Hemos visto en directo la tragedia de miles de personas, principalmente jóvenes, a los que se les abrieron las compuertas para llegar a Ceuta es europeo y franquear la frontera de Europa. La llegada apresurada y tumultuosa de unos nueve mil jóvenes a Ceuta en 48 horas evidencia dramas que van mucho más allá de los conflictos territoriales y de las razones de Estado.
Los grandes conflictos suelen empezar por pequeñas chispas que provocan incendios inextinguibles. Marruecos y España son vecinos, socios, necesariamente aliados. Pero la geografía les ha situado en un punto de fricción permanente, como puede ser el Bósforo en Constantinopla, el Canal de Suez o la salida marítima rusa por el mar Báltico.
La razón de Estado es implacable y se lleva por delante los sentimientos y la dignidad de personas y pueblos enteros. Marruecos utiliza la geografía y sus gentes como escudo para promocionar sus intereses. Abre la frontera para que pasen cientos o miles de emigrantes que esperan abandonar el país para encontrar horizontes vitales más esperanzadores de los que tienen en su país.
Las personas son mercancía política y diplomática. Los jóvenes que pasaron a nado a Ceuta no son delincuentes ni invasores. Son personas que buscan horizontes de esperanza porque la realidad nacional les conduce a la desesperación. El régimen marroquí mueve sus fichas con la oportunidad del que juega a los dados. Abre y cierra las fronteras con Ceuta y Melilla pensando en la estrategia global. Donald Trump, un oportunista que miraba a la reelección tomó medidas en Oriente Medio precipitadas y partidistas. Cambió el mapa político de la zona, trasladó la embajada americana a Jerusalén, reconoció que los Altos del Golán no eran sirios sino israelíes, reconoció el derecho de Marruecos a que el antiguo Sahara occidental español formara parte de su territorio nacional, acercó las posiciones de Rabat a Israel y priorizó las relaciones con el estado hebreo por encima de todo. De hecho, esta ha sido la tradición de todos los presidentes americanos desde la creación del Estado israelí en 1948.
La política exterior es lenta, controvertida, incomprensible muchas veces porque las relaciones entre pueblos arrastran el poso histórico de cada uno de ellos. El gobierno español tenía que saber que hospitalizar al líder del Polisario en un hospital de Logroño tenía sus riesgos políticos. Me parece bien que se atienda en hospitales hispánicos a cuantas personas lo necesiten. Pero sí que es conveniente saber las razones y quién decidió el ingreso del líder del Polisario en un hospital español. Sin que se trasladara el conocimiento a las autoridades marroquíes.
Sospecho que fue una decisión de la facción del gobierno, Podemos en concreto, que actúa más por ímpetus populistas que por razones de Estado. El secreto de la hospitalización del líder marroquí es lo que ha provocado la avalancha de miles de jóvenes que cruzaron a nado o en barquilla la frontera marítima entre Ceuta y Marruecos.
La política no es impetuosa sino que debe sopesar las consecuencias de acciones pequeñas o grandes que pueden herir la susceptibilidad de socios, amigos o vecinos.
Lo que ha hecho el régimen marroquí es jugar con los jóvenes como si fueran monedas de cambio enviándoles a una frustración irremediable. En todo este conflicto es la cuestión humanitaria la que debería primar sobre todas las demás. No se puede jugar con la dignidad de las personas, provengan de donde sea y pretendan algo tan elemental como buscar horizontes de esperanza que no encuentran en su país en el que no existe ni libertad ni oportunidades para salir de la pobreza perpetua en la que viven la mayoría de sus ciudadanos.
Llegará un día en que los emigrantes jóvenes y con pretensiones de abrirse camino en otras latitudes serán reclamados por una Europa envejecida e insolidaria, soberbia y en muchos ámbitos supremacista.
Pues yo lo veo así:
https://www.elinconformistadigital.com/2021/05/20/marruecos-chantajea-a-espana-con-la-presion-migratoria-por-francesc-sanchez/
Un saludo
No entiendo cómo Marruecos no ve que, si la gente sale del país a nado y con lo puesto, es por lo mal que están allí, lo que no hace sino desprestigiarle.
Y no sé cómo el Gobierno español no vio venir lo que iba a ocurrir atendiendo al líder del Polisario en Logroño. Hubiera sido más barato –política y económicamente– enviar un equipo médico a atenderle en el Sahara.