Se quejaba Manuel Azaña que la República no había superado el atavismo de una centralización exagerada del Estado. Lo comenta en su libro “Mi rebelión en Barcelona”, una crónica espléndida sobre su paso por Catalunya donde se retiró en el mes de agosto y septiembre de 1934 para alejarse de la política madrileña que estaba en manos de la derecha después de las elecciones de 1933.
Fue homenajeado en Barcelona en multitud de actos. Asistió al funeral de Jaume Carner, ministro de Economía del segundo gobierno Azaña. Su estancia coincidió con la proclamación de “la República Federal Española y el Estado Catalán dentro de ella” por parte de Lluís Companys. El recién formado gobierno Lerroux le acusó de haber estado detrás de aquel golpe de Companys que comportó la disolución del régimen estatutario.
Azaña defendió el Estatut de 1932 con la vehemencia de sus palabras y la claridad de sus argumentos delante de un Ortega y Gasset que no estaba a favor del Estatut y que acabó admitiendo la conllevancia entre Catalunya y España como única salida al viejo contencioso entre Madrid y Barcelona.
Las reflexiones de Azaña durante aquel cautiverio tienen el interés de toda su obra escrita. Redacta desde los barcos en los que estuvo confinado durante más de dos meses. Insistía en que nada tenía que ver con el gesto desafiante de Companys. Pero no le creyeron y siguió privado de libertad hasta finales de aquel año. Había sido detenido por la autoridad militar.
Azaña defendió el Estatut de Catalunya. Pero criticó duramente a ciertos sectores del catalanismo a los que tildó de autoritarios. Es interesante releer este relato de su cautiverio en dos o tres barcos de la Armada anclado en el puerto de Barcelona.
Tres años más tarde, en plena guerra civil, llega el gobierno de la República en peso desde Valencia a Barcelona siendo Azaña presidente de la República. Fue una consecuencia de los «hechos de mayo de 1937», una encarnizada batalla ideológica y vbiolenta entre los partidarios de Stalin y los de Trotsky. Comunistas contra comunistas. Las relaciones con el president Companys fueron muy malas por el simple hecho de que el Estado se había instalado en Barcelona y era muy difícil la convivencia entre el presidente de la República y el de la Generalitat.
Pero en “Mi rebelión en Barcelona”, Azaña se ocupa también del talante de los que han ocupado siempre el Estado y no han considerado nunca la posibilidad de que se pudiera articular una estructura plural, federal o, cuando menos, no unitaria.
Escribe que “pasó la política que fundó el régimen aquél; pasó el imperialismo español, la gloria y la grandeza, y hasta la capacidad de alentar el heroísmo; però no ha desaparecido la propaganda; la doctrina ha subsistido año tras año, y así se da el caso de que Felipe II, en la segunda República, tiene más partidarios que cuando gobernaba en El Escorial”.
La visión unitaria del Estado es muy antigua en buena parte de la sociedad española. Perdura en el tiempo y en todos los sistemas. Quizás habría que probar, no sé si se está a tiempo, una nueva fórmula en la que todos nos podamos sentir cómodos sin renunciar a las respectivas maneras de identidad cultural, económica y política.
El momento político y social actual de España, se ha fraguado a lo largo de muchas décadas; todo el territorio ha salido beneficiado. Es incuestionable que existen diferencias geoestratègicas entre las distintas comunidades que determinan los distintos ritmos de evolución y desarrollo. Es evidente que se ha hecho mas inversión en las comunidades más ricas, para potenciar sus fortalezas. Las diferencias culturales y el respeto a la diversidad sólo dependen de la educación que se imparta en las escuelas desde el primer día de escolarización de los niños. Nada justifica la independencia de ninguna comunidad. La política de remarcar, y potenciar los hechos diferenciales y ningunear los comunes me parece retrógrada en nuestro mundo irreversiblemente globalizado. Si voy al País Vasco y he de usar el Euskera o me voy a vivir a Viella y he de usar el Aranès si o si, está claro que pierdo mucho caudal productivo inútilmente; distinto es si ya como hobby quiero profundizar en el idioma propio de ese territorio en el que nadie impide que la gente use como vehículo de comumicación para el pueblo llano o el pueblo erudito.
Es así, el tema común de las comunidades que defienden la independencia está en la lengua y todos sabemos que perder fluidez en las lenguas que unen los territorios es un error.
No estoy orgullosa de mi tierra, Cataluña. Sus políticos no han sabido hacer mantener el respeto que nos merecemos por nuestros hechos diferenciales; nos han metido en la senda del adoctrinamiento y la confrontación y utiliza a los niños en las escuelas para llevarnos por sendas preconcebidas por sólo una parte de la población. Demasiada exhibición infantil el las manifestaciones de la»Diada», demasiado escoramiento en los «mitos» y «hèroes» nacionales. Una pena!!
Sr.Foix: decía Manuel Azaña que …»El patriotismo no es un código de doctrina; el patriotismo es una disposición del ánimo que nos impulsa, como quien cumple un deber, a sacrificarnos en aras del bien común; pero ningún problema político tiene escrita su solución en el código del patriotismo»…Manuel Azaña fue un político que vivió todos los cambios habidos y por haber en España… nació en un Reino, presidió una República y murió cuando España ya estaba en una dictadura…
Sr. Foix :
Siempre se está a tiempo mientras no se llega al final de la situación actual.
Pero no creo que con los mandatarios actuales de los partidos españoles se este a tiempo de nada por muy largo que se lo fiemos.
Por la cegéra ideológica y económica de éstos mandatarios, creo, como Josep Viñas que la independencia es irreversible.
Sr. Foix: Pienso que se trata seguramente de la conveniencia de la economía inproductiva y subvencionante, … en dominar y mandar sobre la economía productiva, consumidora, cotizante al estado y a la seguridad social para el beneficio propio. Nada mas.
Y aquí caben todos.
No creo que se esté a tiempo.
La Constitución no se podrá cambiar nunca en el sentido de que otorgue a Cataluña un estatus diferente.
No podemos ser nosotros mismos porqué en España ya han decidido (sin consultarnos) que hemos de ser “como el resto de españoles’.
Sólo queda un camino –que será largo pero irreversible- la independencia.