Julian Assange es el primer caso célebre del periodismo de investigación de alta tecnología en la era internet. Para llegar al corazón de las tinieblas de un Estado, de un ejército o de cualquier otra institución no hacen falta dotes de periodistas de investigación sino informáticos que dominen los códigos cifrados y sus contraseñas.
El itinerario vital y profesional de este australiano de 47 años es enigmático. Para unos es un héroe de la libertad de expresión que ha burlado la justicia sueca, británica y norteamericana y para otros es un traidor a los intereses de Estado obteniendo fraudulentamente información sobre la seguridad nacional de Estados Unidos y de sus aliados. La filtración de 92.000 documentos militares del Pentágono en la guerra de Afganistán, del 2004 al 2009, fue considerada la más importante fuga de información militar de la historia de Estados Unidos.
Wikileaks fue celebrado como el brazo armado informativo de la era digital. Se disputaban sus filtraciones de lo que se consideró la garganta profunda del ciberespacio. Las grandes cabeceras internacionales publicaron las primeras entregas de secretos que descubrían que no hay manos inocentes en una guerra y que las vilezas de los vencedores son equiparables a las desgracias de los vencidos.
Assange obtuvo la copia de 700.000 papeles confidenciales de los servicios de inteligencia norteamericanos que empezaron a circular por Wikileaks. Nadie ha negado la existencia de todas las miserias que vieron la luz a partir del 2010. Los vídeos suministrados son verídicos y la muerte de un periodista de la agencia Reuters se puede ver en una grabación.
La filtración de los Papeles del Pentágono que comprometían a Estados Unidos en la forma de llevar a cabo la guerra de Vietnam hace medio siglo fue una anécdota al lado del volcado de información de alto calibre diplomático, político y militar.
La opinión pública global acoge con interés toda la información suministrada. No pregunta cómo se ha obtenido ni la intencionalidad sobre la difusión de grandes exclusivas que, en los casos del periodismo de la era digital, son mayormente técnicas, fruto de la acción de máquinas que actúan sobre otras.
La película The social network estrenada en octubre del 2010 nos presentaba el héroe Mark Zuckerberg como el prototipo de la persona moderna, multimillonaria, vestida con uniforme de garaje, insensible, que almacenaba millones de datos con informáticos que se pasaban días y noches enganchados a los ordenadores.
Era un prodigio y un paradigma para cualquier joven con voluntad de triunfar y de enriquecerse sin aparentar. Dominando las entrañas de internet bastaba. Un mundo de acumulación de información que podía convertirse en el gran hermano orwelliano pero que, en este caso, no venía de la maldad del comunismo soviético sino de las excelencias del capitalismo que trafica con la identidad de millones de usuarios, los vende a políticos y a gobiernos alimentando los servicios de inteligencia del que mejor gratifique la información.
Los datos expuestos por Assange perjudicaron a Hillary Clinton y favorecieron a Donald Trump que era un ferviente seguidor de lo que salía en Wikileaks porque iba en beneficio suyo. Los cortes televisivos mostrando su entusiasmo por esta web de Assange están al alcance de cualquiera. Ahora, el presidente Trump muestra como si no conociera Wikileaks mientras su Gobierno pide la extradición a Estados Unidos para juzgar a Assange por conspiración. Lo más probable es que Assange no sea extraditado porque la justicia británica querrá demostrar su independencia e imparcialidad.
Es bueno que se conozca la información. Toda y en tiempo real. Claro que sí. Pero no está tan claro que tenga que aceptarse cuando los motivos por los que se divulguen secretos de Estado no son lo que parecen.
Al conocerse la detención de Assange, con la autorización del presidente ecuatoriano Lenín Moreno, que le retiró su derecho de asilo, las primeras reacciones airadas vinieron del Kremlin y de Carles Puigdemont. Las dos se referían a la vulneración del derecho a la información.
Son muchas las fuentes que aseguran la intervención de Moscú en las elecciones norteamericanas, en el Brexit, en favor de Salvini en Italia y en todos los movimientos que puedan deteriorar la Unión Europea desde dentro.
En este sentido no se entiende la obsesión catalana de Julian Assange con muchos tuits diarios a favor del procés, en inglés, con gran alcance global, en octubre del 2017. Una de las figuras del independentismo se reunió con él en la embajada de Ecuador durante cuatro horas. Se abrirá un hilo en el que la simpatía de Puigdemont desde Waterloo con la Rusia de Putin descubrirá aspectos de la política catalana desconocidos. Catalunya ha estado y está en el tablero internacional sin que el Govern sea consciente de ello.
Publicado en La Vanguardia el 17 de abril de 2019
Sr. Foix : Julian Assange con Wikileaks nos ha demostrado que todas las claves secretas, por muy sofisticadas y largas que sean, pueden ser desclavadas y puestos al descubierto y a la luz publica todos los secretos de Estado ó de quién sea ó de que organismo ó poder de una multinacional que sea, ect.
Siempre he pensado que todo lo que sale o mandamos fuera de nuestro ordenador PC ó de nuestro movil va todas partes del mundo, sin control y por muy encriptado y claveteado que esté, a partir de aquel momento los datos y la información, quedan al descubierto y a disposición de cualquier informático investigador y creativo. Pues al lanzar al espacio nuestra informaciónó nuestros datos, quedan libres. Es decir al descubierto y disponibles para todos los buenos investigadores informáticos.
Actualmente ya existen sistemas informáticos que descubren las claves y las desenclavan.
Catalunya esta en las fakes,en el mundo oscuro de las conspiranoias «leves» de la red, pero en el tablero mundial, no lo tengo claro, pero puedo estar errado.
Pero la información militar fue por via del soldado indultado por Obama….que un soldado tenga acceso a miles de datos, tiene delito.
En lo que hay accesible…https://file.wikileaks.org/file/?fbclid=IwAR3Rw3JylWk7yXS8Bozn_a1dGhFPN67LRnKUfa1u1xS0ZuQOwL2-H451p30 no hay nada sobre Catalunya
Yo esperando, sentado se entiende, que The Guardian, Der Spiegel, The New York Times, Le Monde y El País, le paguen la asistencia juridica a Assange.
Es una simplificación pero ¿no lo es todo muchas veces en la prensa? Ahí lo dejo: https://bit.ly/2IExXEj