Es prematuro anunciar el fin del mundo. Su hora no ha llegado todavía. Estamos, eso sí, en un mundo distinto, nuevo, que está cambiando los paradigmas a una velocidad descontrolada. La elección de Donald Trump está siendo tratada con análisis que nadie se atrevió a hacer hasta el día siguiente de su elección. Vemos cómo va escogiendo a sus más próximos colaboradores, personas con perfiles que están muy identificados con el discurso que le permitió ganar las elecciones.
El problema no es lo que vaya a hacer Trump en un mundo en el que la transparencia no depende ya sólo de los poderes públicos, sino de los ciudadanos que tienen a su disposición mecanismos para controlar a las elites de todo tipo. La capacidad de los ciudadanos de fiscalizar a las clases dirigentes no había sido nunca tan alta ni tan sofisticada.
El problema, por lo tanto, no es lo que va a hacer, sino cómo ha llegado a la presidencia una persona que se ha saltado las reglas de juego, ha mentido obscenamente y ha hecho promesas de gran envergadura sin advertir que no se podían cumplir. La victoria de Donald Trump es un estímulo para políticos sin escrúpulos en muchas partes del universo democrático.
Cuando en su primera entrevista como presidente electo le preguntan sobre las mentiras y amenazas que ha utilizado en la campaña, su respuesta es escueta: he ganado las elecciones. El mensaje que lanza es que la victoria justifica cualquier exceso retórico y cualquier promesa que no tiene necesariamente que cumplirse. El éxito está por encima de todo, una idea que pasa por delante de otras consideraciones sobre el respeto a los otros y a sus opiniones, uno de los puntos incuestionables de la democracia liberal tal como la entendieron los padres fundadores de Estados Unidos y ha sido adaptada en los sistemas libres del mundo occidental.
Parece como si las reflexiones de Isaiah Berlin o de pensadores liberales como Zygmunt Bauman o George Steiner hayan sido apartadas de la centralidad del pensamiento político que ha influido en las democracias en los últimos setenta años. Cuando los políticos abandonan los principios lo arriesgan todo. Es frecuente que entonces aparezcan los bárbaros que gradualmente van imponiendo como normal lo que va en contra de los intereses y convicciones de quienes aplaudieron con entusiasmo su llegada.
Estamos, por tanto, en un mundo nuevo que aparece dividido y troceado con posiciones irreconciliables. La victoria de Trump ha confirmado las corrientes de fondo que están surcando la política europea desde que estalló la crisis en 2008. La intransigencia ideológica es cada vez más potente. El desprecio al que no piensa igual, al extranjero, al pobre, al perdedor, lo comprobamos en países y sociedades cultas y avanzadas como la finlandesa, danesa, francesa, británica y austriaca.
La división en forma de intolerancias mutuas es la moneda de cambio en todo los países occidentales. Si el triunfo de Trump augura más victorias populistas en el universo de las democracias liberales, la misma existencia de la Unión Europea tal como la entendemos ahora puede volar por los aires.
Es poco esperanzador que el nuevo estratega jefe de la Casa Blanca sea Steve Bannon, un personaje agitador que ha ayudado desde la derecha radical a la victoria de Trump. Ha atacado severamente a demócratas, musulmanes y su antigua esposa le acusó ante un juez de ser antisemita. El odio engendra odio.
Quienes comparan la victoria de Trump con la de Reagan en 1980 se olvidan de que Reagan era un optimista y Trump ha construido su relato sobre un pasado imaginario en el que la supremacía del hombre blanco tiene que prevalecer. Rudyard Kipling justificaba las colonizaciones victorianas del siglo XIX como “la carga del hombre blanco” para trasladar a los indígenas los valores imperiales que preparaban las elites desde Londres.
Las protestas en las calles de las grandes ciudades sobre una victoria electoral no tienen precedentes en Estados Unidos. Se han repetido durante una semana. Lo más normal es que disminuyan en número y en periodicidad. Pero si continúan, revelarán que la división en la sociedad norteamericana es tan fuerte como lo pueda ser en Europa.
