Transitando por la Castilla rural, vaciada, por las anchuras de Soria, Segovia, Guadalajara y Ávila, cielos azules y rasos, calores rutinarios de finales de julio, se observa la soledad de pueblos con muchos campos de rastrojos frescos, recientes, flanqueados por olmos a la vera de un arroyo que sirve sus escuálidas aguas al Duero. He releído una vez más el Campos de Castilla de Antonio Machado y me fijo en este verso de las vivencias del poeta sevillano hace ya casi un siglo andando por estas tierras: “Yo en este viejo pueblo, paseando, solo, como un fantasma”.
La quietud de los campos es eterna. Durante siglos, cientos y miles de labriegos conocían cada palmo de sus pequeñas o grandes propiedades. La cultura de los términos municipales era tan intensa como la vida en las villas o capitales comarcales que agrupaban a sus gentes en los días de mercado. Las tierras no han cambiado, pero la soledad se ha apoderado del ambiente. En Burgo de Osma, por ejemplo, la grandeza de sus iglesias y casas señoriales se mantiene y es exhibida a los que pasan en visita rápida. Muchas estancias muestran grandes carteles proponiendo su venta. El turismo es escaso y fugaz.
Es la Castilla vaciada y solitaria que ha sido incapaz de retener a las nuevas generaciones de sus paisanos que han optado por acudir a Madrid en busca de trabajo y oportunidades. Quedan el paisaje y las siluetas de pueblos con monumentos de piedra centenarios, campanarios coronados por nidos de cigüeñas, toques de las horas desde viejas campanas. Pero la despoblación es gradual y continua.
La Castilla rural, al igual que la Catalunya interior, se ha subido al carro del progreso, pero desde la soledad y la quietud. Las carreteras y autopistas surcan los paisajes, las cosechadoras siegan en un día lo que antes requería semanas y docenas de jornaleros. Naturalmente, se ha avanzado y el progreso es posiblemente más espectacular que en las ciudades.
Pero el factor humano es cada vez más pequeño, más desproporcionado, está más aislado aunque esté perfectamente conectado con la globalidad del mundo. Pienso que no pasará mucho tiempo hasta que la auténtica aristocracia de la vida no se encuentre en las urbes sino en los espacios repoblados en los que se puede gozar ya de todos los avances del conocimiento y de las ciencias desde un espacio más próximo y pegado a la naturaleza. Más humano y más respetuoso con la tierra y con la singular historia de cada pueblo.
Mientras sigo en directo y con inquietud los estragos del fuego en Santa Coloma de Queralt y la Baixa Segarra, al inicio del cauce del río Corb, me vienen a la mente la quietud y la soledad de Edward Hopper, uno de los referentes norteamericanos del arte del siglo pasado, el pintor de los silencios íntimos.
Los lienzos rurales o urbanos, solitarios, casi siempre con una sola persona en sus cuadros, muchas veces con un libro en la mano, retratando un acantilado de Nueva Inglaterra o un bar de copas en Boston, luces y sombras, un faro sobre el Atlántico o una mirada fatalista de una señora desde una ventana, prefiguran algunos rasgos de la deshumanización que han sufrido las tierras de labranza, los bosques y las piedras trabajadas que configuran el arte rural, el de los pobres, pero tan rico en belleza como el que exhiben los galeristas de Nueva York, París o Londres.
Quiero pensar que una de las ventajas del progreso, no sé cómo pero será más pronto que tarde, es que nos devolverá el contacto con la tierra de la que casi todos los urbanitas procedemos y en la que siempre pensamos.
Publicado en La Vanguardia el 28 de julio de 2021
Bona nit, aquesta matinada he sortit del Pla de l’Estany amb ment carregada de focs, el de Ventalló el més proper en Km. i el de Santa Coloma de Queralt molt proper emocionalment; fa sis hores que he atravessat totes les provincies que parla en Lluis en el present article, la soletat dels pobles que hem vist es frapant, les esglesies si son grans monuments de pedra picada però les cases de la gent senzilla son de tapia, fa molts anys que vaig a l’alta Extremadura, a la Sierra de Gata d’on es filla la meva dona i aquests 46 anys, la desolació ha estat present. La Tere sempre em diu lo que diu en Foix que no ho veurem però els pobles tornaran a omplir-se amb la facilitat de les noves tecnologies i el teletreball que ha vingut per a quedar-se. Hi ha una diferencia entre Gata que la mitat de les cases pose un cartell en venda i no se´n ven cap i a Llorenç de Rocafort que la mitat del poble està vuit, però cap casa està en venda ?. Gràcies a en Foix ens fa veure coses que sols no saben veure o adonar-nos, com els colors dels camps (Machado) després de la sega o els canvis d’estació. Veure els camps de Castella amb els seus rostolls i canvis de trossos llaurats i els diferents colors de la terra, també ens mervellen, El Burgo de Osma, el porto veien dotzenes de vegades i le visitat tranquilament tres vegades; la imponent torre-campanar de la catedral és un be de Déu. Gràcies per presentar-nos en Hopper, no el coneixia.
La Danza de la Hora en el Burgo de Osma es un aquelarre sensacional en sus fiestas de agosto.
Soria, el Duero, San Saturio… Cañon de RioLobos, la Laguna Negra…
Que maravilla!
Ancha es Castilla!
Lo autenticamente distinguido esta en vivir en estos lugares so pena de quedarnos estupefactos como los personajes inquietantes aunque tranquilos de Hopper.
No sé el que passarà però una cultura que té enterrat a Antonio Machado en un racó d’un petit cementiri de la catalunya nord i no sap ni on són les tombes del seus millors clàssics, no sé si és capaç d’arribar gaire lluny en matisos com aquests.
Tampoc sé si a casa nostra que honorem poc a alguns grans homenots abans de morts per lloar-los quan ja són a la tomba i no fan ombra, els podem donar gaires lliçons. Vanitas vanitatis , … i això no es troba al camp. Si més no per a la majoria del públic. Vostè ja ho té tot fet i no ho ha fet al camp, ho ha fet a ciutati i seguirà així sr. Foix. Cal una personalitat determinada i no és comuna. Així ho veig.
La Llleida de la meva juventud, de 40.000 habitants, també avui presumeix de 138.000. Benvinguts !!.
I Hopper, un dels meus predilectes. Es veritat, pintor dels silencis instints, pero tan proper i directe.