En la noche electoral del domingo los cuatro candidatos con posibilidades de estar en el próximo gobierno alemán se dedicaron a debatir sobre el largo periodo de negociaciones que se abre a partir de ahora. Los socialdemócratas liderados por Olaf Scholz ganaron cinco puntos más que en las elecciones del 2017, mientras que la CDU/CSU representada por Armin Laschet perdió nueve puntos y obtuvo el peor resultado de su historia.
Angela Merkel se ha ido con la aureola de los estadistas y su sucesor ha sufrido el más fuerte revés de la historia de su partido. La lógica de Scholz es impecable: puesto que los tres partidos que pueden formar una mayoría han subido en votos y escaños, mucho más que la alternativa que encabezaría una coalición conservadora, la vuelta de los socialdemócratas al poder es inevitable. Pero no es así y Angela Merkel podría ser canciller en funciones hasta finales de año porque la cultura de pactos y de coaliciones en Alemania no se improvisa en una tarde sino que es fruto de largas discusiones en las que se desciende hasta los más pequeños detalles hasta alcanzar un pacto de gobierno.
Hace unos años los dos grandes partidos recogían el 90 por ciento de los votos de los alemanes. Hoy, los socialdemócratas y democristianos no alcanzan el 50 por ciento. Por lo tanto es necesario negociar entre partidos que representan intereses y posiciones contrapuestas. Es interesante señalar que las primeras aproximaciones de pacto se han producido entre Los Verdes y los liberales del clásico FDP.
Primero tienen que ponerse de acuerdo los dos partidos más pequeños para dirimir sus diferencias en impuestos, medio ambiente y distribución del gasto. Van a determinar la gran política que la pilotará el centroizquierda o el centroderecha. La ultraderecha del AfD queda fuera de cualquier pacto. El gen de los liberales se acopla más a la derecha y el de Los Verdes a la izquierda. Una cancillería Scholz o Laschet depende del maratón negociador de los dos partidos pequeños. Y no al revés.
La fragmentación del electorado es frecuente en muchos países europeos en los que las mayorías absolutas escasean o son imposibles. Incluso en sistemas de representación directa como el británico hay que recurrir a veces a pactos con un partido menor.
La prensa alemana es cauta en estos primeros días porque no hay que desestimar ninguna combinación. Ni siquiera una gran coalición entre los dos grandes que ha funcionado en los últimos mandatos de Angela Merkel. No hay que olvidar que Scholz es ministro de Economía en la gran coalición que sigue vigente en teoría hasta la formación de un nuevo gobierno federal. Podría repetirse, improbable pero posible, una coalición de los dos grandes otorgando la cancillería a los socialdemócratas, que se han comportado como un partido de Estado apoyando a Merkel.
La apuesta por Europa de la economía más importante es incuestionable. Un cambio de caras y de estilos tras 16 años de liderazgo conservador forma parte de la cultura de la alternancia desde que el SPD gobernó a partir de 1969.
Alemania es el motor de Europa, pero no puede imponer sus criterios políticos sobre los demás, especialmente sobre Francia, que es la otra pata imprescindible para garantizar la estabilidad de la UE. Nada sin Francia, decía Helmut Schmidt. Es tan importante quién será el presidente de Francia el año próximo como quién ocupará la cancillería de Berlín.
La complejidad de la próxima coalición será en clave interna alemana, pero su proyección en Europa y en el mundo será decisiva. Los retos europeos del nuevo canciller mirarán también a Hungría, Polonia, Eslovaquia y Chequia, países con corrientes de fondo poderosas que chocan con el concepto y las formas de las directivas que llegan de Bruselas. Al sur, compuesto por España, Portugal, Italia y Grecia le corresponde un mayor protagonismo para poder reducir las diferencias económicas con el resto de los socios del norte.
Aunque pueda parecer una observación innecesaria, la prioridad de la Unión Europea es evitar los conflictos y guerras entre estados que en el siglo pasado detuvieron la civilización europea en dos ocasiones. Es evidente que nadie quiere repetir aquellos horrores, pero para ello es necesario respetar a las instituciones y a todos los ciudadanos con quienes nos unen más cosas de las que nos separan. El Brexit, aunque no lo reconozca Boris Johnson, fue un gran error que se evidencia en estos días.
Publicado en La Vanguardia el 29 de septiembre de 2021
En cualquier caso nos encontramos tambien en esta ocasion, con resultados que auguran mucha «cocina», resultados no contundentes, no claros.
Provisionalidad y mucha incertidumbre que se añade a unos contextos igualmente inciertos y abiertos a cualquier «sorpresa».
El mundo va despistado y de susto en susto y el Planeta toma nota y avisa.
En paralelo los ingleses empiezan su racionamiento, el resto de Occidente tendremos rompimiento de la cadena de suministros y la inflacion junto a la subida de tipos nos llevara al punto K
Veo muy difícil que los liberales y los verdes puedan llegar a pactar un programa de gobierno, porque parten de planteamientos políticos y filosóficos incompatibles. Por ello, no me sorprendería nada que al final, aunque sea por agotamiento, acuerden repetir la «Grosse Koalition», con la Cancillería para el SPD.