Conocí al obispo Desmond Tutu en la sacristía de la catedral anglicana de Johannesburgo en junio de 1976, medio a escondidas, hablando bajo, de los terribles sucesos de Soweto de aquellos días. Era una reunión clandestina porque los pasos del obispo eran vigilados por ser la voz externa e internacional contra el apartheid. Nelson Mandela y otros líderes del Consejo Nacional Africano estaban en la cárcel mientras Tutu denunciaba la aberración humana de separar radicalmente a blancos y negros, que constituían casi un 90 por ciento de la población sudafricana.
Mandela fue la personificación política de la lucha contra una injusticia, y Desmond Tutu era la conciencia moral que gritaba contra la maldad de un sistema inhumano. Salvando todas las distancias y circunstancias, Tutu era el Luther King sudafricano.
En la penumbra de la catedral anglicana intentaba explicarme la desesperación del millón de habitantes del suburbio de Soweto, en las afueras de Johannesburgo, donde acababa de ver los destrozos causados por los propios negros para protestar contra la minoría blanca represora. Soweto nació como un símbolo espontáneo de resistencia.
La rebelión consistió en que los negros quemaron tiendas suyas, escuelas a las que iban sus hijos, edificios públicos exclusivos para ellos. Todo empezó con el pase que las autoridades de Pretoria obligaron a que llevaran todos los negros para trasladarse de un lugar a otro. La revuelta se extendió como la pólvora en aquel inmenso gueto. No podían protestar fuera de Soweto porque no podían salir. Se dedicaron a la autodestrucción como última forma de protesta.
Nació el mito de Soweto, que desencadenó un movimiento de resistencia pasiva y activa que se prolongó hasta el fin del apartheid, la salida de la cárcel de Nelson Mandela y el extraordinario proceso de reconciliación nacional que permitió construir una sociedad multirracial sobre las cenizas de un odio enquistado que parecía irreparable.
Tutu me pidió que dijera al mundo que los negros de Soweto no eran autodestructivos, sino que actuaban por imperativo moral ante una injusticia estructural. Años más tarde me encontré con él en el aeropuerto de Barcelona y recordaba aquella conversación en la sacristía de Johannesburgo. Estaba lúcido y perspicaz, llevaba puesta la sonrisa y lloraba cuando oficiaba cientos de funerales por víctimas del apartheid.
Siguió siendo crítico con la nueva situación de gobiernos multirraciales y democráticos. Recibió el premio Nobel de la Paz y explicó por todo el mundo que sus críticas al apartheid eran más morales que políticas. Hizo una aportación muy valiosa para borrar los odios del pasado. No presidió una institución de memoria histórica, sino que organizó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Fue partidario de que se inventariaran los hechos más penosos y criminales del apartheid, pero también que se reseñaran las violencias y crímenes cometidos por los negros entre ellos y contra la minoría blanca. Fue muy criticado durante el apartheid por la minoría blanca y por sus conciudadanos negros en el régimen de libertades.
Denunció, ya anciano, las corrupciones de los últimos gobiernos. La memoria es selectiva, pero la verdad es objetivable. Que se conozca todo lo que ha ocurrido y a partir de ahí que se escriba un relato basado en los hechos más que en las ideas por legítimas que sean. Acabó siendo un referente moral pero también político.
Publicado en La Vanguardia el 29 de diciembre de 2021
Molt be Oriol. Com sempre relates fets, no només opinions.
Muy buen artículo Lluís.
Es envidiable lo mucho que has andado en esta profesión.
Y se nota en todos tus artículos.
DESMOND TUTU, NOBEL DE LA PAU: “DEIXIN VOTAR ELS CATALANS”
1.- Desmond Tutu (1931-2021), arquebisbe anglicà i Nobel de la Pau (1984), també va rebre el Premi Internacional Catalunya (maig 2014) concedit per la Generalitat de Catalunya per “la seva vigorosa i constant lluita per la justícia social i la millora de les condicions dels oprimits, des d’una integritat, un coratge i una capacitat excepcionals”.
2.- El Desmond Tutu clandestí, el lluitador pacifista contra l’apartheid, el que ve uns dies a Barcelona és el mateix Desmond Tutu que amb nombroses personalitats internacionals signa el manifest “Deixin votar els catalans” (novembre 2014)
3.- Text del manifest: ““Una gran majoria de catalans han expressat repetidament i de diverses maneres el desig d’exercir el dret democràtic a votar sobre el seu futur polític. Aquesta exigència ferma de votar es el resultat d’una llarga sèrie de desavinences entre els governs de Catalunya i d’Espanya sobre el grau d’autonomia cultural, política i financera de què haurien de gaudir els catalans, malgrat els diversos intents que hi ha hagut d’arribar a una solució acceptable. Tal i com mostren els precedents quebequès i escocès, la millor forma de resoldre les disputes internes legítimes és emprar les eines de la democràcia. Evitar que els catalans votin sembla contradir els principis que inspiren les societat democràtiques. Així doncs, fem una crida al govern espanyol i a les seves institucions, així com als seus homònims catalans, a treballar conjuntament perquè la ciutadania de Catalunya pugui votar sobre el seu futur polític i que es negociï de bona fe en base al resultat”.
4.- Si aquest fet no es recordat des de Catalunya ¿qui ho farà? ¿Pedro Sánchez? ¿Pablo Casado? ¿Felipe VI? ¿Juan Carlos I? Carles Puigdemont, president català a l’exili i eurodiputat, el recorda. “Descansi en pau Desmond Tutu. La seva paraula va ser més poderosa que les armes. I va obrir camins que semblaven impossibles de recórrer. Va donar esperança a milions de persones en moments tenebrosos”