Mientras Pedro Sánchez suelta en cuenta gotas los nombres de los ministros de su futuro gobierno, la derecha española se desgañita a pocos días de ser desplazada del poder. Todo es muy frágil. El presidente del gobierno sólo cuenta con 84 diputados y el PP está descabezado por la retirada de Mariano Rajoy abriendo la batalla de la sucesión.
Por si faltaba algún elemento apocalíptico ha salido José María Aznar despotricando sobre los partidos y sobre Mariano Rajoy. Eso sí, sin mencionar a nadie. Pero todo se ha entendido. Perfectamente. Aznar ha aprovechado el día en que Mariano Rajoy abandonaba sus cargos y se ponía a disposición del nuevo líder que surja de la derecha española para ofrecerse como el salvador del centro conservador que, según él, está dividido y fragmentado.
Aznar hizo un ataque frontal a la corrupción. Como si no fuera con él. Una fotografía de uno de sus gobiernos aparecen prácticamente todos los ministros salpicados por casos de corrupción. Aznar se jactó de haberse retirado voluntariamente al cumplir dos mandatos. Pero, de hecho, no ha abandonado la política española como guardián de las esencias del liberalismo conservador que tan bien escenificó con sus encuentros desenfadados con George W. Bush, con los pies sobre la mesa en el rancho de Texas.
Uno de los problemas de la política española es que nadie se atreve a irse a casa, cuidar el jardín, leer libros y viajar. También escribir libros y memorias que son de una gran utilidad para los historiadores. Nadie que haya sido algo se resigna a recuperar la vida ordinaria como la de cualquier ciudadano. Se creen imprescindibles. Y no lo son. Sus opiniones pueden ser muy valiosas pero su tiempo de participación activa en la política ha pasado.
Rajoy perdió la moción de censura y en horas veinticuatro abandonó la Moncloa. Un gesto y una actitud que le honran. Casi inmediatamente anunció su retirada para dejar paso a los que vengan. Rajoy disparó con balas de fogueo a Aznar mientras que Aznar, en el mismo día, le respondió con las mismas armas. Patético.
Aznar fue quien nombró a Rajoy a dedo en un almuerzo famoso en el que Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy esperaban la decisión presidencial que sólo se concretaría en los postres. Rajoy fue designado a dedo por Aznar.
La intervención de Aznar abarcó el tema de Catalunya hablando de un golpe de estado que sigue vigente. La España unitaria apareció como un espectro de la vieja idea de la España única y indivisible. No se pregunta sobre cómo se puede construir un espacio en el que todos nos podamos sentir cómodos sino que sólo hay una fórmula homogénea e intocable. Aznar reprocha, sin mencionarlo, a la tardanza y a la falta de energía de Rajoy en abordar el conflicto catalán con mayor dureza.
La derecha española está tan dividida como la izquierda. La diferencia es que Pedro Sánchez es presidente del gobierno y el Partido Popular está en la oposición. La casualidad lo ha querido así. Pero el hecho cierto es que el Partido Popular no quiso hacerse cargo del cáncer de la corrupción que se convertía en gangrena en Valencia y Madrid y acabó uniendo a todos contra Rajoy que en una semana pasó de la alegría de ver aprobados unos presupuestos con el PNV a ser echado de la Moncloa, precisamente por los cinco votos del nacionalismo vasco que son los que más tajada, como siempre, han sacado de la situación. La recomposición del centro derecha español no pasa por Aznar ni por Rajoy. Ya veremos si por Albert Rivera que aprovecha cualquier rendija para colarse. Hace falta liderazgo y convicciones.
Sr.Foix: ya lo dijimos en su día, Aznar nunca se marchó…
Aznar tiene un morrin qaue se lo pisa.
A Rajoy lo ha petado su tancredismo cronico.
Rivera quiere que se lie «parda»
Iglesias ha sido el mas listo en el cruce.
Sanchez a base de ensayar ha logrado carambola multibanda.
Los de siempre seguimos pagando el gasto.
Solo veo mamiferos.