Observando los acontecimientos inesperados que perturban a millones de personas es lógico inquietarse. Pero nada es nuevo. Todo ha ocurrido y todo volverá a ocurrir. Son tiempos en los que está a prueba la resistencia de pueblos y naciones que han entrado en una era de cambios que no sabemos quién los controlará ni cómo.
En su biografía de Montaigne, escribe Stefan Zweig que la auténtica tragedia en la vida de Montaigne consistió en tener que ser testigo impotente de esta horrible recaída del humanismo en la bestialidad, uno de esos esporádicos arrebatos de locura de la humanidad como el que vivimos hoy. Zweig se refería a las convulsiones y enfrentamientos provocados por la ideología nazi que condujeron a la última guerra mundial.
Nada hace pensar que estemos en una sitduacón semejante. Lo que sí es cierto es el movimiento tectónico que se ha producido en todo el mundo democrático occidental dividiendo radicalmente a sociedades democráticas y pactistas. Fracturas entre buenos y malos, entre derecha e izquierda, entre ricos y pobres, entre la inteligencia académica y el conocimiento vulgar de la gran mayoría.
Hay un cambio de referencias, una línea tenue entre la verdad y la mentira, entre los hechos y las opiniones, entre el ser y el tener. Un mundo que se viene abajo y otro que le sustituye. El historiador Tucídides advertía que las principales razones por las que se hunden los imperios y las civilizaciones son el orgullo, la arrogancia y la confianza excesiva que también se la puede llamar engreimiento.
Otra de las razones que causan la perdición de gobernantes y regímenes es el recurso a la mentira como instrumento natural para alcanzar o retener el poder. La mentira recorre impunemente los espacios democráticos pervirtiendo todo lo que encuentra a su paso. Lo arrasa todo. Detrás de la mentira viene la frustración y el fracaso. El Brexit y Donald Trump han recurrido a las mentiras de forma frívola e irresponsable. No sé cómo pero pagarán el precio de mentir.
Sr. Foix: » La mentira corrompe a la democrácia » … y me atrevería a decir que el… panzacontentismo…con su frescura, indolencia, tolerancia, el dejar hacer sin mover un dedo, para solucionar la pandemia de la corruptosis y su ludopatía de la codicia de riqueza y poder, sin límites, … también contribuyen, suman y complementan a corromper y destruir a la democrácia.
Pero no lo consideramos porque nos pasa desapercibido. Solo vemos mentiras y corrupción… pero y lo demás subyacente … ¿ Queee eeeh ?
Sr.Foix: como bien dicen mis compañeros, los ciudadanos somos los que pagamos el pato siempre…y otra de las razones que causan la perdición de gobernantes y regímenes es la ignorancia…
Estic d’acord amb david g.
Ells potser pagaràn el preu de les seves propies mentides simplement perden el càrrec.
El preu més alt, el pagarem nosaltres.
Extraordinario artículo. Ya nos lo advirtieron los clásicos, desde Tucídides, pero caemos en el engaño y las trampas que nos tienden, votamos a quienes promulgan la mentira y después tenemos el gobierno que merecemos.
Francesc Cornadó
no son los políticos los que pagan el precio de las mentiras: los pueblos que los votan son los que, merecidamente, pagan las mentiras que ellos mismos han comprado (por interés, por ingenuidad, por ignorancia, por ensoñación, por desconocimiento, o, directamente, por mera imbecilidad) en las urnas.
Lo peor no es que al final lo paguen quienes. Han comprado las mentiran en las urnas. Lo peor es que quienes primero y peor lo pagan son quienes se han encontrado enmedio, se han opuesto y no han querido comprar