Hay un barcelonismo instalado en un mundo que ya no existe. Es el que no acepta que no se gane siempre, jugando mejor que nadie y sin despeinarse. Es el que no da valor a las ocho Ligas ganadas de las últimas once y el que solo sería un poco feliz si se obtuvieran cuatro Champions consecutivas. Es el barcelonista desdichado, sufridor, nunca satisfecho. Cada socio hace y piensa lo que le viene en gana y todos los tertulianos analizan la realidad como pueden.
Valverde juega a la ruleta o al póker cada vez que introduce cambios inesperados. Los cuatro delanteros que empezaron perdiendo en Butarque no estaban en el libro de estilo barcelonista. Messi, Suárez, Griezmann y Dembélé no consiguieron remontar el primer gol del Leganés. Griezmann y Busquets fueron los primeros en ser reemplazados. También De Jong fue invitado a abandonar antes de tiempo.
Arturo Vidal es el conejo de la chistera que Valverde saca en momentos críticos. Y le funciona.¿Qué hace el chileno Vidal? Corre, pelea y tiene arrojo. Se asemeja al búlgaro Hristo Stoichkov. Para volver a brillar en la excelencia del fútbol europeo es más inteligente adaptarse a los estilos nuevos de rapidez, estado físico y concentración que aferrarse a formidables formas del pasado que quizás ya no sirven. Valverde intenta cambiar el adquirido complejo de superioridad que brilla por las genialidades de Messi y por la calidad de todos, por un espíritu combativo y una dedicación absoluta que sólo es posible con disciplina dentro y fuera del campo.
Publicado en Mundo Deportivo el 26 de noviembre de 2019
Sr.Foix: En todos los deportes lo primero que se debería enseñar es a saber perder…