La historia nos muestra infinitos ejemplos de decisiones equivocadas que pudieron evitarse con una simple dosis de realismo. Hay políticas que no se pueden llevar a cabo. Y, sin embargo, se han acometido causando la perdición o el perjuicio a muchos de sus promotores. Son las tesis abordadas magistralmente por Paul Kennedy y Barbara Tuchman en el Auge y caída de las grandes potencias y La marcha de la locura, respectivamente, dos libros de referencia escritos hace unos años.
Los soviéticos sabían que con la invasión de Afganistán ponían a prueba la resistencia de sus ejércitos en tierras de Asia Central. Protagonizaron la última invasión masiva de un país vecino y aquellos diez batallones que cruzaron el Himalaya acabaron con el prestigio militar soviético y, de pasada, dinamitaron la URSS.
Los norteamericanos, desde Kennedy a Nixon, sabían que la guerra de Vietnam se convertiría en una ratonera en las junglas indochinas. Lo sabían y, sin embargo, intensificaron sus ataques por tierra, mar y aire hasta salir derrotados y humillados por las tropas de Ho Chi Minh.
Es evidente que la decisión de expulsar a los refugiados que lleguen a Grecia a partir de ahora es una equivocación política con derivaciones morales de gran calado que contravienen las convenciones sobre los derechos humanos y la dignidad de las personas. Lo saben, pero lo han aprobado solemnemente y las puertas de Europa se han cerrado a los que huyen de la guerra, devolviendo a los refugiados a Turquía como si fueran sobrantes humanos. Los hay que transitan por los Balcanes como almas en pena que no pueden entrar en Europa ni regresar a Turquía. Las acciones políticas no son inocuas. Los conflictos suelen nacer con pequeños incidentes o con injusticias menores para convertirse con el tiempo en confrontaciones de dimensiones imprevistas.
Los cuatro partidos que obtuvieron más votos y más escaños en las elecciones del 20 de diciembre tienen el mandato de formar gobierno. No se han puesto de acuerdo hasta ahora y las posibilidades de pactos que conformen una mayoría son cada vez más remotas. A ninguno de ellos parece interesarle unas elecciones inmediatas. Y, sin embargo, todo indica que volveremos a votar antes del verano.
Mariano Rajoy vive encerrado en su urna de cristal esperando que escampe y que los españoles le reconozcan los logros que ha conseguido en la gestión de la crisis económica. Ha vivido sin aliados durante la legislatura y sigue en su soledad en funciones en la Moncloa. Sabía que el problema catalán no se resolvería con el quietismo ni con golpes de Constitución a cualquier movimiento soberanista e independentista que viniera de Catalunya. Debía saber que los conflictos políticos se abordan desde la política y él ha preferido parapetarse en la reglamentación.
Pedro Sánchez sabe que podría conseguir la investidura pero no sería capaz de formar un gobierno mínimamente estable. Pero actúa como si los resultados no le hubieran dado sólo 90 diputados, la peor marca socialista. Bascula hacia el centroderecha de Ciudadanos y merodea en los sectores más afines de Podemos intentando la cuadratura del círculo. A Pablo Iglesias le explotan las dimisiones y los reproches de los suyos en la cara. Ninguno de ellos dice optar por nuevas elecciones pero si no hay una gran coalición, sacrificando los nombres que haga falta, será imposible gobernar. Es más una cuestión aritmética que ideológica. Pues iremos a elecciones y por mucho que digan los demoscópicos los resultados serán distintos y habrá que formar mayorías de gobierno.
En el caso de Catalunya la situación es más compleja porque la ficción se ha sobrepuesto a la realidad desde que Artur Mas decidió adelantar las elecciones en el 2012. La comunidad internacional ha enviado todos los mensajes posibles diciendo que el camino hacia la independencia no admitía atajos. La UE no ha emitido una sola señal positiva hacia la causa de la independencia. Las instituciones y partidos españoles han hecho causa común en contra de la secesión catalana. Y, además, no se ha conseguido una mayoría clara a favor de la independencia. Artur Mas, paradójicamente, no dimitió por la causa soberanista sino porque la CUP votó en contra de su investidura.
El president Puigdemont sigue el mismo guión y el vicepresident Junqueras no tuerce su línea argumental aunque se deje caer en la oficina del ministro en funciones Montoro para que inyecte unos centenares de millones de euros en las arterias de la endeudada economía catalana. Todos los protagonistas sabían que la independencia no se conseguiría por la vía rápida y, sin embargo, siguieron adelante. Quedan 15 meses para comprobar si aquellas euforias respondían a la realidad social o eran un fruto del voluntarismo.
Particularmente creo que hay claros responsables de unas situaciones lamentables. En Cataluña el personaje se llama Mas y en España Sànchez. Egocéntricos ambos sin límites. Estadistas de salón.
Sr.Foix: estos también piensan que lo saben y se vuelven a equivocar…han de descubrir que se equivocan porque no saben…
Sr. Foix: Pienso que todos sabemos que sin contar con Cataluña, no se podrá gobernar España, por mayoría.
Y también sabemos que la indignación y el deseo de divorcio se colmo con el rechazo y la casi total anulación del Estatut ( por parte de la casi mitad de los componentes del Tribunal Constitucional ) , aprovado y refrendado por el Parlamento de Cataluña y el Parlamento de España y del Senado Español.
Y luego lo que colmo el vaso fué el Portazo de el Honorable Don Mariano Rajoy a el Honorable Don Artur Mas, por la solicitud de un mejor trato fiscal más equilibrado y lógico.
¡ Sigan…sigan… así Señorías del PP y del PSOE…y España seguirá también sin mayoría para gobernar…pues falta la aprovación de Cataluña y de todo el resto de la antigua Corona de Aragón.
Todo nació con el abuso impositivo y la ahogante carga fiscal desproporcionada a la que se le junto la anulación y el ninguneo del Estatut solo por 7 personas.
A el buen entendedor
En total y abdoluto desacuerdo con Albert.
Olivia Sola, no pretendo tener razón, lo único que yo pretendo es que España considere ó busque una solución definitiva a esta crisis de paralización mental y de ideas, que solucione, satisfaga, NOS UNA y nos beneficie a todos/as sin excepción.
Hay algún tema no complejo, para el próximo semestre? Alguien tiene claro del riesgo de cada escenario ? Apostamos pues por una dirección sabiendo de los grandes riesgos, o bien pactamos un acuerdo por el bien común ?