La confianza se ha roto. No entre españoles y catalanes sino entre las clases dirigentes catalanas y españolas. Desde hace unos años Catalunya actúa como si España fuera una realidad entrañable, como un día dijo Jordi Pujol, alejada, extraña, roñosa y contraria a todo lo que representa Catalunya. Sobre estos parámetros se ha construido un discurso que no lo alteran los gobiernos ni los intelectuales orgánicos de cada bando.
No es cuestión de leyes, de decretos o de operaciones de salvamento. Mientras no se recupere un cierto ámbito de confianza los intentos para recomponer una convivencia civilizada y democrática serán muy complicados. Es cuestión de emociones, sentimientos y retóricas legítimas pero no imprescindibles.
Catalunya es demasiado pequeña para imponerse a una España en la que, en palabras de Ortega, sólo cabezas castellanas son capaces de organizar o dirigir, y España es demasiado frágil para poder prescindir de Catalunya. Este es el drama. Y así se explican las tensiones que cualquier movimiento en una de las dos partes provoca un terremoto nacional.
El independentismo pensó que España es un estado fallido, una especie de Yugoslavia post titista, en descomposición, incapaz de hacer frente a una embestida independentista como la que empezó a plantear Artur Mas en otoño de 2012. España, como recuerda el notario López Burniol cuando traza el cuadro general de la crisis, es una nación de tomo y lomo. Incluso cuando parece que está en declive, agotada o metida en sus discursos esenciales o existencialistas.
Catalunya no tiene amigos ni aliados en el mundo democrático occidental. España cuenta con todas las complicidades de las democracias liberales aunque ellas mismas atraviesen por crisis profundas como estamos viendo en Gran Bretaña, Italia, Francia y también en las modélicas democracias escandinavas.
El error del independentismo ha sido no calibrar la fuerza del Estado al que ha pretendido enfrentarse y separarse amigablemente como si se tratara de un divorcio civil. La bestia ha despertado y, por primera vez en los últimos cuarenta años, el partido más votado en Catalunya es Ciudadanos, una formación que nació con el objetivo concreto de combatir todo lo que el catalanismo político representa.
Un nación sin estado tiene que recurrir a los símbolos que le permitan un día configurarse como un Estado. Prat de la Riba participaba de esta idea y en su libro “La nació catalana” concluía que una nación tenía que acabar convirtiéndose en un Estado. Pero los Estados nacen como consecuencia de una guerra ganada, por tratados internacionales o por voluntad mutua de las dos partes. Ninguna de estas circunstancias se han dado en el caso catalán.
Ha habido manifestaciones masivas, gestos de todo tipo, simbología abundante, exportación del caso al mundo entero, huelgas de hambre, debates interminables e inútiles, cientos de alcaldes con varas municipales para apoyar la independencia. Ha habido de todo. Pero el resultado es un presidente fantasma en Waterloo, un presidente vicario que ayuna para solidarizarse con los que de verdad están en huelga de hambre, un gobierno central que no está dispuesto a que se repitan las decisiones unilaterales de independencia, una comunidad internacional que no toma nota de cuanto ocurre.
El president Quim Torra no sabe cómo se ejercita el poder. No lo entien den ni los suyos, los más cercanos, lo que le aconsejan. Puigdemont es un vivales, en palabras de Albert Soler, que intenta corregir sus errores con decisiones imposibles de realizar. El govern no gobierna. El Parlament está de vacaciones permanentes. Es como una película de suspense cuyo final es impredecible. Una gran falta de responsabilidad por parte de todos, también de los gobiernos de Madrid que sostienen que con la ley se puede resolver todo. Qué miopía política.
Parla de confiança entre Catalunya i España? Qui ha confiat en qui senyor Foix? Les lleis i decrets, que normalment beneficien a España i que s’han fet complir a sang i espasa, se les ha saltat l’Estat quan li ha convingut.
Segons López Burniol, España «es una nación de tomo y lomo», sí senyor Foix, però amb exèrcit, això s’hi val sempre. I no senyor Foix, l’independentisme no creu en España com a fallida ni balcanitzada, sinó en una España imperialista incapaç de potenciar el territori del qual se’n beneficia, entestada en despersonalitzat-lo de la seva identitat.
No tenim el reconeixement internacional, però vostè obvia un fet molt important: quasi cap independència ha tingut el reconeixement abans de fer-se efectiva. I sí, tenim el reconeixement de molts països que depositen la confiança en Catalunya portant les seves empreses al nostre país malgrat la imatge bèl·lica que el Gobierno s’entossudeix en projectar al món.
La revolució catalana és massa evolucionada perquè mentalitats ràncies i, sovint amigues del poder establert, tinguin o vulguin tenir la lucidesa d’observar projectant una visió derrotista en lloc de futurista.
Li reconec que els polítics catalans no van saber portar a terme el mandat del referèndum; d’aquells casaments, aquests confits. El 155 aplicat a Catalunya: eleccions fraudulentes, malmetre l’economia catalana, desfermar l’odi a tot allò català (Cs, PP i la irrupció del feixisme)… Aquesta és la crítica per no haver fet efectiva la República.
La miopia que pregona, senyor Foix, la vagi a explicar als senyors que vindran el dia 21 a fer ostentació de poder a Barcelona. Això és miopia política, això ho és.
El error del independentismo ha sido….no tener un plan viable, lanzarse a la piscina, e ir improvisando dia si y dia no.
BRAVO!!! :el discurs que ha fet Pablo Iglesias, avui al Parlament Espanyol.
Diria que ha estat l’únic que ha parlat amb lucidesa i sense tirar benzina al foc. Bravo !
Mentrestant uns empressonats i la resta dels ciutadans tirant endavant el Pais.
Potser sería bó que els governants d’ ací i d’allà anessin junts uns dies a Montserrat.
Sr.Foix : Hemos de reconocer que en la época de los que iban de » Bar y Cenas » … junto con los del » Peix al Cove » fue para España una época feliz, que se demostró despues, Cainizada y Corrupta, pero a pesar de todo muy feliz y radiante.
Entonces…España respetaba a Cataluña y Cataluña respetaba a España.
Ahora estamos sufriendo el robo y el despilfarro que aquellos Caines corruptos, efectuaron entonces, en aquella época falsamente feliz y ya no se respetan, porque no obtienen beneficios económicos.
De suspenso general.