Uno de los recursos habituales para huir de las responsabilidades de los gestores políticos de la pandemia es establecer comparaciones sistemáticas y absurdas con los demás, ya sean los individuos, los municipios, las comunidades autónomas o los estados.
Siempre me ha impresionado la alta y fina columna de granito en una esquina de Trafalgar Square, delante de la National Gallery de Londres, en la que se levanta desafiante y orgulloso el almirante Horatio Nelson, manco y tuerto por acciones de guerra, con la leyenda que corona la columna, que dice que “Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber”.
A los pies del monumento hay cuatro leones fabricados con el bronce de los cañones de los barcos españoles que fueron inutilizados o hundidos por la flota que comandaba Nelson contra la alianza franco-española en 1805 y que convertiría la Royal Fleet en dueña de las olas durante todo el siglo antepasado hasta el fiasco anglo-francés de Suez en 1956.
El primer episodio nacional de Benito Pérez Galdós, Trafalgar, relata magistralmente la atmósfera de aquella derrota, que, además, ahuyentaría la posibilidad de que Napoleón se atreviera a acercarse a las costas británicas en su intento de dominio universal. Inglaterra no ha sido invadida con éxito desde que los normandos lo consiguieron en 1066. Nelson, como se sabe, murió en la batalla en la que se le atribuye la legendaria sentencia sobre la responsabilidad personal.
El último fin de semana, en plena oleada pandémica, más de doscientas personas se encerraron en una nave industrial de Llinars del Vallès sin autorización y sin tomar las mínimas precauciones sanitarias como la gran mayoría de ciudadanos intentábamos cumplir. Ni mascarillas ni distanciamiento social ni nada. Estuvieron 40 horas con el conocimiento de la policía, que tomaba nota de cuanto ocurría desde el exterior. Pero no actuaba.
Lo que recomendaba la Conselleria de Salut era ignorado por la de Interior. La pugna entre ERC y JxCat se trasladaba a un escenario en el que unos desaprensivos desafiaban a la sanidad pública. Fueron los medios y las redes sociales los que finalmente obligaron al desalojo forzado de la nave industrial en la que se encontraban bastantes ciudadanos extranjeros que llegaron convocados para el evento. Parece que se cumplieron los protocolos, palabra obligada para cualquier cosa, y un alto jefe de los Mossos entró a dialogar con algunos que parecían los cabezas visibles de aquella larga acampada que podía extender el ya incontrolable contagio.
No había que escandalizarse tanto, corría por Twitter, puesto que a la misma hora y en la Bretaña francesa unas 2.500 personas se habían concentrado en una pequeña localidad para celebrar el Fin de Año como si en Francia no existieran medidas de precaución extremas para frenar la expansión del coronavirus, que está causando cientos de miles de fallecidos en todo el mundo. La libertad de reunirse está por encima de la salud pública, decían los reunidos en Llinars del Vallès y en la Bretaña francesa. No puedo estar más en desacuerdo ya que una de las principales funciones de los gobiernos es proteger la libertad y la seguridad de todos.
También se señalaba que en Villanueva de la Cañada, municipio madrileño, se habían identificado 23 personas que participaban en una fiesta de Nochevieja en casa de una presentadora de televisión que, al parecer, había alquilado el domicilio para el evento de traspaso del año.
Es infrecuente utilizar la expresión de un colega, en este caso del periodista Oriol Güell, que hablaba el lunes de “una gigantesca socialización de la irresponsabilidad”. El problema no es local, sino global. Se miente más que se habla. Es insólito que el todavía presidente de EE.UU. llame por teléfono a una autoridad del estado de Georgia para que cambie de sentido más de diez mil votos con objeto de que el Senado siga teniendo mayoría republicana y pueda así amargar la legislatura a Joe Biden.
No es que la verdad haya perdido fuerza en la dialéctica política del momento, sino que la mentira es utilizada constantemente para confundir a sociedades desconcertadas y aturdidas por el miedo. No importa que una acción sea verídica o falsa, sino si aguanta la comparación con lo que hacen otros.
En este viaje se tira por la borda la responsabilidad personal y colectiva. No importa tanto cumplir con el deber cívico y político, sino establecer inútiles comparaciones con los demás y justificar así acciones que comportan ciertamente la socialización de la irresponsabilidad.
Si hay problemas de lentitud en la aplicación de las vacunas o en las medidas para frenar el contagio del virus, sería de agradecer que se asumieran las responsabilidades sin refugiarse en lo que hace el vecino, otra comunidad autónoma o cualquier otro país europeo. Se pretendía crear un Estado que sería acogido con las manos abiertas por Europa y no sabemos gestionar las competencias, que no son pocas, de una autonomía con un presupuesto aprobado para el 2020 que asciende a 46.057 millones de euros.
Publicado en La Vanguardia el 6 de enero de 2021
asi es, no quito ni una coma.
Sr. Foix : Estic d’acord amb tot. Penso que una part de la humanitat te sentit comú i obra en consecuencia i una altre part es tot el contrari…. Aixis anem. Unes vegadem anem BE i altres Malament.
Buenos dias Luis,
Excelente articulo, de lectura «universal», o global como se llama ahora, sin embargo segun mi modesta opinion le sobra la ultima frase, que solo es entendible por los «locales».
Que oportuna es la frase del Almirante Nelson y excelente la expresion de «socializar la irresponsabilidad» de tu colega Oriol Guell… Ya sabes que pienso que en lo «colectivo» se diluye la «responsabilidad individual», y en este caso «la irresponsabilidad».
Con la pandemia y lo acontecido en el 2020 de todo ello algo se habra puesto de relieve y alguna cosa deberiamos haber aprendido, y pongo acento en el «deberiamos haber», pues no estoy seguro de poder decir «hemos aprendido».
El tiempo dira y esperemos que por muchos años nos sigas aleccionando y yo, en algunas cosas pueda estar en desacuerdo.
Feliz dia de Reyes desde La Segarra «gebrada, amb boira baixa i a 4 graus sota cero».
Un abrazo y un 2021 lleno de Salud i Harmonia. Ah y Visca el Barça!!!
Brunet de Bellmunt