El tren azul, secreto y silencioso, cruza las llanuras ucranianas desde la frontera de Polonia hasta llegar a Kyiv. Unas diez horas de viaje amparado en la oscuridad, sin que nadie repare en el paisaje de un país en guerra. Es una muestra más de que se trata de una guerra vieja, anticuada, de desgaste, que causa miles de muertos de jóvenes rusos y ucranianos anónimos.
El tren vuelve a ser el protagonista de guerras y revoluciones. Las peripecias de Joe Biden, abandonando Washington de incógnito a las cuatro de la madrugada, con un fotógrafo de la Casa Blanca, dos periodistas y muy pocos ayudantes de seguridad y colaboradores, ha sido una operación de camuflaje excepcional que algún día veremos en series de televisión.
El tren de la noche lo han utilizado Scholz, Sunak, Macron, Meloni, Von der Leyen, Borrell y ayer volvió a subir a bordo Pedro Sánchez para dar aliento a Zelenski y a los ucranianos, que están siendo machacados sin una causa justificada por un Putin imperialista. En plena revolución digital y tecnológica ha vuelto la barbarie a Europa y los movimientos de los políticos se producen a ras de tierra, en un ferrocarril azul, con una franja amarilla para simbolizar la bandera ucraniana, de noche, sigilosamente. La guerra viaja en tren.
Fue en un vagón de tren en Compiègne, al norte de París, donde se firmó el armisticio de noviembre de 1918, que ponía fin a la Gran Guerra. El famoso vagón fue destruido por Hitler en Berlín para no tener que firmar la rendición nazi en el mismo compartimento en el que el general Foch había aceptado la derrota alemana.
Es célebre el viaje en tren de Lenin desde la estación de Zurich hasta Petrogrado en marzo de 1917, tras 17 años de exilio, en plena guerra mundial. El Holocausto está asociado a aquellos tenebrosos trenes de la muerte que conducían a cientos de miles de judíos y gitanos a los campos de exterminio.
Esos viajes en la oscuridad de las noches frías de Europa, en días de guerra, me evocan una reflexión de Tony Judt cuando decía que la guerra degrada a vencedores y vencidos. Los muertos no son demócratas ni autoritarios. Son las víctimas de la militarización de la política, de la maldad, del desprecio a la vida por parte de quien comenzó un conflicto innecesario e inútil.
Publicado en La Vanguardia el 24 de febrero de 2023
Ya estan tardando demasiado en negociar el fin de la guerra.
Menos trenes, menos banderitas y mas dialogo posibilista.
China ganara a unos y otros. Y Europa foten el pena.