La victoria de Trump, posiblemente, es la última batalla abierta del hombre blanco en Estados Unidos. Si el nuevo presidente se deja llevar por su entorno que quiere cambiar sociológicamente el EE.UU. de hoy, encontrará muchos obstáculos. Por cuestiones demográficas y culturales.
Los contrapesos del sistema le pondrán en su sitio. Pero las ideas radicales seguirán a su ritmo hacia los extremos. Es el mundo nuevo de confrontaciones internas y externas con líderes frágiles y simplistas.
Publicado en La Vanguardia el 16 de noviembre de 2016
Esta vez discrepo, Trump ira rebajando sus pretensiones, porque es cierto que hay contrapesos….nos pasamos mucho tiempo diciendo que hara Trump, cuando es mas necesario saber que harán los otros, acción-reacción.
Las mentiras ahora son menos mentiras, los ciudadanos tienen mas medios para contrastar la información.
Ramon, estoy de acuerdo en todo, porque es la realidad.
Lideres fragiles y simplistas. I tant!
Voy a decir una barbaridad (una mas) pero la condescendencia del Sr. Foix y mis compañeros de «comentaria» me lo disculparan.
No añoran la inteligencia de los tiempos de la llamada guerra fria?
No añoran aquel ajuste fino, aquel sutil equilibrio, aquel contrapeso…?
No lo añoran?
Entre Vds y yo, yo tampoco, pero no me gusta para nada esta estupidez a la enesima potencia que gobierna y manda en todo el planeta, que desprecia a las personas, que no se conmueve por nada, que se jacta de mentir, que se mofa de todo sin compasion.
Y esto sucede en USA, en Europa, en españa y en Catalunya.
No es el fin del mundo efectivamente, pero como dijo Marine LePen (otra que viene!) es el fin de UN mundo.
El panorama esta tan negro que solo puede hacer que mejorar de no ser asi, el ultimo que apague la luz.
Estoy de acuerdo en todo, dogbert.
Dogbert, ya ni podemos apagar la luz, estamos a dos velas…
Sr. Foix : Tomo nota de todo lo que nos previene y del problema que se nos viene encima. Pero en especial tomo buena nota del último párrafo de su artículo, pues nos da, unas ciertas, buenas esperanzas.
Aunque sigo pensando que aun tendrán ó tendremos que pasar unos 5, 6 ómás años, de sangre para unos, sudor para otros y lágrimas para que todo vuelva a la normalidad democrática y social.
Un análisis muy lúcido y clarificador sobre la elección de Trump. Le felicito, Sr. Foix!
Con el más cordial saludo
J. M. Caparrós Lera
Sr. Foix,
Preparesé a comentar otro terremoto : la victoria de Marine Le Pen a la presidencia francesa.
Sr.Foix: sabiendo que el fin del mundo no está cerca, me deja Vd más tranquilo…ahora nos queda por saber, si el fin del cachondeo que se traen unos y otros con nosotros, está cerca o si la cosa va para largo…
Sr.Foix: con respecto al tema Trump, tengo entendido que estudió en la Wharton School y su fortuna se la debe a los negocios de su padre, por tanto no es ningún lumbreras que ha salido de la nada… Trump acumula no obstante cuatro bancarrotas, numerosos pleitos contra él y polémicas por su contratación de trabajadores extranjeros con contratos basura y abuso del «branding»…no es oro todo lo que reluce, aunque su casa esté llena de dorados y comparta ese mal gusto en decoración con las clases altas rusas…
el entorno que rodea a un personaje , te da siempre una idea bastante exacta de quien es.
És como un espejo….y francamente todo lo que rodea a este personaje es muy pero que muy lamentable….
BaertoloméC, por lo visto Trump, padece de la ludopatia de la especialidad… » Corruptosis del Peix al Cove » …muy contagiosa y extendida entre las altas esferas de las élites, del globo terraqueo.
Es por aquello de …» ¡ El poder corrompe ! » … el suma y suma y sigue, … que nunca tienen suficiente poder y dinero acumulados.
…CREO QUE VA PARA MUY LARGO…BartoloméC…
Eso mismo me temo Rosamaria…