Sería saludable que transcurrida la Diada de 2018 se intentara llegar a un acuerdo de mínimos para gobernar Catalunya sin perder de vista el gran debate político con consecuencias judiciales que mantiene en la cárcel y en el exilio a varios políticos. El problema que ha afectado a la mayoría de catalanes es la obsesión política por un solo tema olvidándose que una sociedad plural tiene también otros intereses y necesidades que deben ser abordados en los gobiernos y sus respectivos parlamentos.
Se acaba de publicar que el gasto en sanidad es un 27 por ciento menor al de antes de la crisis que estalló ahora hace diez años. Catalunya figura a la cola de las comunidades en la recuperación desde que Artur Mas se adelantó en el recorte de gastos sociales. Esta precariedad manifiesta apenas ha sido objeto de debate en las entrevistas, preparativos y pronunciamientos diversos que han precedido la Diada y el primer aniversario de los hechos de septiembre y octubre. Las carencias se extienden también en las áreas educativas, de infraestructuras y de la gestión pública en general.
El coste social y político del proceso ha sido muy alto. No sólo en el ámbito emocional partiendo en dos a una sociedad que no reconoce la legitimidad de la otra mitad sino también en la disminución de prestaciones que son imprescindibles para mitigar las necesidades de los más frágiles y descartados.
En una entrevista a TV3 desde la cárcel de Estremera, Oriol Junqueras decía el 20 de marzo pasado que “es hora de formar gobierno de una vez”. Junqueras llevaba ya varios meses en prisión preventiva y empezaba a reclamar realismo a Carles Puigdemont que decidía desde Bruselas el nombre de su sucesor. El lunes repetía la misma idea en otra entrevista escrita difundida en la misma cadena: “El Gobierno ha de gobernar, y ha de gobernar bien, es su obligación. También para ganar credibilidad entre aquellos que todavía no son independentistas”.
El exrector Josep Maria Bricall ha repetido la misma idea en sus memorias recientes y la ha rematado en una entrevista publicada estos días: Catalunya quiere ser gobernada. Son muchas las explicaciones a esta ausencia de gobierno desde hace ya demasiado tiempo. Quim Torra habla constantemente sobre los agravios del Estado y sobre la anomalía de tener a varios políticos en la cárcel o en el exilio. Mientras no se celebre el juicio y no se conozca la sentencia la normalidad política será imposible. Soraya Sáenz de Santamaría ha abandonado la política, en buena parte, porque entendió equivocadamente que con la ley y sólo la ley se podía resolver el conflicto catalán. El PP de Mariano Rajoy desvió su responsabilidad a la acción de los jueces olvidándose de hacer política. Él y su vicepresidenta han abandonado sus cargos por los casos de corrupción y la crisis del PP pero también por haber gestionado mal la cuestión catalana. Pedro Sánchez ha tomado el relevo con otro espíritu pero sin tener asegurado, ni siquiera un apaño, el salir de una conflicto que ha triturado ya a muchos políticos catalanes y españoles.
Sospecho que la causa principal del desgobierno en Catalunya es la división en el seno del independentismo que forma la mayoría en el Parlament. No me refiero sólo a los cuatro diputados de la CUP que exigen a Quim Torra una ruptura inmediata con España sino a las divisiones entre Carles Puigdemont y Esquerra Republicana a la que se quiere dominar o fusionar desde Bruselas.
En la entrevista de TV3 Junqueras afirma que no hay atajos para la independencia que tendría que venir como consecuencia de un referéndum pactado. Como en Escocia. Sin renunciar a sus objetivos dice que no hay atajos y que es preciso ampliar la base social que el independentismo no tiene.
El diputado Joan Tardà es mucho más explícito al declarar que “si algún independentista estúpido plantea imponer la independencia está equivocado”. Los tambores de ERC, incluido el diputado tuitero Gabriel Rufián, tocan la misma música.
Mientras Puigdemont y Torra siguen en la confrontación retórica anunciando la creación del Consejo de la República Catalana con sede en Waterloo, Junqueras y lo que queda del PDECat se resisten a seguir la vía hacia el choque. De hecho, no consta que haya habido comunicación entre Puigdemont y el líder de ERC en varios meses.
Junqueras no es partidario de la “huelga de país” que preconizan desde la ANC con ocasión del 1-0. Lo más importante, dice, es contar con fuerza y complicidades suficientes en Catalunya. Sin renunciar a sus convicciones quiere una solución que no será rápida ni del todo satisfactoria. Quiere negociar.
Publicado en La Vanguardia el 12 de septiembre de 2018
Buenas noches, Sr. Foix:
No es fácil a un ciudadano de a pie, saber leer entre los entresijos de la política, pero entiendo que si el gobierno de España no se aviene a negociar unos gestos hacia la sociedad catalana, el suflé del independentismo, estará en alto, y tal vez ya no decaiga. Eso no merma, en que el gobierno de la Generalitat, ha de administrar y buscar soluciones a los graves problemas que atenazan la comunidad catalana. La realidad de la gente es su día a día, y el futuro está por hacer
Moltes gràcies
Sr. Foix : » Cataluña quiere ser gobernada » … pero no sometida ó humillada.
Quiere ser respetada y comprendida, tanto por los de fuera como por los de dentro.
De momento, ni los unos ni los otros la respetan en su dignidad.
Mientras tanto solo podemos decir :
VERGONYA !!!… VERGONYA !!!…VERGONYA !!! …
Buenos días,
Os dejo este artículo: https://bit.ly/2NCPgbN
Saludos
Sr. Foix : Pienso que el ERROR mas grande, que agrabó el entendimiento entre los politícos gobernantes, de la comunidad de la Generalitat de Cataluña, fue el NO dialogo del gobierno Central del Estado Español y la aplicación del art. 155 de la Constitución española como solución ( Vease = a democracia orgánica ), sin dialogar, ni negociar en ningun momento con los representantes de la generalitat de Cataluña, que también lo son del gobierno de España.
Sr.Foix: mientras esté el rio revuelto, no habra gobierno de pescadores políticos…