La confianza en el funcionamiento de las instituciones es pieza principal para la salud democrática en cualquier país. La confianza no está en la Constitución ni en las leyes. Se tiene o no se tiene y, por lo tanto, se ejerce o se trunca. Pienso que forma parte de la confianza el mantener la palabra dada, el cumplimiento de lo pactado y asumir las consecuencias de los actos libres que cada uno pueda realizar. La confianza tiene mucho que ver con las normas no escritas como son el escuchar, el razonar y el buscar puntos de intereses comunes.
Lo que ocurrió en el Capitolio de Washington el 6 de enero era una desconfianza flagrante hacia el Congreso de Estados Unidos. El asalto al Congreso puede ser calificado de muchas maneras, pero fue una acción violenta de unos centenares de norteamericanos que habían preparado la invasión con objeto de tergiversar los resultados de unas elecciones.
La gravedad de aquel asalto fue que el todavía presidente Donald Trump alentó a los manifestantes para que tomaran el Congreso e intentaran que se anulara la victoria del presidente electo, Joe Biden. Si aquello no fue un golpe de Estado, se le parecía mucho, y harán bien los congresistas en esclarecer las responsabilidades de quienes tomaron parte en aquella violenta incursión y de quienes la pudieron alentar intelectual y políticamente.
Si tomamos como muestra los muchos gobiernos de coalición que ha tenido Alemania en los últimos cincuenta años, se observa cómo la confianza entre los coaligados se ha mantenido durante largos periodos entre partidos afines o contrarios. Los gobiernos en varios países nórdicos son de coalición, así como en los Países Bajos y Bélgica, donde se desconocen las mayorías absolutas para gobernar.
Una coalición puede tardar tiempo en configurarse, a veces transcurren meses hasta que se consigue la formación de gobierno. Pero una vez sellado el pacto suele haber una sola voz y un objetivo de gobierno compartido. Si no es así, se rompe la coalición y se convocan nuevas elecciones.
Las modalidades de coalición en España no se rigen por la confianza sino por la extraña costumbre del actual Gobierno coaligado de discrepar en público sobre decisiones centrales adoptadas en consejos de ministros. La desconfianza nació en el mismo momento del abrazo efusivo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tras la firma del pacto de coalición. Muchos nos quedamos estupefactos porque recordábamos las promesas de Pedro de que no pactaría con Pablo porque, de hacerlo, no dormiría tranquilo.
Se puede entender el cambio de actitud si se trataba de asegurar la investidura para formar gobierno. Lo que no es aceptable es que varias veces a la semana las lógicas divisiones que existen en todo gobierno coaligado salgan a la luz y alimenten el debate político en cuestiones de envergadura. Una coalición en desconfianza permanente entre los socios no suele durar porque la política de un gobierno no puede chirriar de forma indefinida. Ya sé que la alternativa podría ser la convocatoria anticipada de elecciones y Pedro Sánchez parece haber optado por aguantar el chaparrón hasta que escampe.
Los vascos son maestros en el arte del pacto entre ellos mismos y con el Estado. El PNV no da un paso en falso siempre y cuando llene el cesto de sus ambiciones y elección tras elección consiga perpetuarse en el poder con algún que otro corto periodo de descanso, sospecho que por la fatiga de tanto mandar acumulado.
En Catalunya, a la desconfianza hacia una España que el independentismo ha pintado frívolamente como antidemocrática y opresora hay que añadir la confrontación abierta entre los dos partidos que forman el Govern y que, por desconfianza, no han querido elegir a un president que sustituyera al inhabilitado Quim Torra.
Qué más da quién sea el independentista investido president si desde el minuto cero tendrá la oposición de la otra gran familia independentista y, además, la que se sentará en los bancos destinados a fiscalizar la acción del Govern. Esto no es práctico ni inteligente porque desprende un sentido de irresponsabilidad institucional que perjudica gravemente a cientos de miles de catalanes que viven con el miedo en el cuerpo por el coronavirus y sus devastadoras consecuencias económicas y sociales.
No he entendido, por ejemplo, el voto en contra de ERC y JxCat a los 140.000 millones que la UE tiene destinados a España como ayuda para afrontar la crisis. Menos todavía que el PP de Casado hiciera lo mismo. El argumento apriorístico era que no serían bien distribuidos. Tampoco se entiende que Gabriel Rufián votara la investidura y los presupuestos de Sánchez y negara apoyo a las multimillonarias ayudas europeas.
