El mundo democrático europeo atraviesa al periodo de la inmadurez propia de los cambios que agitan a sociedades enteras durante una o varias generaciones. Es difícil situar en el tiempo cuándo se apreciaron los primeros síntomas de descontento, que se ha traducido ya en divisiones de gran calado. Tampoco se divisa el fin de esta travesía de incertidumbres, paradójicamente, en una de las épocas más prósperas y más libres de la historia contemporánea.
Sin saber cómo ni quién, se ha arrojado la toalla dando por supuesto que esta Europa está cadavérica y que la generosidad con que se cedieron competencias a las instituciones supranacionales de Bruselas y Estrasburgo tiene que revisarse. Los motivos de estas divisiones que conviven en todas las sociedades europeas tienen muchas explicaciones, pero ninguna de ellas es lo suficientemente poderosa para que, sin presiones externas de ningún tipo, se haya abandonado el barco a la deriva sin tomarse la molestia de visitar el pasado de los últimos cien años.
Los paralelismos que puedan establecerse con los años treinta del siglo pasado o de cualquier otro periodo de la historia europea son orientativos y, según cómo se lean, absolutamente inútiles.
En una conferencia pronunciada por el filósofo alemán Jürgen Habermas hace ahora diez años decía que Europa ha dejado de ser el tema principal de muchos gobiernos, que han preferido ocuparse del orden del día nacional. Esta intervención se produjo unas semanas antes del referéndum de Maastricht que la mayoría de los franceses rechazó en el año 2006.
El proyecto y la idea de Europa no fracasaron. Tampoco cuando los holandeses se pronunciaron en contra en otro referéndum sobre la misma Constitución. Se intentó recuperar la idea mediante tratados que, de hecho, no cambiaban ni el espíritu ni la letra de aquella Constitución.
El mismo Habermas decía en aquella intervención que las ideas iniciales de la construcción europea tenían tres pilares: asegurar la paz, tender a una unión cada vez más estrecha entre los países miembros y garantizar la libertad. De hecho, estos tres polos podían reducirse a dos, la paz y la libertad en el interior de Europa, porque la Unión no sería sino la resultante de estos dos conceptos.
Europa ha progresado en los últimos sesenta años porque ha impuesto unas reglas de convivencia democráticas que se han desarrollado en un ámbito de libertades públicas y privadas. Es evidente que no puede haber soberanía europea si no se respetan y se estimulan las soberanías nacionales, estatales, culturales e históricas. El filósofo de la escuela de Frankfurt dice que no se puede responder negativamente a la pregunta sobre si existe o no una identidad europea.
Ya está hecha Italia, ahora hace falta hacer los italianos, decía uno de los impulsores de la unificación italiana en 1870. La cuestión que se formula Habermas es saber qué condiciones se precisan para que los ciudadanos europeos puedan aumentar la solidaridad cívica más allá de las fronteras de los estados en busca de una inclusión mutua.
El futuro de Europa, ocurra lo que ocurra en este año teñido de incertidumbres, está en la inclusión y no en la exclusión. Siempre habrá quien diga, recogiendo una idea de Claudio Magris, que la política no se hace con la moral o con moralismos. Es cierto, pero tampoco se hace con y desde la inmoralidad.
Nadie desea en el timón de un país una virtud fanática o abstracta, peligrosa y autoritaria como la del incorruptible Robespierre; pero tampoco lo contrario es deseable. La política es el arte del compromiso, que implica hasta cierto punto también valores cívicos y morales.
El origen de los comportamientos xenófobos no responde solamente a la masiva llegada de personas de otras culturas y creencias distintas, arrojadas de sus tierras por la guerra, el hambre y la persecución. El problema más serio está en dejar de combatir las desigualdades y olvidarse de los descartes sociales porque la globalización tiene unas leyes que los estados son incapaces de aplicar porque están superados por ellas. No, este no es el camino.
Una política acertada es la que pretende incluir y no excluir. Primero, entre los nacionales autóctonos y después, con los que las incidencias de la historia hayan arrojado en nuestras playas, aeropuertos o fronteras.
Por debajo de un cierto nivel de decencia, siguiendo a Magris, la cuestión ya no sólo es moral, sino que se convierte en política, porque mina las instituciones, el orden de la sociedad y todos los aspectos de la vida asociados.
Puede que el estilo de Donald Trump y las rupturas internas en Europa asusten a muchos y levanten banderas blancas de rendición. Me niego a sumarme a esta corriente. Es posible la convivencia sin necesidad de dejarse arrastrar por rupturas emocionales o exclusivas.
Publicado en La Vanguardia el 4 de enero de 2017
Sr. Foix: » Respuestas simples a pánicos globales » … y …» Rupturas emocionales » … Despues de leer los dos artículos, con mucha atención, de repente, mentalmente me he acordado de la globalización, con su deslocalización de empresas y por ende la perdida, a gran escala, de puestos de trabajo.
Y no se porque pero, a mi me ha parecido que tambien hemos de considerar este factor desequilibrante de la famosa… » globalización y deslocalización »
Un ejemplo de perdida de empleo, por la… » globalización y la deslocalización » … lo tenemos aqui mismo. Pues la poderosa y potente industria textil catalana y española, se trasladó hace años a Marruecos,Portugal, Turquia, Bangladesh y la China, ect.
En esto le doy la razon a Mr Trump, pues exige a las empresas estadounidenses, que creen fabriquen, creen empleo y coticen en Estados Unidos.
No es santo de mi devoción, pero reconozco que en esto tiene razón.
También pienso que esta idea y este proceder decidido de Mr Trump, si que cambiará nuestra vida, la de Europa y la de todo el mundo y aun no nos damos cuenta de su alcance.
Pienso que la globalización y la deslocalización abusivas desequilibra todo el sistema económico mundial.
Este es el peligro desequilibrante y provocante.
P.D.
La información instantanea, via internet y satelites, de un lugar al otro del planeta ha facilitado, que el invento ideado por lobbies muy poderosos e influyentes, de la globalización junto con la deslocalización, organizados para dominar a la economía mundial, pero a su favor y beneficio, desde sus despachos situados a miles de kilometros del estado ó nación, que se halla en su punto de mira y actuación.
Porque posee materias primas y minerales hierro, cobre, diamantes, yacimientos de petroleo, de gas natural, ect. ect. O también mano de obra con salarios de esclavitud, ect. ect. O producen drogas, ect.
Pienso que de esta manera los gobiernos, los políticos y el gran capital dentro de cada estado, han perdido la inciativa decisoria y ejecutiva. Porque están desorientados porque ignoran, que están a merced, de las decisiones de los citados poderosos y bien informados e influyentes lobbies.
En fin. Lo dejo para el buen entendedor…
Si se llego a un acuerdo para crear una Europa unida fue porque lo hicieron quienes habian vivido las dos Guerras Mundiales.
Las generaciones actuales de nuestro entorno creen que lo normal es que haya paz, porque es lo unico que han conocido, pero no tienen en cuenta que es fruto de los Tratados europeos. Si desandamos el camino, podemos volver a las andadas. Conviene releer como pinta Srefan Zweig la Europa de comienzos del siglo XX en «El mundo de ayer» para entender que todo aquello podria repetirse.
Sr.Foix: hay un descontento claro y generalizado en toda Europa, se habían creado muchas expectativas que se han visto mermadas por la pura y dura realidad en la que vivimos…el problema de base es que el sistema ha crecido de tal manera que resulta imposible de mantener y todo se realiza en base a pérdidas de poder adquisitivo y a un mayor esfuerzo de los ciudadanos de a pie…algo ha de cambiar y rápido…