Cuando pasen los siglos, lo que quedará del Clásico de mañana será el resultado. Luego se hablará del arbitraje si se produjera algo así como la repetición del desgarro perpetrado por Guruceta en los cuartos de final de la Copa de 1970 contra el Madrid al pitar un penalti que se produjo a un metro fuera del área. El canario Hernández Hernández será el árbitro de mañana. Los siglos le recordarán como el juez que no dio un gol del Barça contra el Betis en la temporada 2016-17 que había entrado un metro en la portería. Todos los vimos.
Todavía es fresca la indignación del vestuario y la afición blaugrana por el clamoroso error del VAR en Anoeta. Pero lo que sí ya es historia es que Javier Tebas, presidente a la sazón de la Liga, suspendió el Clásico previsto para el 26 de octubre por considerar unilateralmente que “la fecha es un problema de Estado”. Dijo el inefable Tebas que hasta el 18 de diciembre “van a pasar muchas cosas”.
Una de ellas ha sido la aparición de Tsunami democràtic que pretende instrumentalizar el Clásico de mañana. No sabemos quién es la cabeza visible de este movimiento que dice tener más de veinte mil personas dispuestas a condicionar el partido. De momento sabemos que Pep Guardiola es la única personalidad que ha dado voz pública a la llamada del Tsunami democràtic.
Están en juego tres puntos y el liderazgo de la Liga. Lo demás es otra cosa. Que un Clásico tenga una fuerte connotación cultural y política no es nuevo. La novedad está en la opacidad de quienes quieren instrumentalizar el encuentro amenazando la independencia del club.
Publicado en Mundo Deportivo el 17 de diciembre de 2019
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