La fiesta de presentación de Xavi tenía el aire de una gran boda o un reencuentro en la familia blaugrana con uno de los jugadores más emblemáticos de la historia del club. Casi 10.000 aficionados le saludaron entusiasmados desde la grada. Jan Laporta no le dejó solo y le acompañó hasta en la rueda de prensa. Se juraron fidelidad para siempre que, en fútbol, ya se sabe, dura mientras se ganen títulos y se juegue muy bien.
Xavi lanzó varios mensajes. Dijo que “al final se nos valorará por los resultados”. A él y al presidente. Otras ideas se centraron en el orden, la exigencia, el trabajo y en la prevención de lesiones en un momento en que el Barça se asemeja a un hospital de campaña cuando se está perdiendo una batalla. La euforia ambiental y la teórica sobre la disciplina no tenía en cuenta que el equipo está a once puntos del líder y que los octavos de Champions no están asegurados. Xavi resumió la situación delicada del club con el eufemismo de que “no pasamos por el mejor momento de la historia”.
Cuando se empata o se pierde, hay consecuencias, dijo. De las palabras hay que pasar a los hechos. ¿Qué hará, por ejemplo, con las veteranas vacas sagradas, amigos suyos, que han vivido de las rentas del glorioso pasado convirtiendo su millonario contrato con el Barça como si fuera un trabajo a tiempo parcial? Del discurso de Xavi se desprende mucha más disciplina y una exigencia en la preparación física y técnica que está ausente desde los tiempos de Valverde.
El culé puede entender que no se ganen títulos esta temporada siempre y cuando se observe un cambio radical de actitud en los jugadores y en los aciertos y responsabilidad de la Junta en los fichajes que se puedan hacer con el dinero que quede. Xavi merece todo el apoyo. Pero, cuidado, que los imponderables son muy traicioneros para la suerte de los entrenadores.
Publicado en Mundo Deportivo el 9 de noviembre de 2021
Entre vacas y borregos, es verdad que es mas que un club.
Aquest any res de res.