Javier Godó, un editor

Javier Godó, conde de Godó, editor de La Vanguardia

Javier Godó recibió la medalla del Foment del Treball con ocasiòn del 140 aniversario de la fundación de La Vanguardia y también coincidiendo con los 250 años de la fundación de Foment del Treball. En el acto estuvieron presentes el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonès. A continuación, publico el texto íntegro de la laudatio que me pidió el conde de Godó.

 

Muchas gracias por invitarme a hacer la laudatio de Javier Godó Muntanyola, conde de Godó, editor, empresario, viajero, cosmopolita, representante de la cuarta generación de la estirpe de una familia que procedente de Igualada se establece en Barcelona desde mediados del siglo XIX. Enhorabuena, Javier, por esta medalla que se te ha concedido con ocasión del 250 aniversario de la fundación del Foment del Treball.

Los hermanos Carlos y Bartolomé Godó eran industriales del textil que habían expandido su negocio en el País Vasco. Los dos eran militantes del Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta y los dos fueron diputados a los comienzos de la primera Restauración. En febrero de 1881 fundan La Vanguardia, un diario que defiende la causa liberal y progresista pero que al cabo de siete años se desvincula de los intereses de un partido político y comienza una larga singladura periodística y empresarial que ha acompañado la historia de Catalunya, de España y de Europa durante 140 años hasta hoy.

La familia Godó formó parte, incluso antes de afincarse en Barcelona, del núcleo de industriales y emprendedores que convierten a la capital catalana en un referente cultural en el sur de Europa y en la locomotora de la economía española.

He tenido el privilegio de trabajar y escribir en La Vanguardia desde el verano de 1969 hasta hoy. Más de medio siglo de vinculación profesional, humana y sentimental con una empresa que ha tenido la singularidad de pertenecer a una misma familia. Si esta característica es infrecuente en las grandes instituciones civiles catalanas lo es todavía más en un medio de comunicación que ha surcado la atribulada historia del país durante casi un siglo y medio y hoy sigue siendo una referencia periodística imprescindible.

He conocido y tratado a tres generaciones de la familia propietaria. Pero es con el actual conde de Godó, Javier, con quien he compartido más años de ilusiones, proyectos, cambios, fatigas y satisfacciones. No solo ha conservado el patrimonio editorial sino que ha conseguido que la marca Vanguardia sea un referente local, nacional y global. Fue de los primeros que subieron al carro de la era digital manteniendo el sello de calidad, pluralismo y credibilidad.

En nuestro país, decía Josep Pla, una institución que dura cincuenta años es generalmente una cosa insólita porque casi todo pasa como un gran fuego de artificio. ¿Por qué La Vanguardia ha alcanzado a publicar más de 50.000 ediciones atravesando la Restauración, la Semana Trágica, el anarquismo, la ciudad de las bombas, la primera dictadura, la caída de la Monarquía, la República, la Guerra Civil, la segunda dictadura, la transición iniciada el 1978, el ingreso de España en todas las instituciones democráticas occidentales y los debates controvertidos e inevitables de toda sociedad libre?

No hay una única explicación. Pero si tuviera que destacar la principal sería el talante abierto, práctico y renovador de la familia Godó que ha sido siempre la propietaria de La Vanguardia a pesar de los muchos intentos para arrebatarle el instrumento mediático que más ha influido en la historia moderna y contemporánea del país. Soy testigo de algunos intentos en los que desde instituciones catalanas o españolas se pretendía adquirir la centenaria cabecera. Te compro La Vanguardia, le dijo a Javier Godó una personalidad muy poderosa en los años noventa. Y Javier Godó, con el sentido del humor que le caracteriza, le respondió diciéndole que “en el quiosco te vendo las que quieras a cien pesetas el ejemplar”. Esta defensa de la patrimonialidad de la marca la he observado en las tres generaciones que he tratado a lo largo de los años. Lo más interesante es que la personalidad de los tres es bien diferente pero su instinto empresarial y editorial ha sido el mismo.

