No invento nada si digo que de cuantas cosas he escrito a lo largo de los años hay siempre muchos lectores que saben más y lo expresan mejor que yo lo pueda hacer. He leído los más de trescientos comentarios al esclarecedor artículo de The New York Times sobre cómo la inteligencia artificial reproduce textos de seis autores clásicos –Jane Austen, Shakespeare… y hasta fragmentos de Harry Potter–, y me he maravillado tanto de lo que cuentan los periodistas como de las respuestas de los lectores que se mueven entre la hostilidad, el miedo y la admiración.
Yo me he instalado en la admiración, sin poder descifrar las consecuencias que este nuevo paso de la cibernética va a tener en nuestras vidas en las que unas máquinas trabajan, escriben y producen textos más o menos fieles al estilo de cualquier autor.
Estamos en tierra inexplorada con posibilidades exponenciales, no para fiarnos más de la inteligencia artificial, sino para soñar las maravillas inesperadas que puede producir la inteligencia humana. Un comentario irónico se desprende del hecho de que la IA puede reproducir con más fidelidad un discurso de Donald Trump que un poema de Antonio Machado.
Todo dependerá del uso que se quiera hacer de la posibilidad de ceder el trabajo, la diversión y el pensamiento, por citar algunas facultades del invento, a unas máquinas que trabajan con la información que les hemos facilitado en los millones de palabras que hemos introducido en internet en todas las lenguas, tanto las vivas como las muertas.
El menú que le pedimos nos lo devuelve configurado según nuestras indicaciones, pero no nos puede dar lo que previamente no le hayamos suministrado. No es el software el que hace milagros, sino los ingenieros que han creado los artefactos mecánicos que hacen el trabajo para el cual han sido diseñados.
Uno de los lectores comentaristas piensa que “al final, la única tecnología que podemos crear en este campo es tan vieja como la noche de los tiempos en la que se descubrió el espejo, que solo reproduce nuestra imagen”. Y por lo general, nos vemos bastante feos, cuando la juventud es un recuerdo almacenado en los álbumes familiares o en las cajas de zapatos antiguas en rincones polvorientos.
Las reservas que suscita este avance de la ciencia, uno más, es el uso que se va a hacer de él, en el bien entendido de que está aquí para quedarse, abriendo exploraciones imprevistas y casi siempre positivas. Se ha dicho que los creadores de la bomba atómica lamentaron su invento cuando vieron la devastación de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. La peligrosidad de la IA la advierte uno de sus padrinos, Geoffrey Hinton, que acaba de abandonar Google para sentirse libre y poder hablar de los daños insospechados que puede ocasionar el invento promovido por él.
Es prácticamente imposible detener los avances de la ciencia tanto para contribuir al progreso humano como para causar el mal innecesario y cruel a las personas. La dimensión ética de los actos públicos y privados también está para quedarse y sería un mal día aquel en el que una máquina emitiera juicios morales sobre la actividad de los humanos.
Con las grandes ventajas de todo tipo que ha aportado internet, también ha difundido mentiras de destrucción masiva que hacen presidentes, promueven guerras y penetran en la intimidad de cualquiera que haya entregado voluntariamente sus datos personales. Quién iba a pensar que el Gran Hermano orwelliano sería una creación del capitalismo.
Publicado en La Vanguardia el 3 de mayo de 2023
He llegit l’rticle.
Penso que el verdader perill i por es l’us que en fará, el esser huma, cuan está en el poder.
Per alló de: » El poder corrompe «
Srs. Foix y Francesc yo pienso que no es acertado llamarle Inteligencia Artificial. Solamente es una mejora importante en Cibernética, programada por Ingenieros dotados de Inteligencia Humana. De acuerdo en que no hará nada que antes no se le haya suministrado.
Y si, aquello que funciona, hay que cambiarlo si proporciona una mejora.
Lleida tiene un peso importante en las actividades agrícolas y ganaderas. En los años 40 y 50, la agricultura empleaba el 40 % de la mano de obra. Hoy no llega al 6%. Naturalmente por mejoras de todo tipo.
Un ejemplo ha sido el abandono del arado de vertereda, sucesor del arado romano. Antes de sembrar se araba el campo, volteando la capa de labor, se alisaba con grada y curra para quedar en buena condición para la siembra.
Hoy se realiza la «Siembra Directa». Un tractor provisto de «Laser» arrastra una sembradora que anteriormente se programa, deposita tantas semillas por Ha requeridas, a una profundidad acotada y a distancias entre ellas y entre líneas programadas.
Hola Lluís,
Pues yo de momento no veo nada positivo en la IA.
Si estuviera enfocada hacia aquello que no podemos hacer o librarnos del trabajo más mecánico lo vería positivo.
Pero tal como está planteada va a tener un impacto laboral brutal.
Por no hablar de su impacto en la educación o en la creación cultural.
Y para terminar sabes que me gusta el cine, ahí tenemos ya muchos títulos con los efectos probables más nefastos de la IA.
Como te gusta decir a ti muchas veces, aquello que funciona no tenemos porque cambiarlo, en este caso no veo porque debamos de aceptar el riesgo de la IA.
Saludos
Francesc
Nos pondran unas orejeras de lo mas modernet i tot plegat sera virtual, digital y tal y tal.
La borreguez sera universal.
Sr. Foix aixo fot una pinta que no pinta.