Las guerras se proclaman pero no se programan. Una vez abiertas las hostilidades se entra en el reino de la incertidumbre y la imprevisión. Vladimir Putin pensó que entraría militarmente en Ucrania y en unos días caería el gobierno y el país que históricamente había estado unido a la Rusia eterna, volvería a depender del Kremlin.
No contaba Putin con dos factores imprevistos. El primero, la capacidad de resistencia de los ucranianos para mantener su independencia de Rusia. El segundo, la reacción política, económica y militar de Estados Unidos y la Unión Europea que han superado divisiones internas y, hasta ahora, han mostrado un criterio prácticamente unitario para ayudar al presidente Zelenski a hacer frente a la invasión rusa.
No estaba previsto tampoco que Finlandia y Suecia, dos países históricamente neutrales, pidieran formar parte de la OTAN que sigue siendo la organización militar más poderosa del mundo.
La guerra de Putin en Ucrania ha mostrado también un ejército ruso que es menos profesional de lo que se pensaba. La impresión era que arrollaría la resistencia ucraniana en cuestión de semanas. La conquistas primerizas han sido neutralizadas y los ucranianos han recuperado territorios ocupados por las tropas rusas en los primeros meses.
La guerra puede ser larga si Putin, Zelenski y la comunidad internacional no deciden negociar un alto el fuego o un armisticio. Putin no puede retirarse de Ucrania y Zelenski, con la ayuda occidental, contempla la posibilidad de recuperar militarmente el territorio ocupado por Rusia, incluida la península de Crimea. Ya no se lucha en Kyiv, la capital, sino que la confrontación tiene lugar en territorios que Putin había conquistado. Aunque parezca increíble los rusos retroceden sin ofrecer gran resistencia a los ucranianos que han entrado en Lugansk, una de las provincias que el Kremlin consideraba propias desde 2014, el año que Putin anexionó Crimea.
A través del presidente Erdogan sabemos que Rusia está dispuesta a negociar con Ucrania. Pero después de los fracasos militares hoy se ha conocido la iniciativa de celebrar referéndums en las cuatro regiones dominadas por Rusia a partir del próximo viernes. La consulta duraría cinco días y se da por descontado que el resultado sería mayoritariamente a favor de unirse a la Federación Rusa.
Por una parte, quiere negociar y, por otra, convoca referéndums que proclamarían la anexión a Rusia y, a partir de ese momento, cualquier ataque de Ucrania a lo que es territorio ucraniano sería considerado como un ataque a territorio de Rusia.
Putin ha perdido esta guerra aunque acabe incorporando a Rusia algunos territorios conquistados en varias regiones ucranianas en las que el ruso es hablado mayoritariamente. Se ha quedado solo, no cuenta con el apoyo claro de China ni de la India, y su popularidad entre los rusos ha disminuido a pesar de la propaganda y de la persecución a los disidentes y a cuantos periodistas hablan de la guerra o reflejan el descontento social sobre un conflicto que no fue provocado por Ucrania sino que fue una iniciativa unilateral sin existir motivaciones para invadir un país vecino soberano.
La guerra puede ser larga y extenderse a otras partes de Europa provocando crisis sociales y políticas impredecibles. Pero Putin y Rusia no gozarán del afecto y la sumisión de un país que no quiere depender del Kremlin. Solo lo conseguirá por la fuerza y no indefinidamente.
Que tenga que ser Erdogan quien intente propiciar una negociacion-tregua en la guerra de Ucrania es de suspenso para la Union Europea que tendria que haber sido vehiculo ideal para ello.
Pero claro al lobby armamentistico no le interesa para nada la paz y la UE ha sido absolutamente beligerante en el tema, naturalmente azuzado por el sheriff global.
Armar-destruir-reconstruir. Una triada fatal en malas manos.