El hotel Europa de Belfast debe de ser uno de los más tiroteados de la historia moderna. En las veces que pernocté en aquel albergue en los años setenta y ochenta era un hormiguero de espías y periodistas que intercambiábamos información en todas direcciones, falsas o interesadas casi siempre. Llegué a descifrar seis servicios de inteligencia distintos en aquel hotel rodeado de alambradas y con los teléfonos pinchados en habitaciones con cámaras ocultas.
En el Ulster había una guerra civil entre protestantes y católicos o, mejor dicho, entre los paramilitares protestantes y el Ejército Republicano Irlandés (IRA), que planteaba una confrontación abierta con el Estado británico, que había desplegado miles de soldados en la provincia de Irlanda del Norte.
Los más de 3.500 muertos por la violencia terrorista del IRA eran la pesadilla de todos los gobiernos de Londres hasta llegar al acuerdo de Viernes Santo de 1998, aceptado por Londres y Dublín y la mayoría de las fuerzas políticas del norte y del sur.
Por primera vez desde la partición política de la isla hace cien años los partidos políticos protestantes ganaban las elecciones con el compromiso de formar parte inseparable del Reino Unido. Eran mayoría y, además, trazaban una línea de separación imaginaria pero real con la minoría católica. Recuerdo una entrevista con el diputado y reverendo Ian Paisley, en su despacho de Belfast. Era tal el desprecio que tenía hacia los católicos que por el hecho de ser español me calificó de “papista”; se levantó de la mesa, trazó con un bastón una línea sobre el suelo y me pidió que le hiciera las preguntas desde más de dos metros de distancia.
La intolerancia y el odio eran las monedas de cambio entre las dos comunidades. Irlanda fue la pesadilla de la Inglaterra victoriana, causó caídas de gobiernos en Londres por la famosa home rule, que no satisfizo nunca a nadie. El levantamiento de Pascua de 1916 se saldó con la ejecución sumaria de sus máximos dirigentes. Éamon de Valera se salvó por haber nacido en Nueva York de madre irlandesa y padre español. Luego vino la guerra civil de 1921 y el desgajamiento de Irlanda del imperio con la partición de la isla, con seis de los nueve condados del Ulster que pasaron a ser una provincia británica con mayoría protestante.
En el último libro de Edgar Morin, Leçons d’un siècle de vie, dice que una de las lecciones que le han ofrecido más de cien años de vida es comprobar que la perennidad del presente no existe ni tampoco la previsibilidad del futuro. No hay fotografías estáticas en los pueblos. La historia humana, dice, es relativamente inteligible a posteriori pero siempre imprevisible a priori.
Nadie había previsto que el Sinn Féin ganaría las elecciones locales en el Ulster. Durante años y años el Sinn Féin era presentado como el brazo político del IRA y un posible interlocutor para resolver el conflicto. Lo inesperado es que la victoria en la provincia norirlandesa no se ha producido por una campaña reivindicativa sobre un referéndum para unificar Irlanda sino que el eje central ha sido la promesa para luchar contra el alto coste de la vida. No ganó con las reivindicaciones nacionalistas, sino con las sociales.
La vencedora, Michelle O’Neill, no planteará un referéndum de unificación de la isla, pero, como decía Ernest Renan respecto a Alsacia y Lorena, no hablaremos nunca del tema, pero siempre pensaremos en ello. La paradoja inesperada es que unas elecciones en el bastión británico de Irlanda ponen sobre el imaginario colectivo irlandés la posibilidad de la unificación de la isla.
Las dificultades británicas son las oportunidades irlandesas, se decía en los ambientes nacionalistas de Dublín, antes y después de la independencia de 1921. La histórica victoria del Sinn Féin no ha obedecido a cuestiones sentimentales o patrióticas irlandesas. Ha sido una de las muchas consecuencias del Brexit, liderado y ejecutado por Boris Johnson, que alardeaba de que fuera de la Unión Europea se viviría mejor.
Pero la República de Irlanda, pobre y explotada históricamente, es más rica que la provincia británica del norte de la isla. El pertenecer a la UE ha sido un factor determinante para que un partido que tiene en el horizonte la unidad irlandesa en clave europea ganara por primera vez. Inglaterra se fue de Europa, el Ulster buscará la unidad irlandesa y Escocia está a la espera de un nuevo referéndum. El Brexit ha sido, hasta hoy, un error y un mal negocio.
Publicado en La Vanguardia el 11 de mayo de 2022
Los temas sociales mas pronto que tarde van a emerger decisorios por aqui tambien. El infotme FOESA 2021 de Caritas constata una realidad social y economica espeluznante dentro de un canal que ratifica al precariado como la nueva clase social «emergente».
Ante todo esto els encantaments nostrats es de verguenza.
Y las batallitas de Mortadelo y Filemon por las españas, tambien.
El bienestar social es fundamental. Si nos falla la sanidad, la educación, la dependencia y la igualdad de oportunidades estaremos rn situación precaria la mayoría de la población. Sin un gobierno degrada ese ámbito no será útil, y los populismos parceran una solución, falsa por cierto.