Se cuenta del general De Gaulle que en sus ruedas de prensa imperiales, subido en una tarima, con una mesa cubierta con un mantón granate, solía terminar diciendo a los periodistas algo así como: “Si alguien me hubiera preguntado sobre esta cuestión, yo le habría respondido…”. Naturalmente, era el titular que ocupaba las portadas al día siguiente.
Seguí las tres horas del debate entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, como lo he venido haciendo desde que en 1988 François Mitterrand y Jacques Chirac se enfrentaron con la rara circunstancia de que uno era candidato presidente y el otro primer ministro candidato, un socialista y un gaullista. Mitterrand repitió mandato. Pero lo interesante de estos debates es el alto voltaje cultural, lingüístico, retórico y conceptual. Cartesiano siempre, aunque defendiendo posiciones antagónicas.
Se debatió largamente sobre Europa, la guerra de Ucrania, la Rusia de Putin, los precios, la energía, el paro y la seguridad. También de aquella cierta idea gaullista de Francia y su papel en Europa.
Lo que el domingo decidirán los franceses es si quieren coliderar políticamente la Unión Europea, junto con Alemania, o bien se repliegan en un nacionalismo que sería muy nocivo para quienes pensamos que la paz, el progreso y las libertades están mejor garantizadas en una Europa unida que en un continente fragmentado y frecuentemente enfrentado.
El avance de la extrema derecha en Francia y en toda la Unión pone en peligro un modelo que es del todo mejorable, pero que es el principal antídoto para evitar nuevas guerras en el continente.
Estos populismos de derecha y también de izquierda los vemos en Francia pero también proliferan y avanzan en España, Italia, los Países Bajos, Alemania, Hungría, Polonia, Austria e incluso Suecia. La UE debe revisar sus planteamientos, acercarse a los problemas de sus ciudadanos y satisfacer las necesidades más elementales. La guerra en Ucrania ha mostrado la cara más noble de una Europa que no acepta los caprichos de un autócrata como Putin bombardeando un país soberano.
Macron no es querido y Le Pen es temida. No es cuestión de sentimientos sino de preservar los fundamentos de una Europa que, a trancas y a barrancas, ha vivido en paz consigo misma durante generaciones.
Publicado en La Vanguardia el 22 de abril de 2022
Je voterai Macron, sans enthousiasme ni illusion, pour éviter MLP !
Ningunoooooooooo es de extremaaaaaa
Pues mejor empateeeeeeee