Javier Godó no es un jugador de póker sino que usa las miradas largas de los jugadores de ajedrez. No improvisa. Piensa y deja re-posar sus reflexiones. Algunas duermen el sueño de los justos. Otras, en cambio, se ejecutan en el tiempo y en las circunstancias oportunas. Es un editor que vive apasionadamente los avatares de la actualidad y sus consecuencias inmediatas. Nada le es ajeno y tiene la idea que expresaba un ex director del The Times de Londres de que un buen periodista tiene que estar abierto a todos los puntos de vista, lo que no significa que sea indiferente a todas las actitudes.

Una de las cualidades de su liderazgo como presidente del grupo Godó es su tendencia a adaptarse a sus lectores y al país sin pretender cambiarlos. Ha reafirmado la política editorial de la Casa en cada momento sin intentar derrocar gobiernos o cambiar regímenes. Una de las habilidades de La Vanguardia a lo largo de toda su historia es parecerse lo más posible a la sociedad a la que ha querido servir. Ha sido un espejo de la sociedad catalana con toda la prudencia, la valentía, la cobardía a veces, la innovación, el progreso y las ilusiones que caracterizan a este gran pueblo. Por estas razones y otras muchas ha perdurado hasta hoy. Le he escuchado decir a Javier que no entiende el poder como una forma de dominio, de autoridad o de venganza. No ordena gritando sino que sugiere con la delicadeza de las personas educadas.

Javier Godó, acompañado de todos los directores que ha nombrado desde 1983. De izquierda a derecha Màrius Carol, Lluís Foix, Jordi Juan, José Antich y Joan Tapia.

Sabe que la fuerza no está ni en la gesticulación ni la confrontación sino en la capacidad que cada uno tiene de convencer sin imponer. Soy testigo de que nunca, en los miles de artículos que he escrito, me ha reprochado ni un adjetivo. Sigue todos los medios del que es editor como el viñatero que observa el comportamiento cambiante de las viñas. Quisiera resaltar tres rasgos de su carácter: generosidad, valoración de los detalles en las cosas y en las personas y su visión liberal de la vida. Su gran influencia en la sociedad catalana y española descansa más en aportar y sugerir soluciones, acompañadas de la crítica que late en toda sociedad libre, que en reventar proyectos cívicos y culturales.

Javier Godó empieza a ser el editor de facto en los años setenta cuando Horacio Sáenz Guerrero era el director de La Vanguardia, un periodista templado, con dominio del lenguaje, culto y elegante. El fin de la dictadura era inevitable y el diario necesitaba un cambio de estética pero sobre todo tenía que abrirse al cambio político y social que latía en la sociedad catalana y española. Fue Javier Godó el que descolgó de la cabecera el adjetivo de española que había sido impuesto por los vencedores en 1939.

El franquismo respetó la propiedad pero tuteló los contenidos y, sobre todo, intervino en la designación de los directores que desde Luis de Galinsoga hasta Javier de Echarri pasando por Manuel Aznar, eran nombrados con el conocimiento y aprobación del régimen. Horacio Sáenz Guerrero fue el primer director designado por la propiedad en 1969, cuando ya Javier Godó tenía altas responsabilidades en el diario. Dice Javier que “mi padre, Carlos Godó Valls, fue un superviviente. Hizo lo que hizo Catalunya, sobrevivir”.

La Vanguardia, si me permiten la metáfora, quería seguir siendo como aquellas gabarras que bajan y suben por el Rin transportando todo tipo de mercancías. De vez en cuando hacen sonar la bocina, grave y estruendosa, avisando que pasan o dando un toque de atención mientras van deslizándose suavemente por el cauce del gran río de Europa Central.

A lo largo de generaciones ha cambiado de tripulación, de directores – aquí mismo estamos los que lo hemos sido desde 1983 -, de plumas ilustres y de formas de impresión, diseño y distribución. La Vanguardia ha sido la voz más constante, más representativa, más tranquila y a la vez más enérgica de la sociedad catalana, anclada en España pero que ha tenido en Europa su punto de referencia.

