La pregunta flota en el ambiente de campaña desde que Pedro Sánchez decidió responder a la derrota electoral del día 28 de mayo con un anuncio de convocatoria anticipada de elecciones generales al día siguiente y sin consultar ni a su Gobierno ni a su partido. Es la pregunta que tendrá respuesta el 23 de julio por la noche: ¿Puede el PSOE corregir en menos de dos meses la tendencia que marcaron las urnas en las municipales y autonómicas?
El tiempo es breve para la remontada, pero Sánchez ha preferido echar mano del póquer y no entretenerse en las calculadas jugadas de ajedrez que le habrían quitado el sueño durante seis largos meses hasta la convocatoria que estaba prevista para diciembre.
No pretendo hacer predicciones ni metáforas, tan frecuentes en la masa crítica de tertulianos y en los políticos que no tienen adversarios sino enemigos. La historia dirá si fue una buena o mala decisión. Decía Flaubert que nunca han existido grandes hombres vivos ya que es la posteridad la que los hace grandes o insignificantes. Sus partidarios hablan de que ha sido un gesto audaz y sus críticos entienden que ha hecho una desesperada huida hacia delante. Pienso que ha sido la menos mala de las posibles salidas tras una estrepitosa derrota.
La propuesta mediática de esta semana es retar a Núñez Feijóo a un debate democrático cada lunes en un cara a cara escenificado en los seis principales medios en sus programas estrella.
Desde el célebre debate televisado entre Nixon y Kennedy, en 1960, es ya normal que los candidatos diriman sus diferencias y expongan sus discrepancias en platós televisivos. En España, el primer cara a cara no se produjo hasta que Felipe González y José María Aznar se batieron en mayo de 1993, bajo la moderación de Manuel Campo Vidal. Ganó el PSOE sin mayoría absoluta y Pujol le dio su apoyo.
Un debate no puede ser convocado por sorpresa por el presidente del Gobierno sin que previamente sus equipos estudien el cómo, el dónde y los protocolos. Su incidencia en la voluntad de los electores es incierta y, en todo caso, no sé si es suficiente para corregir una tendencia expresada en las urnas hace diez días. El reto es precipitado por diversas razones.
Una de ellas es que tiene que pactarlo con el adversario, que tiene su agenda electoral, pondrá sus condiciones y querrá acordar los términos y alcance del debate, minutaje y moderador incluidos.
La cuestión es si el PSOE puede corregir en menos de dos meses lo que dijeron las urnas el 28 de mayo
Otra razón es que deja en la cuneta a todos los partidos con los que ha estado aliado desde la última investidura o los ha tenido dentro del Gobierno de coalición a partir del célebre abrazo efusivo con Pablo Iglesias, que ahora anda parloteando en tertulias y medios afines o controlados por él mismo.
El momentum es un concepto físico que popularizó Newton, pero que ha saltado a la política como el cambio de velocidad en que se realizan las acciones. Un primer ministro británico, Harold Macmillan, decía que la esencia de la política es el timing, el hacer las cosas a su tiempo, cuando tocan, ni antes ni después.
Cuando Rodríguez Zapatero asistió como orador invitado al “desayuno nacional de oración” en Washington en el 2010, el presidente Obama dijo al selecto público que le escuchaba que “es frecuente que demos la impresión de que somos incapaces de escucharnos entre nosotros para tener de una vez un debate serio y cívico”.
Los debates enriquecen la democracia y cuantos más, mejor. En las primarias demócratas del 2008, Barack Obama y Hillary Clinton celebraron 27 apasionados debates hasta llegar a la convención. Al final, enterraron las hachas y Clinton fue la secretaria de Estado del presidente Obama.
El problema que tenemos aquí no es de debates sino de talantes y de capacidad de entender que el otro también puede tener su punto de razón. En su ensayo sobre qué es la política, Hannah Arendt escribió que “no hay propiamente ninguna forma de sociedad que no se base más o menos en los prejuicios mediante los cuales admite a unos determinados tipos humanos y excluye a otros”. Si la política se basa en la pluralidad de los humanos, nadie puede ser expulsado del debate público. Las elecciones no pueden decidirse en seis lunes consecutivos, con dos hombres tirándose los trastos por la cabeza como si no hubiera nadie más y pensando que el país es homogéneo en sus ideas, territorios e intereses.
Publicado en La Vanguardia el 7 de junio de 2023
El problema Sr. Foix aparte de talantes tambien es de «talentos»