La ampliación de El Prat ha sido el pretexto para evidenciar las conocidas divisiones en el Gobierno Sánchez y para ahondar en las discrepancias de fondo en el independentismo que se manifiestan a diario desde que Pere Aragonès es presidente de la Generalitat. La ministra Yolanda Díaz y la alcaldesa Ada Colau se pasearon ayer por el entorno de la laguna de la Ricarda para manifestar su oposición al proyecto que la ministra Raquel Sánchez había dejado en suspenso el día anterior responsabilizando a la Generalitat de no cumplir el acuerdo alcanzado el 2 de agosto.
Sostengo que se recurrirá al sentido común y se recuperará un proyecto que no es ideológico sino práctico, técnico si quieren, para que Barcelona y Catalunya no se deslicen por la pendiente de la decadencia en busca de una independencia en contra de España y sin contar con Europa.
La transformación de Barcelona de 1992 fue consecuencia del espíritu innovador y cosmopolita de Pasqual Maragall, que aglutinó la ilusión de la mayoría de barceloneses y la complicidad del gobierno de Felipe González. Samaranch fue decisivo a la hora de conceder los Juegos Olímpicos en 1986.
De la actitud positiva de aquellos momentos hemos pasado al no a todo, especialmente el no a cualquier propuesta que venga de Madrid. Había confianza y ahora hay desconfianza. Entonces avanzamos, incluso con el peix al cove de Pujol, y ahora retrocedemos.
El president Pere Aragonès no lo podía decir más claro ayer: “Hemos perdido confianza en el Estado, que tiene una falta de voluntad crónica de invertir en Catalunya”. Tiene parte de razón en esto.
Pero El Prat es el pretexto para avanzar por otros medios hacia la independencia unilateral que Puigdemont insiste en que debe ser confrontacional y Junqueras quiere alcanzar negociando. Aragonès es el gestor de la ambigüedad. En cualquier caso, es difícil recuperar la confianza si, en vísperas de la reunión de los dos gobiernos, el president dice que “forzaremos al Estado a una negociación y a una salida política” que debe incluir la amnistía y el referéndum de autodeterminación. Me parece que será que no, tanto si el presidente es el cambiante Pedro Sánchez como el que le suceda en la derecha o en la misma izquierda.
Publicado en La Vanguardia el 10 de septiembre de 2021
El poder de autodestrucción de este Govern sube imparable y paralelo a su mezquina manera de hacer y resolver los problemas que preocupan a todos.
Hace tiempo que no creo en esta clase política para mi propia paz y salud.
Bon dia a thotom i bona diada.
La Yoli que dice haber trabajado mucho en silencio para lo del Prat y la Ada paseando por la Bernarda, perdon Ricarda, es la imagen del triunfo de la insidia de los perdedores en que to plegat se iguale por la parte baja.
La Laura cantandole la cartilla al homenet de Pineda…
Berlanga haria una peli increible con todo este paisanaje.
Hay que ir por la mayor y trasladar el aerodromo(!) del Prat a la Terra Ferma que hay buenas extensiones yermas esperando. Claro que ojo igual hay una especie de lagarto endemico que puede sufrir con los decibelios de los paratos y viones. El canal de Les Garrigues ya tuvo un retraso considerable por mor de estos lagartos.
Buen fin de semana.
Si, tras anunciar que voy a hacer reformas en casa, una de mis hijas me hubiese dicho que al año siguiente pensaba independizarse, no debería extrañarse de que yo no le reformase su habitación.
El independentismo puede tener razón en la cicatería del Estado en sus inversiones en Catalunya, pero, si el Sr. Aragonés predica la independencia de Catalunya, no puede quejarse de que el Estado deje de invertir aquí.
De todos modos, no hay porqué preocuparse: cuando seamos independientes, pagaremos a escote: 1.700 millones a repartir entre 7,5 millones de catalanes, tocan a 226,66 € per capita. Quizá convendría preguntar a la ciudadanía si está dispuesta a pagar ese precio (y los demás).