El primer ministro neerlandés, Mark Rutte, se ha lamentado de que las protestas violentas anticovid son llevadas a cabo por idiotas. Las manifestaciones fueron muy duras en Rotterdam, donde se registraron varios heridos y numerosos detenidos. Las manifestaciones en Bruselas han sido muchas en protesta porque se exija un pasaporte covid para entrar en bares y restaurantes.
En Austria se ha impuesto un confinamiento generalizado a partir del lunes y el ministro en funciones de Alemania ha insinuado que habrá que ordenar las vacunaciones obligatorias en todo el país como se ha hecho en Austria. Se da la paradoja, hay que pensar en una casualidad, de que en los países de habla alemana se dan las cifras más altas de no vacunados. Se trata de Alemania, Austria y la Suiza de habla alemana.
En países con niveles culturales altos es también donde se registran mayores bolsas de resistencia a la vacuna. Alemania tiene un 68 por ciento de vacunados mientras que España cuenta con un 79,24 por ciento que han recibido la pauta completa. En el editorial del último número del semanario Der Spiegel se afirma que “una federación de imbéciles ha hecho posible que Alemania sea extremadamente golpeada por la cuarta oleada del virus, con mucha más fuerza que en cualquier otro país de Europa”. En el mes de noviembre se alcanzaron picos de más de 300 casos por cien mil habitantes, la cifra más alta registrada en toda la pandemia.
A juzgar por el perfil de las manifestaciones violentas perpetradas en Europa en los últimos días se deduce que una mezcla de refractarios a la vacuna con los partidos de extrema derecha alimentan este movimiento que no atiende a las razones de la ciencia y de las autoridades sanitarias, sino que actúa por ignorancia o por inexplicables razones ideológicas.
Es un hecho que hay personas que tienen alergia a la vacuna después de haberse informado a través de internet, donde se exponen las perversidades de las inyecciones antivíricas y otras teorías conspirativas. También los hay que han llegado a esta conclusión por convicciones propias. O por ignorancia o desconfianza en la ciencia. Lo que no tiene explicación razonable es que sean tantos y en países con niveles culturales y científicos por encima de la media global.
Cuesta entender que en la Austria de los músicos, de la escuela filosófica de Viena o de las refinadas costumbres imperiales exista una resistencia tan numerosa para oponerse a medidas sanitarias que benefician a los individuos y a la sociedad en su conjunto. Lo mismo puede decirse de Alemania, tierra de pensadores, científicos y mentes prácticas. En Suiza, con un 65 por ciento de vacunados, se va a someter a referéndum si el Estado tiene facultades para dictar normas sanitarias que puedan perjudicar la libertad de los ciudadanos.
El problema de las libertades de movimiento y las de prestarse o no a ser vacunados son de una gran sensibilidad. No son pocos los tribunales que se han pronunciado a favor de la libertad del individuo en contra de las directrices impuestas por los gobiernos sobre toques de queda, confinamientos colectivos o la obligatoriedad de ser vacunados.
Pero hay un aspecto que me parece incuestionable. Las estadísticas muestran que entre los vacunados hay muchísimas menos infecciones que en los que han rechazado ser pinchados. Otra cuestión no menos relevante es la facilidad de contagiar a los demás si no se ha sido vacunado. Es una falta de solidaridad, un incivismo primario, que perjudica el bien común de todos los ciudadanos.
El problema está en que los antivacunas, ya sea por convicciones personales o por motivaciones ideológicas, no creen en la eficacia de unas vacunas que han evitado la muerte de millones de personas en todo el mundo. Los gobiernos tendrán muy difícil obligar a vacunar a todo el censo. Pero pueden recurrir a medidas excluyentes como no permitir que los que carezcan del pasaporte covid puedan viajar en transporte público, entrar en gimnasios, restaurantes, discotecas, estadios de fútbol y cualquier acto de concentraciones humanas.
