Los balances de fin de año son demasiado simples. Les falta perspectiva y profundidad. Son estampas de hechos inmediatos. Siempre pensamos que vivimos tiempos excepcionales. Todos lo son y lo han sido. Los movimientos tectónicos en la historia son constantes aunque a veces no se perciben. Hay motivos para pensar que 2016 ha sido un año de inflexión entre un mundo previsible y otro que se acerca cargado de interrogantes.
El Brexit y la elección de Donald Trump han sido dos fenómenos improbables que se han convertido en realidad. Desde Gran Bretaña y desde Estados Unidos, han salido mensajes de fragmentación, de odio al extranjero y de proteccionismos de viejo cuño. La guerra en Siria es una nueva incapacidad para poner fin al sufrimiento de millones de personas por la llamada razón de estado. Todos han querido parar la sangría de vidas humanas y los muertos se han sumado por centenares de miles.
El nacionalismo de los estados va a acelerarse en los próximos tiempos. Estados Unidos amenaza con el proteccionismo, Vladimir Putin quiere recuperar el poder que la Unión Soviética y el imperio de los zares exhibieron durante siglos, Polonia y Hungría se alejan de la idea central de Europa. Alemania, Francia. Holanda abrirán las urnas en unos meses y no hay que descartar que la corriente de fondo que ha afectado a la política británica y norteamericana se reproduzca de alguna manera en esos países imprescindibles para el normal funcionamiento de la Unión Europea.
Lo que es innegable es que los cambios en la manera de vivir, de trabajar, de divertirse, de viajar y de producir han cambiado de forma radical. Los avances científicos siempre han modificado el estilo de vida de las gentes en todos los tiempos y continentes.
La historia demuestra que siempre que se han producido grandes avances de la ciencia se han traducido en tensiones sociales que han durado años. Se pierden las referencias humanistas y espirituales. El siglo XVI con la invención de la imprenta por Gutenberg es un ejemplo incuestionable. La Gran Guerra de 1914 fue precedida de un progreso científico y social que entusiasmaba a las sociedades europeas de comienzos del siglo pasado. Luego vinieron las grandes catástrofes de las dos guerras mundiales.
Los sistemas democráticos y liberales acabarán imponiéndose pero antes pueden producirse grandes confrontaciones que serán fruto de una mezcla de descontento por las desigualdades que genera la globalización, por el proteccionismo, por la xenofobia y el nacionalismo rampante que desprecia a los demás. La capacidad histórica de la democracia para reinventarse y adaptarse a los tiempos nuevos es innegable. Pero los dientes de sierra en este avanzar errático de la historia contienen momentos de esplendor y de sufrimiento y violencia.
Y eso, buenas fiestas a todos,
Francesc
Mi contribución navideña: http://bit.ly/2ix3SdK
Muchas gracias Francesc…
Sr.Foix: los avances tegnológicos provocan siempre transtornos sociales, ya se vió con la revolución industrial de principios de siglo…ahora estamos en una situación de dualidad, hay avances tegnológicos increibles y una explotación laboral que raya en la esclavitud…o la supera…
Sr. Foix: Un artículo donde Vd. nos describe en pocas palabras lo que fue el pasado, como es el presente y con su clarividencia nos adelanta el futuro que será.
Por mi parte, repito lo dicho otras veces : » Muchos adelantos, mucha informática, muchos robots que lo hacen casi todo, mucha subtitución del ser humano por máquinas informáticas robotizadas, pero …el pan aun hay que sudarlo. »
Hay que crear puestos de trabajo, pero nos van subtituyendo por máquinas y con la globalización van cerrando las fábricas y trasladando toda la producción al extranjero.
Asi perdemos millones de puestos de trabajo aquí, mientras los creamos con sueldos de esclavitud, en lejanos paises extranjeros. Asi perdemos consumidores, cotizantes al Estado y a la Seguridad Social, ect.
Luego como importamos artículos, ect., a precios mucho más baratos vivimos en el espejismo de la baratura, pero no nos damos cuenta que el Estado de resultas de la falta de recaudación, nos sube los impuestos a gran escala.
En resumen, acabamos pagando más caro lo que nos creemos que es más barato. Además de que estamos creando puestos de trabajo en el extranjero.
Visto asi, pienso que es posible que Mr. Trump, no este tan equivocado.
La globalización y la baratura de hecho es un espejismo.
«»El pan aun hay que sudarlo»»… así es Albert…
Pinten bastos!