La proyección cultural del diario ha sido paralela al papel que ha representado en el escenario de las artes y las humanidades. Un dato ilustra esta afirmación. He contado una cincuentena de libros que se han escrito sobre La Vanguardia desde que Joan Puig i Ferreter publicó la novela Servitud, basada en el ambiente de la redacción ahora hace cien años. Directores como Miguel de los Santos Oliver y Gaziel escribieron sobre sus experiencias. Màrius Carol acaba de hacerlo y yo mismo lo hice en 2014. Sobre el diario han escrito Josep Pla, el poeta J.V. Foix, Llorenç Gomis, Manuel Ibáñez Escofet, Carlos Ruiz Zafón, Francisco González Ledesma y muchos otros. Por sus páginas han transitado Miguel Delibes, Antonio Machado, Joan Fuster, Santiago Rusinyol, Josep Maria de Sagarra, Baltasar Porcel, Francisco Umbral, Josep Ferrater Mora, Álvaro Ruibal, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y cientos de autores que han hecho que La Vanguardia haya sido una de las principales ágoras de la cultura en Barcelona. Desde 2011, bajo la dirección y el impulso de José Antich, La Vanguardia tiene una edición impresa en catalán que se distribuye junto con la versión en castellano.

Javier Godó ha sido siempre muy sensible a la cultura y a la pro-yección de Barcelona en el mundo. Fue en la gala del Mundo Deportivo en 1981 donde Juan Antonio Samaranch y el alcalde Narcís Serra lanzaron la idea de presentar la candidatura a los Juegos Olímpicos de 1992. Javier Godó estuvo en el núcleo de empresarios que se comprometieron económicamente y socialmente para que Barcelona entrara en el imaginario universal como una marca de calidad, de solvencia y buen gusto. Su pasión por el deporte le ha llevado a conservar el prestigio del Trofeo Godó de tenis y el Godó de Vela.

Siguiendo la trayectoria familiar, Javier Godó ha hablado de Barcelona y de Catalunya pero, sobre todo, ha arriesgado para que esta ciudad y este país se mantuvieran siempre en el carro de la modernidad. Su apuesta por la radio empezó en los años ochenta con la fundación de Antena 3 radio que en pocos años se convirtió en la emisora con más audiencia en toda España. En las pugnas por la distribución del espacio audiovisual de los años noventa obtuvo la licencia de explotación de un canal de televisión que fue objeto de luchas empresariales y mediáticas por parte de poderes financieros afincados en Madrid. De aquella experiencia nació una alianza editorial y empresarial con la SER de Jesús Polanco que todavía dura y, por encima de todo, sirvió de base para que unos años después surgiera lo que se ha convertido en la radio de mayor audiencia de Catalunya. RAC1 es la historia de un éxito periodístico y empresarial.

Javier Godó está comprometido con el periodismo de calidad en los soportes de papel, audiovisual y digital. Un inquietud que he-redó de sus antepasados es la de estar al día en las técnicas que fa-cilitan ejercer un periodismo rico en contenidos. A finales de los años ochenta se publicaba un diario envuelto en las páginas de huecograbado, una distinción que caracterizaba la personalidad estética de La Vanguardia, pero que no respondía a las exigencias de rapidez y diseño moderno que exigían los nuevos tiempos.

Tomó una decisión que muchos pensaban que era arriesgada. Contrató al diseñador Milton Glaser, el autor del slogan I love New York, para que él y su equipo dieran un cambio radical en la imagen de La Vanguardia. Durante dos años siguió muy de cerca los pasos que se daban para dar un salto a la modernidad del diario más clásico de la prensa española. Idas y venidas a Nueva York acompañado del director Joan Tapia, el ex director Paco Noy, Carlos Pérez de Rozas y todos los que seguíamos de cerca el proyecto que iba acompañado de la compra de un grupo de rotativas suizas que imprimían con gran calidad.

La Vanguardia cambió la cara en octubre de 1989 en una noche memorable en las instalaciones de Poble Nou a cuya fiesta acudieron unas cuatro mil personas que vieron cómo después de los discursos y brindis de rigor las rotativas expendían el diario más moderno de España. En los primeros días llegaron muchas quejas de lectores sorprendidos por el cambio. Recuerdo que Javier Godó dijo que si las críticas se limitaban al cambio de ubicación de las páginas de televisión, es que la operación había sido un éxito. Y lo fue. El nuevo diseño de La Vanguardia inspiró el de muchas publicaciones en España y en América Latina.