La libertad para divertirse o para disentir de medidas profilácticas de los gobiernos es respetable siempre y cuando no perjudique la salud de una gran mayoría que sí acude a ser vacunada al ser convocada. Es así de elemental.
Publicado en La Vanguardia el 24 de noviembre de 2021
Existe una opinión errónea sobre la cultura de esos países. La cultura científica no abunda en casi ningún lugar. Podemos preguntarnos cuantas personas saben la función del RNA, que es un gen y un cromosoma, y más detalles sobre una cultura científica básica. Un primer concepto es que la vida es un proceso aleatorio y no predicible con seguridad total, o más fácil no existe el riesgo cero, solo podemos reducir los riesgos con decisiones acertadas. Esto no es sencillo, se ha demostrado que muchas decisiones son emocionales y no racionales.
Los virus introducen su material genético en nuestras células, esto las personas no lo ven como un peligro; ni siquiera lo piensan, y aún menos reconocemos nuestra ignorancia y cómo buscar datos fiables para evaluarlos junto con el modelo estadístico asociado. Otro aspecto es que muchos procesos no son lineales, como la infección por un virus, sino que son exponenciales. Dudo que en Alemania, Austria, España, Francia… la población haya recibido una formación científica básica adecuada. Vivimos en una especie de fantasia que relaciona nivel económico con nivel cultural. Cuando lo que importa a la población es ir al bar y a la discoteca más que la salud, algo no funciona bien.
Como cualquier invento o descubrimiento humano las vacunas tienen riesgos, pero también lo tiene beber alcohol es exceso, drogarse con marihuana u otras drogas, practicar sexo sin protección, conducir a velocidades elevadas, no vacunar a las mascotas y muchas más acciones a las que no damos ninguna importancia.
No somos una especie racional, y mucho menos inteligente de lo que nos consideramos. Por cierto, en la culta Alemania se desarrollo el nazismo; y ahora, las posiciones más radicales a derecha e izquierda vuelven a pesar de los datos históricos que nos demuestran su crueldad y barbarie. El problema está en los valores que defendemos como prioridad: un equilibrio entre el bien común y el bien personal, junto con la comprensión que no somos una especie de individuos aislados, vivimos en grupos enormes y eso es una limitación que tenemos que asumir.
Chapeau!
La Europa leida y culta es la que tiene peores ratios de vacunacion y tirando al Sur resulta que por una vez vamos delante.
Es un poco mosqueante, aunque tambien es verdad que la «federacion de imbeciles» se coge a cualquier cosa para armar el lio.
Las pruebas nos dicen que vacunarse es lo que toca.
A mi me toca el 30, ire la mar de convencido.
Quizás la solución seria prohibirles la vacuna……
Aquí ni nos protegen de la importación del virus, con una simple toma de temperatura al bajar del avión.
Tengo la desagradable experiencia de oir a un turista que no se vacunará.
Ni le importan sus tres hijos a los que de debería proteger.
Creo que nos suponen incultos.
Sr Foix,
El dia que el meu metge de capçalera, previ examen de la meva situació personal, firmi un document on m’aconsella vacunar-me, em posare la vacuna
Desitjo que, quan arribi aquest moment, no sigui ja massa tard. Més d’un ha dit que sí quan ja no hi havia res a fer.
…i si és massa tard…..quedis a casa i no colapsi hospitals.
Un metge et pot signar un document amb els potencials efectes secundaris i llavors vostè també l’ha de signar per a donar la seva conformitat. Això, segons el seu criteri, ho hauria de fer per qualsevol medicament, inclòs el paracetamol (marca més coneguda: Gelocatil), antibiòtics, diürètics, antiinflamatoris, fàrmacs antidepresius, ansiolítics, fàrmacs per tractar la diabetis, fàrmacs per a baixar el colesterol i qualsevol producte que interaccionara amb el seu metabolisme. També si pren iogurs amb fitoesterols per a baixar el colesterol, si mira l’etiquetatge no es recomanen en nens, nenes ni dones embarasades. O sigui que…