Importa poco la pulverización de récords. Ni siquiera la consecución de títulos es tan importante ante el espectáculo continuado de estética y eficacia futbolística. El gol de Leo Messi trazó una trayectoria artística que impidió a Sergio Rico evitar el gol del empate.
El Sevilla fue el mejor adversario que visitó el Camp Nou, según Luis Enrique. Se adelantó, se le empató y se le ganó. Con dificultades, sí, pero con la seguridad de que se aspira a todos los títulos como el que fabrica artesanalmente los sofisticados relojes suizos. Pase lo que pase el Barça de Rijkaard, Guardiola, Vilanova y Luis Enrique es la historia de un éxito sin precedentes.
Messi ha sido el hilo conductor de esta epopeya. Pero no habría sido posible sin Iniesta, Xavi, Busquets, Piqué, Ronaldinho, Bravo, Puyol… y, muy especialmente, sus amigotes que le asisten en el Tridente. Neymar y Suárez son artistas irrepetibles.
Probablemente, es la mejor delantera del mundo. Aunque quedan 36 puntos en litigio, es reconfortante entrar en marzo a ocho puntos del Atlético y a doce del Madrid. Todo puede ocurrir pero los gritos de “Florentino dimisión” en la fría tarde del sábado en el Bernabéu indican algo más que una crisis pasajera del gran rival irreconciliable del Barça.
Demuestran que el desfile inquietante de entrenadores, las declaraciones despechadas y vanidosas de Cristiano, un Florentino flanqueado por Aznar o Rajoy, fichar a los mejores individualmente sin pensar en el equipo, no son la fórmula más idónea ni para ofrecer espectáculo ni para ganar títulos.
El efecto Zidane sólo perdurará si llegara a ganar la Champions. Es momento de gozar del espectáculo y de la polifonía de un conjunto armónico que tiene fuelle para rato. La próxima estación será el jueves ante el Rayo del valiente Jémez. La rutina de la victoria es tan peligrosa como el síndrome de la derrota. El barcelonista clásico es desconfiado. Y hace bien. Los títulos no son ficción.
Publicado en el Mundo Deportivo el primero de marzo de 2016
Sr.Foix: no hay casualidades…el final de Florentino refleja el final de toda una época de contratación pública en los palcos… a Zidane siempre le quedará Paris…