Ha llegado el momento para Carlos III, el rey que más tiempo ha tenido para preparar su coronación, siempre esperando, hasta que el pasado septiembre murió la reina Isabel, su madre, a los 96 años, tras batir todos los récords de un monarca reinante en Inglaterra. Carlos III se ha pasado la vida entrenando para ser rey y ha tenido todo el tiempo para pensar cómo sería su reinado, que acaba de empezar a sus 74 años. Los reyes no se jubilan. En todo caso, abdican o son derrocados.
Nadie sabe el calvario que significa ser el príncipe de Gales, dijo en un discurso en Cambridge, su universidad, al cumplir los 30 años. También afirmó en aquella lejana fecha que “mi gran problema en la vida es que no sé realmente cuál es mi papel en la vida”. Debía encontrar uno y no se refugió en la afición a los caballos que tanto practicó su madre, sino que divulgó sus propias ideas sobre la arquitectura moderna, la agricultura ecológica, el cambio climático y la medicina alternativa. Siempre rozando lo políticamente correcto y levantando frecuentes polémicas. Se le ha calificado como un rey filósofo, amante de la vida rural, al que le gustaría gestionar un corral con gallinas y un rebaño de ovejas. Un rey de la sociedad preindustrial que podría tender puentes con las tendencias medioambientalistas que vienen.
Es un rey con ideas propias que ya debe de saber que tendrá que guardárselas para sus personales pensamientos, porque su papel institucional ha de ceñirse a la tradición, a lo que digan los gobiernos de turno y a representar protocolariamente a un país que mayoritariamente acepta a la monarquía como la piedra angular de su sistema político. Un rey que reina, pero no gobierna, por muy bien informado que esté.
Cabe preguntarse por qué los británicos son mayoritariamente monárquicos siendo un pueblo tan práctico y tan proclive a defender su individualismo y sus intereses particulares. Precisamente porque han sabido hacer cambios y revoluciones que no atacaran el principio de legitimidad. El rey Faruq de Egipto, un gran vividor y una creación de la diplomacia imperial británica, decía que solo cinco reyes tenían el trono asegurado: los cuatro de la baraja y el rey de Inglaterra.
Los problemas de los reyes no afectan a la gobernabilidad. Son humanos que no mandan, pero que representan una institución aparentemente neutra y de la que, además, el soberano es la cabeza de la Iglesia anglicana. No deja de ser irónico, si se tiene en cuenta que el primer ministro, Rishi Sunak, es hindú, y el alcalde de Londres, Sadiq Khan, es musulmán de procedencia pakistaní y su padre fue cobrador de autobuses de la capital.
La monarquía británica administra la complejidad con la experiencia que da el paso del tiempo. Por eso dura y supera las crisis, a pesar de sus miserias personales. La tradición no es un problema, sino un hábito ancestral en una sociedad más conservadora que aventurera. Tanto es así, por ejemplo, que los independentistas escoceses seguirían vinculados a la corona británica en el caso de que un día Escocia se convirtiera en un Estado.
Pocos pueblos son tan sensibles como el británico a la belleza con que el tiempo adorna las cosas. Son muchos los hombres de Estado viejos, gastados y pulimentados por las contradicciones que han ido empequeñeciendo a sus dimensiones justas lo que había sido un gran imperio durante más de dos siglos.
Gustan de las universidades antiguas, frías, sin comodidades, donde el agua caliente acaba prácticamente de ser introducida. Hay muchos británicos que consideran la monarquía una institución absurda y caduca. El porcentaje de jóvenes despreocupados o contrarios a un rey que lo es por nacimiento y no por méritos es más alto que entre los británicos maduros. En cualquier caso, la aceptación de la monarquía es mayoritaria, con más de un 65% de partidarios. Pero como la clase política también da muestras de carencias y frivolidad, los ingleses se quedan con lo que tienen, un sistema de apariencias, de colorido, de representatividad y de funcionamiento formal, pero práctico de la política.
Las relaciones de Carlos III con sus hermanos son complicadas. Y las que mantienen Guillermo, el heredero, y su hermano Enrique son escasas, por no decir inexistentes. El espectro de su madre, la princesa del pueblo, lady Di, ha condicionado las relaciones del núcleo duro de la familia real. Camilla Parker Bowles, la reina coronada, ha llegado al trono tras un largo periodo como amante del actual rey. Se atribuye a Carlos III una reflexión compartida con amigos cuando hace ya algunos años habría dicho que “¡quieren que sea el primer príncipe de Gales en la historia que no haya tenido una amante!”.
Todos los monarcas tienen una personalidad que intentan adaptar a los tiempos que viven. Carlos III tendrá que preservar la identidad nacional británica que su madre representaba simbólicamente con una prudente, pero eficaz, profesionalidad. Sus vínculos con la Commonwealth de naciones será discutida, y la integridad del Reino Unido tendrá que pasar por la prueba del independentismo escocés y el reto de que Irlanda del Norte decida un día presionar para unirse a la república de Irlanda.
Recuerdo el mes de julio de 1981 cubriendo para este diario la boda del príncipe Carlos y Diana Spencer. Pasaron por Fleet Street, la calle de la prensa, con un carruaje hacia la catedral de San Pablo. Los festejos de aquella boda duraron varios días. El pueblo y los turistas se rendían a su paso con globos, confeti, serpentinas y banderas conmemorativas. Ha pasado mucha agua Támesis abajo y los británicos seguirán cantando ahora “God save the king”. No me imagino una Inglaterra republicana.
Publicado en La Vanguardia el 7 de mayo de 2023
El comportamiento del gran poder invisible británico es NO COMMENT.
Y el comportamiento invisible hispánico , con todas las comunidades autonomas incluidas, es idem. de idem.
Hay mucho NO COMMENT.
El papanatismo planetario se lo pasa bomba con este evento.
El Sr. Foix sabra disculparme de que hoy no me lea este articulo suyo por una cuestion de higiene. Aun asi quieras que no he pillado pero procuro sortear en lo posible esta macromemez.
Pero es complicado ya que incluso en los rotativos catolicos no te libras ya que el Doctor Vives en su calidad de coprincipe de Andorra ha acudido a la movida y se le ve la mar de cofoi saludando al Charles y departiendo con Macron y esposa. Pecadores todos.
Cosas más raras se han visto. Una Inglaterra republicana. ¿Por qué no?
Los últimos sondeos hacen caer los simpatizantes monárquicos a niveles nunca vistos hasta ahora.