He tenido el privilegio de trabajar y escribir en La Vanguardia desde el verano de 1969 hasta hoy. Más de medio siglo. Empecé como traductor en la sección de Internacional y he recorrido todos los espacios que ofrece la redacción, desde la más alta responsabilidad hasta los más de diez años dorados de corresponsal en Londres y Washington dando vueltas por todo el mundo.
En nuestro país, decía Josep Pla, una institución que dura cincuenta años es generalmente una cosa insólita porque casi todo pasa como un gran fuego de artificio. ¿Por qué La Vanguardia ha alcanzado a publicar hasta el número 50.000 y casi 140 años de existencia?
No hay una única explicación. Se me ocurren un par de ellas. La primera es que ha tendido a adaptarse a sus lectores y al país sin pretender cambiarlos. Ha explicado lo que ocurría en cada momento sin intentar derrocar gobiernos o cambiar regímenes. Prudente, valiente, cobarde a veces, siempre ofreciendo mucha información, según las posibilidades económicas y políticas de cada momento. Ha sido en muchos periodos de nuestra convulsa historia un espejo de la realidad social, cultural y política del país. Por eso ha durado tanto.
Si me permiten la metáfora, es como aquellas gabarras que bajan y suben por el Rin transportando todo tipo de mercancías. De vez en cuando hacen sonar la bocina, grave y estruendosa, avisando que pasan o dando un toque de atención mientras van deslizándose suavemente por el cauce central del gran río.
A lo largo de generaciones ha cambiado de tripulación, de directores, de plumas ilustres y de formas de impresión, diseño y distribución. Ha sido la voz más constante, más representativa, más tranquila, de la centralidad de una sociedad anclada en España pero que ha tenido en Europa su punto de referencia.
La segunda explicación es que La Vanguardia ha tenido el mismo dueño desde su fundación en 1881. La familia Godó, procedente de Igualada, ha pilotado la institución atravesando la Restauración, la Setmana Tràgica, el anarquismo, la ciudad de las bombas, la primera dictadura, la caída de la monarquía, la República, la Guerra Civil, la segunda dictadura, la transición, hasta llegar al momento actual.
He conocido y tratado a tres generaciones de la familia propietaria. Pero es con el actual conde de Godó, Javier, con quien he compartido más años de ilusiones, proyectos, cambios, fatigas y satisfacciones. No solo ha conservado el patrimonio editorial sino que ha conseguido que la marca Vanguardia sea un referente local, nacional y global. Fue de los primeros que subieron al carro de la era digital manteniendo el sello de calidad, pluralismo y credibilidad. Su hijo Carlos, la quinta generación, sabe muy bien cómo conducir la nave. Es hoy el diario digital con más seguidores en España.
Publicado en La Vanguardia el 19 de noviembre de 2020
Enhorabuena Sr. Foix y al resto de compañeros de la Vanguardia
Sr.Foix: La Vanguardia Digital tiene su sello inconfundible y el de grandes periodistas como Txema Alegre que la ayudaron a nacer…
Sr. Foix : Me encanta… » La Vanguardia «… pero lo que me encanta más es el talento y la ética de sus dirigentes, sus talentudos periodistas y sus inprescindibles colaboradores, ect.
Por muchos años sea….
Yes, Sir
Que en siguin molts més Sr Foix!!! Enhorabona !
Como pasa el tiempo, magnífico relato Lluís.
¡Salud y ventura!
Enhorabuena Sr. Foix.
Enhorabuena a la familia Godo y a La Vanguardia.
Como no puede ser de otra manera estoy de acuerdo con el aserto de Josep Pla, es insolito en este pais, con este paisaje y este paisanaje que una institucion dure mas de 50 años.
Per molts anys!