El primero de enero de 1986 entraba en vigor el acta de adhesión de España a las Comunidades Europeas que había sido firmada por Felipe González en el salón de las Columnas del Palacio Real de Madrid el 12 de junio del año anterior.
Aquel mismo año de 1986, el 12 de marzo, se celebró el referéndum sobre la permanencia en la OTAN que el gobierno socialista ganó por un amplio margen a pesar de haberse comprometido en la campaña electoral de los diez millones de votos de 1982 a que “OTAN, de entrada no”. El ingreso en la Unión Europea y la continuación en la Alianza Atlántica no eran dos hechos aislados, sino que respondían a una apertura política general para pertenecer a los clubs económicos, militares, políticos y sociales de los que España había estado ausente durante siglos.
Se puede deducir que la visita de Felipe González a Washington en febrero de 1983 para entrevistarse con Ronald Reagan fue la piedra angular de un cambio de paradigma en las relaciones internacionales de España. González amenazó con abandonar el gobierno si el referéndum se pronunciaba por el abandono de la alianza militar de la que se formaba parte desde mayo de 1982, bajo el breve mandato de Leopoldo Calvo Sotelo y después del frustrado golpe de Estado del 23-F de 1981.
Los efectos de aquel ingreso en el ámbito de las democracias liberales fueron inmediatos. Hubo un despegue de la actividad económica en el que durante cinco años seguidos se alcanzó el mayor índice de crecimiento de toda la Comunidad Económica Europea. El rey Juan Carlos fue el embajador idóneo de la transformación del país que había empezado tímidamente con la liberalización, apertura y racionalización de la economía con el plan de Estabilización de 1959.
Se puso en marcha el servicio universal de sanidad y todo el mundo tuvo acceso a la escolarización pública y gratuita. Ninguna de estas mejoras sociales se produjo sin fuertes tensiones políticas teniendo en cuenta, además, los costes de la reconversión industrial, el alto paro que todavía perdura hoy, los frecuentes y macabros asesinatos de ETA, el desgaste de los gobiernos y las dificultades de aplicar la Constitución de 1978 en los aspectos clave de la cohesión territorial, dicho de otra manera, el intento de encajar las singularidades de las comunidades históricas –Catalunya, Euskadi y Galicia– en el nuevo marco constitucional.
La iniciativa de la operación reformista, impulsada por Miquel Roca, con el respaldo de Jordi Pujol y CiU, fue un intento fracasado para buscar en clave española desde Catalunya una fuerza centrista que tuviera capacidad de decidir en la política española desde otra mirada.
Pero el fracaso no fue tal en Catalunya en aquellas elecciones de junio de 1986 en que CiU consiguió el mejor resultado de su historia. Llegó a tener 18 escaños en el Congreso, una cifra que nunca más se alcanzó. Aquel intento reformista se despeñó en las Españas pero fue muy valorado por los catalanes, que otorgaron a CiU un resultado que los nacionalistas convergentes nunca habían obtenido.
Eran tiempos en los que la política catalana influía sin levantar polvaredas retóricas en el marco español. Miquel Roca era una figura muy respetada en el Congreso y Duran Lleida, como explica en sus memorias recientes, conseguía, no siempre con éxito, defender los intereses catalanes. Aquel junio de 1986 ERC no estuvo representada en el Congreso.
Hoy, el partido de Junqueras tiene 15 diputados y Junts per Catalunya, los restos de aquella CiU casi hegemónica en Catalunya, cuenta con 8 escaños pero sin tener grupo propio. El independentismo no había estado nunca tan representado en el Congreso. Pero su influencia es mucho menor, hasta el punto de que buena parte de la política española de estos días consiste en cómo evitar que el futuro gobierno de Pedro Sánchez esté hipotecado por la ayuda de los independentistas.
Es lógico que así sea, porque ni Junqueras ni Puigdemont actúan en clave española como lo habían hecho Francesc Macià en 1931 y Lluís Companys en 1934. El independentismo quiere prescindir de España y no renuncia a obtener la independencia aunque sea saltándose la ley y actuando de forma unilateral. El president Torra, por ejemplo, ha dicho que no aceptará otra sentencia del Tribunal Supremo que no sea absolutoria. Rara actitud de las autoridades catalanas respecto a la justicia y a los regímenes penitenciarios administrados desde la Generalitat. Obtener la independencia contra España y sin contar con Europa es, hoy por hoy, una utopía.
Aquel año 1986 fue también el de la concesión de los Juegos Olímpicos a Barcelona, un hecho de proyección internacional y también de cohesión y orgullo internos. Barcelona’92 es una marca que todavía perdura porque se superó el frentismo y se modernizó la ciudad y el país.
Publicado en La Vanguardia el 12 de junio de 2019
Solo, se puede ir mas rapido. En compañia, se llega mas lejos.
Incongruencia del dia «No he hecho nada, pero lo volveria hacer»
Gran artículo
«El independentismo quiere prescindir de España y no renuncia a obtener la independencia aunque sea saltándose la ley y actuando de forma unilateral».
Saltar-se la llei, potser si que ho han fet, però cometre delictes de rebelió i/o sedició no, i de moment per això els jutgen i els mantenen en presó provisional. Qui se salta la llei ara?
Per mi, és obvi que Catalunya no ha de prescindir d’Espanya, ni Espanya de Catalunya. Caldrà trobar la forma menys dolenta possible per continuar convivint, amb persones solvents, serioses, disposades a renunciar aquí i allà i que liderin les maneres quen ens haurien de permetre mantenir les relacions amb lleialtat i respecte. On primi més la voluntat de convèncer, que no de véncer; i la de seduïr que no la de sotmetre, que és el que veiem ara.
La justicia sigue sus procesos, los jueces nunca se saltaran las leyes,ni se arriegan a la prevaricación.
Esto no quiere decir que los ciudadanos opinemos que la prisión provisional es excesiva, pero si no se hubiesen fugado los otros responsables, quizas no hubiesen sufrido tanta prisión preventiva.
En todo caso tan liado como esta todo, si se condenan, un indulto no seria una mala opción…pero inhabilitación para cargos publicos varios años no me pareceria excesivo.
Y Catalunya, en breve, cuando la ciudadania se de cuenta de la no viabilidad por ahora de la independencia, se de cuenta que es mucho mejor colaborar con España y con Europa que enfrentarse, que es mejor unos estados federales en Europa, VOLVERA a ser lo que fue, el motor de España. Claro falta la ayuda de los periodistas y de la prensa, para que sus articulos sean veraces, pisando el suelo.
Siempre nos quedara la duda, de donde estariamos ahora si hubiese triunfado la operacion reformista,liberal, europea de Roca y Garrigues Walker, creo que mucho mejor…..seriamos de las primeras potencias de Europa, tipo Baviera.