Tener razón fuera de tiempo sirve más bien de poco. No tiene valor alguno el haber dicho y escrito que el abrazo efusivo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tras firmar el pacto de investidura y el Gobierno de coalición, no sería ni duradero ni eficaz. Claro que la necesidad y la urgencia para formar gobierno tras las elecciones del 2019 pasaba por encima de cualquier otra consideración.
La mayoría de los gobiernos europeos son fruto de alianzas y coaliciones. En los Países Bajos, Bélgica y Alemania, por poner solo tres ejemplos, los pactos son fruto de negociaciones que duran meses y en las que están involucrados partidos ideológicamente contrapuestos.
La coalición entre el PSOE y Unidas Podemos no tropezaba solamente con las palabras gruesas y con las incompatibilidades que fueron expuestas en los debates y entrevistas, como el insomnio de Pedro Sánchez y el noventa por ciento de los españoles, si Pablo Iglesias entraba en el gobierno. No conozco políticos que no hayan roto total o parcialmente lo que prometieron en campaña electoral.
Lo que me pareció inviable de la incorporación de Iglesias al Gobierno Sánchez fue que no habían sellado un objetivo político y económico común sino que la formación morada y el núcleo duro del socialismo español discrepaban sobre el régimen del 78, la monarquía, Europa y el papel de la economía de mercado. Volvía a aparecer el concepto de ruptura que la izquierda idealista había intentado imponer sobre el modelo de la transición al término de la dictadura.
Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, el inesperado Adolfo Suárez, el retornado Tarradellas, Jordi Pujol y con algunas reservas los nacionalistas vascos pactaron la monarquía parlamentaria que ha producido el periodo más largo de progreso, libertad y paz social en la convulsa historia española.
Pablo Iglesias ha dado un paso al lado en la política y es muy probable que quiera divulgar y promover sus ideales por otros medios. Se fue porque su visión era incompatible con la historia del PSOE, que lo necesitaba para gobernar pero que no podía acompañarle en el escoramiento rupturista que comportaba la voladura controlada de la Constitución de 1978. No hay que olvidar que Pedro Sánchez, con tres escaños menos en el Congreso tras las elecciones, necesitaba un socio de referencia al que tenía que dar un protagonismo visible. E Iglesias aprovechó la ocasión.
No sé valorar los datos demoscópicos, pero la clara victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid el 4 de mayo responde en buena parte al rechazo que los socios de coalición de Sánchez provocaron a un electorado de centro que abarcaba toda la derecha hasta los límites de Vox y también arañando electores en la izquierda socialista. Naturalmente, el chorro más importante de votos le llegó a la presidenta de la desintegración de Ciudadanos, de 26 diputados a 0, a pesar de la buena campaña y el talante templado y pactista del candidato Edmundo Bal.
El PSOE no ha digerido la derrota de Madrid, aunque es prematuro extrapolar los resultados para cuando se celebren las elecciones generales que Pedro Sánchez convocará lo más tarde que pueda.
Pero aquel abrazo fraternal sellando el pacto con la tinta todavía caliente de las firmas de Pedro y Pablo escondía puñales que algún día se activarían para romper una amistad política que era ficticia o, si se quiere, un gesto necesario pero inútil.
Las consecuencias de los actos políticos son imprevisibles. La historia siempre está por escribir. El líder de los socialistas franceses en 1914, Jean Jaurès, se opuso vehementemente a la Gran Guerra y la fatalidad hizo que muriera asesinado tres días después de que estallara el primer gran conflicto del siglo, la llamada guerra de los pueblos. El pacifismo de Jaurès fue despreciado en una Francia que quería vengarse de la Alemania de Bismarck, que humilló a los franceses con la usurpación de Alsacia y Lorena y con la proclamación de la unidad alemana en el palacio de Versalles de París en 1870. El daño causado por aquella guerra significaría el fin de la hegemonía y la influencia europeas en el mundo y pondría las semillas de otra guerra más terrible todavía veinte años después.
El abrazo de investidura y de legislatura entre Sánchez e Iglesias era la salida más cómoda dados los resultados insuficientes de las elecciones generales. El problema se planteó cuando a la suma de los dos grandes partidos de la izquierda hubo que añadir a los independentistas catalanes, el PNV, Bildu y varios partidos con representación unipersonal.
