Hay que reconocer la capacidad de maniobra de Pedro Sánchez que, con 120 escaños, lleva dos años en La Moncloa en el primer gobierno de coalición de la democracia. En dos días consiguió coaligarse con Pablo Iglesias y formar un gobierno que acaba de aprobar los presupuestos con la ayuda de más de diez formaciones que van desde Esquerra Republicana, PNV, Bildu… hasta los partidos regionales y periféricos que han arrancado ventajas económicas para sus respectivas parroquias.
Sánchez ha hecho de la necesidad virtud. Al no disponer de mayoría ha puesto en marcha una cierta federalización en la gobernabilidad de España. No por convicción, pero sí por conveniencia. Y ha funcionado relativamente bien. Hasta ahora.
No es probable que se rompa el frágil equilibrio de la coalición. Los socialistas y los de Unidas Podemos son demasiado débiles para romper la baraja. Se necesitan aunque se detesten. De hecho, los dos artífices del pacto, Pablo Iglesias e Iván Redondo, ya no están en la cocina del gobierno y sin ataduras políticas oficiales se dedican a divulgar sus experiencias en radios y periódicos.
El gabinete debe ser un lugar de encuentro de tensiones disimuladas pero las diferencias entre la socialdemocracia y la izquierda radical de Unidas Podemos salen a la luz. Ya sea desde dentro del gobierno o desde las plataformas mediáticas muy contrarias a que exista una coalición de gobierno. Pablo Casado ataca con dureza pero no ofrece alternativas.
El problema no es externo sino interno. Pedro Sánchez consigue lo que parecía imposible: mantener una coalición entre dos socios que discrepan en cuestiones fundamentales como el europeísmo, la defensa y la economía social de mercado. Los gobiernos de coalición son habituales en las democracias europeas. La diferencia con el experimento español es que el abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias fue un pacto repentino, sin especificar las concreciones que son tan necesarias en política, un pacto de supervivencia, en el que el tiempo ha demostrado que cada uno va por su cuenta.
Puede que dure hasta el otoño de 2023. Pero no hay que descartar derrapes catastróficos en las muchas curvas que vienen. Las elecciones de Castilla y León y las que puedan convocarse en los próximos meses serán la prueba de fuego para la salud de la coalición. También para comprobar si las encuestas que dan tan buenos augurios al PP y a Vox se materializan en votos. De momento, las divisiones en el seno de la coalición de gobierno se ventilan desde ministros o ministras que discrepan. Las declaraciones del ministro Garzón sobre las exportaciones de carnes no tienen gran importancia. Lo que sí revelan es que el gobierno está a la greña con declaraciones públicas.
Sr. Foix, no estoy de acuerdo en que las declaraciones del ministro Garzón a The Guardian no tienen gran importancia.
Denuncia malas prácticas a tres sectores de la economía española; agricultura por contaminación de acuíferos, ganadería por maltrato animal en granjas y mataderos por malas prácticas que terminan por mermar la calidad de la carne que exportamos. En los tres sectores hay inspectores que controlan cada uno de estos procesos. No puede ser que se incumplan por las totalidad de las empresas por lo tanto que denuncien a los delincuentes y les clausuren su actividad y así se mejorará toda la cadena de producción. Lo que ha conseguido el ministro con sus declaraciones es perjudicar gravemente a tres sectores productivos donde hay empresas que cumplen escrupulosamente las leyes vigentes. Ha dañado gravemente su imagen.
No hay nada mas injusto que generalizar.
Conocemos bien a estas empresas, punteras en la economía de las provincias de Lleida y Huesca. También de Barcelona, Girona y mas provincias españolas.
Su responsabilidad Ministro es hacer cumplir las Leyes.
Completamente de acuerdo con usted. No hay nada peor que dar responsabilidad a gente incompetente y chapucera.