No nos hemos sacudido aquel recurso dialéctico que un viejo catalanista de mis tierras repetía viniera o no a cuento: “Tant de dia com de nit, la culpa és de Madrid”. Es cierto que el Estado acampa en Madrid y no quiere trasladar tiendas a periferias que le pudieran disputar la hegemonía. Pero como nos tendremos que conllevar durante bastante tiempo, prefiero el calculado modelo vasco a las improvisaciones voluntaristas que se han practicado en Catalunya desde la presidencia de Artur Mas. Conviene tranquilidad, sentido común y espíritu crítico.
Publicado en La Vanguardia el 3 de febrero de 2021
Despues de leer y releer el artículo de Lluis Foix e igualmente las respuestas de los compañeros/as del blog, pienso que no es necesaria, mi opinion de respuesta, pues el conjunto de las opiniones de todos/ todas, una vez sumadas, es excelente y mas que satisfactorio, para darnos, una idea global y real del tema y del drama de la historia vivida, no contada nunca, por ningún vencedor.
Como decía Ovidi Montllor,,,» ¡ Tu,,,ja m’enteeens !
Confianza entre socios?
Cuando las mentiras forman el centro de los discursos, es imposible la confianza de los votantes.
Nadie extrañará un golpe en la mesa y luego nos quejaremos de otro totalitarismo.
Un gobierno de agua y aceite y un govern de aigua i oli.
El espectaculo es deprimente.
En Italia Don Mario va a montar un gobierno de tecnicos y una vez mas nos pasaran la mano por la cara.
No son tiempos para tanta tonteria como las que nos gastamos por aqui.
Insisto, de mayor quiero ser vasco. Yo creo que el Sr. Foix tambien se apuntaria, pero aun es muy joven(!)
Y por cierto, como dice Jordi Juan, Putin a lo suyo, con sus vacunas de premio mientras la burocracia ursulina fot el pena, one more time.
Ahora no me acuerdo si era Trump que decía » apreteu , apreteu» y Torra » push , push » . Quizás era el revés , pero el método y el concepto era el mismo .
PEDRO SANCHEZ ELOGIA EL SENTIT D’ESTAT DE L’ULTRAVOX. ÒNDIA!
1. El borbònic i juancarlista Pedro Sánchez acaba d’elogiar al Congreso el “sentido de estado” de l’ultraVOX. Òndia! (Eufemisme per hòstia; interjecció o expressió usada per a manifestar admiració, sorpresa o contrarietat. Diccionari de la Llengua Catalana)… Llengua prohibida al Congreso i al Senado però on el franquisme hi es permès. Quina democràcia!.
2. Això sí que crea desconfiança vers els governs, retalla les llibertats, trenca la convivència. El més semblant a les imatges del que va esdevenir el passat 6 de gener al Capitoli de Washington són les imatges de la actuació policial espanyola l’1 d’octubre del 2017, i no les urnes als col·legis electorals. Votar mai es delicte en democràcia, i mai ha de comportar exili, presó i repressió.
3. L’ultraVOX ha facilitat al Govern espanyol més progressista de la història (?) que gestioni els 140.000 milions que la Unió Europea ha enviat a Espanya per afrontar la crisi pandèmica. La postura de l’ultraVOX és lògica perquè vol un règim espanyol post franquista (franquisme 2021), ultra centralitzador, ultra autoritari. Per això l’independentisme català democràtic i pacífic havia de votar en contra. Un vot contrari al Govern de Sánchez, Iceta i Illa per la seva manera de gestionar que no és autonòmica, ni descentralitzada, ni federal, ni respecta les competències i els drets nacionals de Catalunya. No es un vot contrari als 140.000 milions procedents de la UE. Es a dir, dels ciutadans europeus, inclosos els catalans. És fàcil d’entendre-ho.
4. I no es posi com exemple els bascos com mestres en l’art de pactar amb l’estat. Això es diu molt des de l’espanyolisme per atacar el catalanisme i el sobiranisme. La situació basca s’explica per la seva historia i la seva realitat. Un dels factors claus d’aquesta història i d’aquesta realitat és el terrorisme d’ETA i també el terrorisme estatal dels GAL. A Catalunya hi ha una altra cosa… la tenebrosa “Operación Cataluña” contra el sobiranisme que el règim espanyol no vol investigar.
Después de leer su artículo me siento más pesimista sobre la política tanto española como catalana. La emoción que siento se podría definir como de desasosiego, inquietud y precariedad. Estoy cansado de vivir, además de con la amenaza de la covid19, en un ambiente político de permanente conflicto que durará muchos años con lo que eso supone de desgaste emocional y división.