El Gobierno era y es legítimo y constitucional. Y fue recibido por el Rey el día de la toma de posesión con carteras repartidas adecuadamente con el canon de género desplegado con éxito total. El problema pronto se centró entre la tradición socialdemócrata del PSOE y la novedad rupturista que representaban el discurso y las medidas de ingeniería social que introducía Pablo Iglesias. Su sucesora en el Gobierno, la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz, parece menos mesiánica y va con menos prisas. La rotunda victoria de Isabel Díaz Ayuso, con un mensaje simple y populista, es un aviso serio para Pedro Sánchez, que cuenta solo con 120 escaños.
Publicado en La Vanguardia el 12 de mayo de 2021
També Fernandez de la CUP abraçar Artur Mas i ja sabeu que va pasar despres.
El macho alfalfa se ha cortado la coleta y esta es la noticia del dia.
El Pati dels Tarongers sigue siendo la casa de tocame_roque
I tot plegat es can tipa.
Porque tenemos que hablar de personas o personalismo y no se habla mas de pgms económicos, porque la clave es que una persona como Pablo con propuestas caducadas nunca tendria el apoyo de Europa. En el caso de Yolanda, ve brotes verdes en el empleo como Zapatero los veia en todas partes. Si hay recuperación economica en noviembre esta claro que no sera por sus politicas economicas, sera por otras causas.
Una situación parecida se produce en Catalunya. La CUP es un partido más a la izquierda que Unidas-Podemos que pacta con partidos de ideología muy distante. Les une el objetivo de la independencia de Catalunya, pero poco más.
Volvemos a una situación, o permanecemos en ella, que no se ha resuelto: ¿Cómo se debería estructurar la sociedad humana? ¿Qué significa, hoy en día, la proclama de la Revolución Francesa: Libertad, Fraternidad e Igualdad? ¿El capitalismo presenta signos de agotamiento y autodestrucción? ¿La democracia liberal es robusta y qué ideas puede aceptar? ¿La solución es el control de los medios de producción por la humanidad para evitar la especulación y la concentración de la riqueza en unas pocas manos? ¿Existen clases con intereses opuestos? ¿Explotamos a los países pobres? ¿Europa es una burocracia o algo más?
Creer que el pueblo no se equivoca cuando vota es un absurdo. Claro que se equivoca, como todo ser humano es falible, ignorante y potencial fanático. No posee información suficiente (los datos y actos que no se publican) para poder valorar la acción de gobierno, cree que la posee pero no es cierto; y la que tiene a disposición no la analiza, vota por emociones no con razones. La aleatoriedad es muy elevada, cuando tiene miedo se aferra a autoritarismos o soluciones mágicas con un o unos culpables exteriores.
Tampoco el pueblo sabe qué y cómo se negocia la formación de un gobierno de coalición. Reuniones secretas que se ocultan al escrutinio público porque saben que se nos caería la venda de los ojos. También sabemos que los programas no se cumplen, ni los acuerdos y que nos prometen acciones que son imposibles porque las decisiones de la mayoría de los pueblos dependen de la aprobación de países y poderes más poderosos.
Un pequeño detalle: el mantenimiento de las autovías y autopistas libres de peaje se pagará, sea por un peaje o por los presupuestos del estado, ese dinero sale de nuestros bolsillos de una manera u otra, y si no hay se deja que se deterioren esas vías de transporte. Todo lo pagamos los y las ciudadanas de cada país que cumplen con sus deberes fiscales. El estado decide cómo distribuye ese dinero, y esa es la cuestión fundamental: qué y a quién favorece; porque las diferentes ideologías no tienen los mismos objetivos.
Ok.
https://nadaesgratis.es/admin/debe-pagarse-por-usar-las-carreteras
Muy bien expuesto Sr. Lluis.
Nada más una nota al pie, re: La Gran guerra 1914-18. La «guerra de los pueblos» la provocaron los gobernantes, cabezas coronadas todos los emparentados, y los militares que querían probar sus armas, sin saber que la guerra industrial estaba cambiando las batallas. Así se vieron enfangados literalmente en las trincheras.
«Los pueblos» que, más o menos ingenuamente esperaban una revolución, como en Rusia, se encontraron metidos en una guerra que ni les iba ni les venía, espoleados por una propaganda nacionalista («Pour Berlin» v. «Nacht París») mentirosa y traidora. Se perdieron la revolución y la guerra, que no la ganó nadie, como no fuera el virus de la gripe del 18…
Salud!