Los largos trenes con un centenar de vagones y los camiones mastodónticos que cruzan Canadá de este a oeste son una de las señales de identidad del país cuya economía discurre por la línea horizontal que va de Vancouver a Halifax, del Pacífico al Atlántico. Canadá suministra pocas noticias al ser un país rico, multicultural y democrático.
La capital federal, Ottawa, es la ciudad más aburrida del país con sus edificios góticos sin siglos detrás y la garantía del civismo de sus habitantes y la limpieza en sus calles y parques. Desde hace veinte días la tranquilidad se ha visto perturbada por unos cuatrocientos camiones que han bloqueado la capital, que, paradójicamente, se ha convertido en uno de los centros de referencia de la radicalización global del movimiento antivacunas.
Todo empezó con la oposición de los camioneros a la obligación decretada por el Gobierno Trudeau de vacunarse para cruzar los puentes que unen Canadá con Estados Unidos. Los impresionantes camiones bloquearon la ciudad a temperaturas bajo cero, instalaron chiringuitos para asar carne e hicieron fuegos para calentarse. Se convirtieron en un centro de protesta contra la vacuna, atrajeron a grupos de extrema derecha, a críticos con el Gobierno y a lo que la prensa local describe como el trumpismo canadiense. Se ha profanado la tumba del soldado desconocido y se ha pedido la disolución del Parlamento y la dimisión de Justin Trudeau.
Quienes conozcan Canadá saben lo imponente de esos camiones y el volumen ensordecedor de las bocinas cuando piden paso por sus extensas carreteras. Hacen sonar sus cláxons durante largos ratos hasta el punto de que el Gobierno ha decretado diez días de silencio en la acampada antivacunas.
Los rasgos pintorescos de esta protesta de camioneros tienen una relativa importancia. Lo que es significativo es que se haya convertido en un aliciente para el movimiento antivacunas que se ha extendido por todo Occidente. La libertad hay que preservarla, pero no a costa de la libertad y la seguridad de los demás. Estos movimientos no se conocen en China, Rusia y en tantos países africanos o americanos, en los que el problema es que no hay vacunas.
Publicado en La Vanguardia el 11 de febrero de 2022
La formula Teruel alpiste, parece que se va extendiendo. Neoreinos de taifas que van consolidando un neofeudalismo modernet i sense substancia que hace evidente un tan me fot general, incluido el mesetario de ahora mismo.
Tendre que pensar en la alternativa Sants_Balluga para las municipales.