Pero la decisión más revolucionaria se produjo de forma inesperda y silenciosa en una reunión en las instalaciones de la calle Pelai en 1993 cuando la plana mayor del grupo, encabezado por Javier Godó y sus hijos Carlos y Ana, escuchábamos las explicaciones de Vicent Partal sobre la llegada de Internet en los medios de comunicación. Todos escuchamos la larga explicación como si se tratara de un relato de ciencia ficción.

Pero fue Javier Godó quien dijo que había que explorar aquella nueva forma de periodismo y en 1995 la web de La Vanguardia empezaba a andar embrionariamente convirtiéndose en la primera publicación digital de un diario también impreso en papel en España.

Un cuarto de siglo después aquella decisión tecnológica y empresarial ha convertido La Vanguardia en una de las referencias más importantes del mundo en los medios escritos en lengua castellana. Todas las iniciativas para hacer llegar el diario a los quioscos de España y Europa habían tenido éxitos muy limitados. El destino ha querido, sin embargo, que gracias a Internet y las nuevas tecnologías se llegue a todos los rincones del mundo en tiempo real y la penetración e influencia de La Vanguardia sean hoy mucho más importantes que en cualquier otro momento de su larga historia. Su hijo Carlos, la quinta generación, sabe muy bien cómo conducir la nave como consejero delegado del grupo Godó. Es hoy el diario digital con más seguidores en España. El empeño de Carlos Godó y del actual director, Jordi Juan, en apostar por el periodismo digital han dado dinamismo, rapidez atrayendo a millones de lectores a los que se les ofrece informaciones, opiniones, reportajes de calidad en todos los formatos, también en las redes sociales y todos los medios tecnológicos que están al servicio del periodismo actual. Lo mismo ha ocurrido con el Mundo Deportivo que traslada en tiempo real la información y la pasión por el deporte a todos los rincones del mundo.

Javier Godó ha sabido cultivar la proyección barcelonesa y catalana al resto de España y al mundo entero. Se ha empeñado en ofrecer un diario plural, abierto y de calidad. Ha conservado y fortalecido la marca que está asociada a la credibilidad informativa y al reflejo de una sociedad que va mutando de generación en generación pero que mantiene sus signos de identidad sirviendo a un país desde la libertad y el intento de representar la centralidad de Catalunya.

Le he escuchado decir en alguna ocasión que el ADN de La Vanguardia es catalán, con proyección española y con vocación euro-pea y universal. En palabras de Arthur Miller un diario es una nación hablando consigo misma. La Vanguardia, en todos los tiempos y también ahora, ha intentado que los catalanes pudiéramos hablar libremente entre nosotros y que, además, trasladáramos nuestra manera de ver la vida al resto de España y a toda Europa.

Enhorabuena, Javier, por esta merecida distinción.

Publicado en La Vanguardia el 8 de junio de 2021

  6 comentarios por “Javier Godó, un editor

  1. La meva enhorabona! Hi ha, si la memòria no m’enganya, una tesi doctoral sobre la història de La Vanguardia. Va ser arran del centenari, o potser una mica més tard, encara que no n’estic ben segur.

  2. Lo he leido otra vez, lo escuche en directo. Me ratifico que es un discurso excelente.
    Me reitero en darle la enhorabuena Sr. Foix!
    Y Enhorabuena a Javier Godo. Si, La Vanguardia forma parte de la historia de todos.
    Per molts anys!

    La importancia politica del acto tampoco se nos escapa. A ver a ver…

  3. Hola Luis,
    Tuve la oportunidad de escucharte en directo, como miembro de la Junta Directiva del Foment, y me emocionó la «laudio» acerca de la familia Godo, en particular de Javier.
    He vuelto a leer dicha intervencion, y en este caso, la lectura «pierde» en relacion al «directo», aunque recomiendo su lectura y mucho mejor si podeis recuperar el «directo» en algun canal digital…
    Magistral tu intervencion por su contenido y por la forma de expresion que era como un proceso de inmersion a una «historia», la de La Vanguardia, que de una forma mas o menos intensa (en m caso personal MUY intensa), ha contribuido en nuestra formacion.
    Gracias Luis, enhorabuena por tu laudio, pero sobretodo por toda una vida de comunion con La Vanguardia.
    Abrazo desde La Segarra.
    Brunet de Bellmunt

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