Cameron se va y no pasa nada

David Cameron era primer ministro al empezar el verano. Ahora ni siquiera será diputado.

Lo ha anunciado por sorpresa. David Cameron, seis años primer ministro hasta la derrota del Brexit el 24 de junio pasado, ha renunciado a su escaño en el Parlamento británico. Hace un año ganó por mayoría absoluta las elecciones generales y pudo desprenderse de los liberal demócratas para gobernar en solitario hasta el 2020. Prometió un referéndum sobre la permanencia británica en la Unión Europea. Tenía la convicción que lo ganaría y lo perdió. Alguien comentó que llevaba dos referéndums de más.

En las democracias parlamentarias un primer ministro se va cuando pierde una votación importante. David Cameron apostó por combatir el Brexit. Perdió y a la mañana siguiente anunció que dejaba el cargo de primer ministro. Sería para octubre. Pero adelantó la decisión y en pocas semanas se produjo el relevo en Downing Street con Theresa May como nueva primera ministra. Todo muy rápido. Como dando a entender que la vida pública tiene su propio calendario y sus no escritas reglas de caducidad.

Una de las razones de Cameron es que si alguien ha servido al país como primer ministro durante seis años no tiene sentido seguir en los Comunes como diputado de a pié. Muchos de sus antecesores han pasado a la Cámara de los Lores y allí se han consumido hasta el final.Lady Thatrcher así lo hizo.

Cameron, a sus 49 años, ha decidido abandonar la política activa. Se va y no pasa nada. La política es transitoria si se considera como un servicio a la sociedad. No se vive de ella sino que se sirve al ciudadano a través de la actividad política.

La perpetuación en los cargos de los partidos, de los gobiernos y de las instituciones es un mal servicio a la sociedad. Aquí se pueden perder escaños y votos a raudales. Nadie se mueve. Las dimisiones son raras porque existe un extraño sentido de patrimonialidad de la política.

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