrológicas de Europa vienen escribiéndose regularmente de generación en generación.
Hay indicios de cambios profundos en Europa y en todo el mundo. Son mutaciones imperceptibles entre los periodos electorales que son lo que más preocupa a todos los políticos. Pero esos cambios salen a la superficie y se formulan en distintas formas de organizar las políticas nacionales y supranacionales.
La canciller Angela Merkel atraviesa uno de los periodos más negros de sus más de diez años de mandatos y tendrá dificultades en llegar a fin de año siendo canciller de Alemania. Su popularidad ha caído y en su propio partido ya no goza del apoyo con el que ganó las elecciones del 2013. No es por cuestiones económicas o por políticas sociales equivocadas. Su fragilidad en estos momentos es por haber impulsado una política para aceptar a cientos de miles de refugiados por creer que no se les podía dejar tirados en los caminos y campos de Europa central. Alemania suele tirar por el despeñadero de la historia a sus grandes estadistas. Bismarck y Kohl son dos ejemplos
emblemáticos.
La Europa que se construyó con criterios económicos fue evolucionando hacia posiciones de un reparto de la riqueza más equitativo y justo. Pero no nos engañemos, la crisis occidental no es económica ni política solamente. Es también y principalmente una crisis de confianza entre gobernantes y gobernados.
En los años setenta y ochenta había personalidades desconocidas, como Václav Havel y Václav Benda, que creían que “vivir en la verdad” podía cambiar lo que en la historia parecía inmutable. Quienes transitamos por la otra Europa en los últimos tramos de la guerra fría sabíamos poco de estos hombres que desde sus celdas señalaban la fragilidad de regímenes que se sostenían en la mentira.
El denominador común que vinculaba a estos pensadores silenciados era la convicción de que las corrientes más profundas de la historia son las morales y las culturales. Europa desplegó un espíritu de solidaridad al abrir la puerta a los países que habían caído en el dominio de Moscú. La viabilidad de aquella decisión era incierta. Pero se hizo. Puede que estemos ante un retroceso de dimensiones incalculables y que aquel espacio de convivencia y de protección de minorías sea engullido por los populismos xenófobos que llenan muchas bancadas de parlamentos democráticos.
Los sistemas libres están permanentemente en crisis. Cuando superan una, afrontan la siguiente. Y así hasta el infinito. Europa se enfrenta a amenazas graves. No menores ni mayores que las vividas en el siglo XX. Pero lo que nos puede salvar son los valores de la libertad y de la dignidad humanas, que hacen que la civilización occidental siga siendo el atractivo más potente de la inmensa mayoría de ciudadanos del mundo.
Las diversas crisis políticas en Europa, la de España y la de Catalunya también, se superarán en un ámbito abierto de libertades y pluralidad de intereses y de ideas contrapuestas. Siempre desde el respeto al que piensa diferente. Javier Zubiri coincidía con Paul Valéry en que la filosofía griega, el derecho romano y la religión de Israel, “dejando de lado todo su rigor y su destino divinos”, son las creaciones mayores del espíritu humano.
Publicado en La Vanguardia el 3 de febrero de 2016
Jo vaig viure com a invitada a França durant la nostra guerra era una nena de 7 o 8 anyns i recordo amb tristesa i plurant veient passar tota aquella povre gent pensant que els meus pares hi serien.El matrimoni frncés em cuidave com si fós filla d´ells mai podré olvidar-los Desgraciadament els moments que viu la UE. És molt complicat no hi ha feina per a tothom i tal com diu en Josep hi ha governants i gvernats i molt poca caritat critiana.
Me parece muy bien lo que dice sr. Foix. Pero Josep Ramón no va tampoco desencaminado. En mi opinión los grandes logros obtenidos por los europeos después de la Segunda Guerra Mundial pueden perderse. Y esto me lleva a plantarme el contexto en el que eso fue posible, es decir durante la Guerra Fría, con el fin de los imperios en ultramar, y protegidos los europeos en el continente por los Estados unidos: mostrando que era posible un capitalismo de cara amable con un buen estado del bienestar que sin duda disolvía en occidente el tirón comunista, y en oriente ofrecía un modelo aceptable. Y más libre. Concuerdo con Foix que el horror de las guerras probablemente determinaron a los europeos a decir basta y a unirse, pero me pregunto si la propia CEE habría sido posible sin el contexto que expuesto. Esa igualdad, libertad, y fraternidad, peligra y a veces ya no la veo.
Saludos
Hoy la reflexión es demasiado profunda.
Conviene leerla dos veces para ver en el artículo una loa a Europa que me gustaría compartir, pero no puedo. Lo siento.
Me reconozco decepcionado de esta Europa actual. No es la Europa unida por ideales de libertad, fraternidad e igualdad derivados de la Revolución francesa y que modificaron para siempre los viejos regímenes. es solo un Mercado Común con una moneda casi única.
Es una Europa incapaz de imponer la igualdad en el trato de todos sus ciudadanos con una política fiscal homogénea. El ejemplo es que tenemos un presidente de la Unión?, que implantó la tasa del 5% sobre beneficios obtenidos en cualquier miembro, mientras era primer ministro de Luxemburgo. En pocas palabras Luxemburgo e Irlanda recaudan los impuestos sobre beneficios recaudados, por ejemplo en España, mientras a esta se le exigen ajustes, necesarios pero hasta cierto límite si se computan los impuestos dejados de recaudar aquí. A modo de ejemplo: algunas empresas quen no pagan en España: Amazón, Appel, AXA Group, Burberry, Cargill, Richard Ellis, Pepsi, Procter and Gamble, Vodafone y terminaríamos con Volkswagen, dejando algunos cientos enmedio.
Es una Europa que suplica la permanencia de Gran Bretaña en ella, a pesar de no estar incluida en la valoración del Euro como moneda común. Mientras, esta, Gran Bretaña, impone los impuestos dejados de cobrar a Google. ¿Que Europa es esa que doblega el espinazo hasta enseñar donde la espalda pierde su digno nombre, aceptado su exclusión del Tratado de libre circulación? ¿Donde queda la dignidad?.
Es una Europa que ha visto como se gestaba el conflicto en Siria sin mover un dedo. El buenismo no justifica su actitud y ahora pagaremos sus consecuencia. O peor todavía, acaso lo provocamos para tener acceso al petróleo con un pipeline a través de Siria y sus dirigentes se opusieron y en consecuencia sobraban?
Lo siento Luis, con todo cariño, aceptame esta poco documentada opinión pero creo que poco tardaremos en tener que afrontar responsabilidades internas y externas por someterse a los dictados de intereses espúreos.
Totalment d´acord, Josep Ramón.Cuando preguntas que Europa es esa que doblega el espinazo… y donde queda su dignidad, mi pregunta es otra. ¿Que es la Europa actual?. No es un país, una nación, un estado federal o confederal.
Se le denomina Comunidad Económica Europea.
Por las diferencias fiscales que muy bien enumeras y otras diferencias igual de lesivas a la igualdad de trato, debería llamarse
COMUNIDAD ECONÓMICA DIFERENCIAL EUROPEA
Tengo mis dudas sobre el futuro de esta entelequia que hoy llamamos Europa.
«»»Pero no nos engañemos, la crisis occidental no es económica ni política solamente. Es también y principalmente una crisis de confianza entre gobernantes y gobernados»»»…Sr.Foix: Vd resume en pocas palabras la realidad de todo cuánto está sucediendo, se han creado dos clases sociales únicas,la de los gobernantes y la de los gobernados…